Nombre

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- Siempre sabes qué decir, Lilith

Oh no.

Lucifer cubrió rápidamente sus labios, mientras sus ojos se agrandaban enormes, atentos a la reacción del ser frente a él.

Todo movimiento se detuvo, el demonio radio se quedó con una espeluznante sonrisa congelada en su rostro sin delatar nada, sin dejar ningún recoveco de lo que estaba sintiendo, contrario a él Lucifer sentía enloquecer.

Lo había arruinado y en grande.

No porque el demonio radio sintiera algo por él, aunque le pesara admitirlo, sino porque él es quien decía estar enamorado, quien se la pasaba cortejando al ciervo desde hace unos meses ya, quien no paraba de profesar su amor cuando en realidad aquí estaba, llamándolo por el nombre de su esposa desaparecida.

Finalmente un suspiro del demonio pelirrojo le hizo sobresaltar, su corazón latió doloroso anticipando algo malo al verlo cruzar las manos sobre su micrófono, cosa que solo hacía cuando deseaba permanecer aislado, cuando inconscientemente ponía una barrera contra su oyente.

- No lo entiendo majestad

- Al

- por favor, permítame continuar - la mirada de Alastor se clavó sobre él haciéndole callar - bien, no logro comprender su afán en decir e intentar demostrar estar enamorado de mí cuando claramente no ha podido olvidar a su esposa y cuando por supuesto sabe que no tiene oportunidad conmigo

Más que lo primero, lo segundo hizo que un dolor asaltara al rey, sin embargo se mantuvo tranquilo, eso tendría solución, lo más importante ahora era aclarar el primer tema.

- No es ningún afán Al, te amo, estoy seguro de ello, estos meses me he dado cuenta de todo lo bueno que posees, eres caballeroso, amable, atento, aunque digas que es parte de un acto en realidad tu mirada se dobla de cariño ante las personas que quieres, no lo puedes ocultar, sé que hay bondad en ti, además eres sumamente hermoso

Las orejas de Alastor se movieron atentas a la par que sintió un rubor subir por sus mejillas, justo eso es lo que no quería.

A decir verdad no es que hubiese estado despreciando los avances del rey solo porque sí, no, su maldito corazón traicionero latía contento ante la palabras bonitas, sus mejillas se calentaban con los presentes y esa maldita cola suya debajo de su abrigo se agitaba contenta ante la presencia del soberano, y eso, exactamente eso es lo que aborrecía.

Aquellos sentimientos que estaban comenzando a surgir en él le hacían sentir tan vulnerable, si se llegaran a desarrollar en mayor volumen estaría en la palma de rey, cosa que ni en esta ni en otra vida deseaba, nunca se dejaría dominar de tal manera, por eso es que estaba buscando una excusa, una oportunidad de salir de aquello y vaya casualidad porque aunque ha de admitir sólo para sí que le dolió, por fin la encontró.

- A pesar de eso sus acciones lo contradicen

- Entiendeme un poco, ella estuvo junto a mí por eones, fue mi primer amor, la madre de mi hija, la estuve esperando por mucho tiempo, es normal que no pueda olvidar tan pronto

Alastor sintió el dolor de sus dientes al ser apretados con tal fuerza, el soberano era sumamente torpe, un idiota, porque sí creía que con eso estaba arreglando las cosas en realidad solo las arruinó más.

- Mi rey, le diré algo, una cosa es que no pueda olvidar a alguien y otra es que la esté proyectando en alguien más

- ¡Eso no es así!

- Si aún estando frente a usted, viéndome claramente, notando cuán diferentes somos, usted es capaz de decir su nombre y confundirme con ella, no puede negar lo obvio

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