Me M*taré Si No Me Quieres

23

Capítulo 23 - Pero mirando atrás, fue amor desde el principio.

El corazón me dolía insoportablemente.

Aunque no era mi propio recuerdo, el dolor de ese recuerdo era tan intenso que no podía controlar las lágrimas que fluían, y me arrodillé, abrumada.

Los ojos se me calentaban y la vista se me nublaba.

Las lágrimas seguían brotando y obstruían mi vista mientras me las limpiaba.

"Edward..."

Ania se acercó a mí con voz preocupada. Su cálido tacto se posó en mi espalda.

"No pasa nada".

Una voz suave me rozó los oídos.

"Todo va bien".

No entendía qué estaba bien.
¿Estaba bien no recordar, o estaba bien llorar?

Pero eso hacía que doliera más.

Los recuerdos fragmentados se difuminaron como una fotografía descolorida, cubriéndome los ojos.
Era una escena de un niño y una niña mirando el pueblo desde esta colina.

"Yo... definitivamente... siempre..."

La voz del joven Edward se estiró y contrajo como un viejo fonógrafo repitiendo.

"¿Qué... has dicho...?"

No pude entender del todo las palabras del joven Edward. Sólo podía ver su expresión borrosa.

"Es una promesa... debemos... definitivamente..."

Poco después, se escuchó la voz de la joven Ania.
Del mismo modo, no podía entender.
Parecía una promesa importante, pero no podía entenderla en absoluto.

"Qué estás diciendo..."

Entonces, el recuerdo que surgía abruptamente se cortó,
Un repentino aguacero se detuvo con la misma rapidez.

Mi mente volvió del pasado lejano al presente.

No era la brisa fresca del otoño con las hojas rojas decorando el cielo, sino el viento frío que soplaba la víspera del festival en la finca de los Brontë.

En la fría colina, los niños pequeños desaparecieron, quedando sólo dos adultos.

"Uf..."

Exhalé y me sequé las lágrimas que corrían por mis mejillas.

Entonces, apareció el rostro preocupado de Ania. Me rodeó los hombros con los brazos.

"Edward..."

Aunque intenté evitar su rostro, mi cuerpo no cooperó y me incliné hacia delante, apoyando mi cuerpo contra el suyo.

Con todas sus fuerzas, Ania sostuvo mi pesado cuerpo.

"Siento que... hicimos una especie de... promesa en esta colina".

Una voz quebrada salió de mi boca.

"Sí."
"¿Cuál era la promesa?"
"......"

Ania no contestó. Su mano que acariciaba mi espalda se detuvo lentamente.

Se apartó suavemente de mi cuerpo, aferrándose a mis hombros, y luego sonrió débilmente.
Era una sonrisa solitaria.

"Parecía una promesa muy importante".
"Sí".

Pregunté qué era, pero Ania se limitó a asentir.

"¿Volvemos ya?"

Entonces, se levantó lentamente de su asiento y caminó hacia las escaleras.