Día 4: Enemies to lovers

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Entre los planes de Megumi, nunca esperó recibir una noticia tan desagradable: su padre le informó que pronto conocería a su prometido. Siendo el primogénito, se esperaba que siguiera las tradiciones y contrajera matrimonio con un miembro del Clan Itadori. Para el joven de cabello negro, aceptar semejante acuerdo resultaba inadmisible. Aún no había culminado sus estudios académicos, pero una vez los terminara, tenía pensado asistir a la universidad con el objetivo de cursar la carrera que siempre deseó. De hecho, todas sus ambiciones estaban enfocadas en superarse a sí mismo, ya que anhelaba liberarse de su familia. No se veía como un hombre casado, apenas alcanzara la mayoría de edad.

A pesar de la oposición del adolescente al compromiso, no recibió ningún tipo de apoyo por parte de su círculo más cercano. Solo podía resignarse para evitar la furia del líder del Clan Zenin, aunque deseaba luchar contra cada uno de los miembros. El día que conoció a Yuji, el moreno sintió un odio colosal hacia él; no encontraba las palabras exactas que describían el resentimiento que su presencia le causaba. Quizás Itadori representaba todo lo que Megumi detestaba; lo veía como el único responsable de que sus aspiraciones no se cumplieran y de que sus ansias de libertad se convirtieran en sueños frustrados.

Por otro lado, Yuji percibió inmediatamente la hostilidad de Megumi cuando fue a saludarlo; recibió un escueto asentimiento de cabeza y luego el moreno optó por ignorarlo durante el resto de la noche. Itadori no entendía la razón de ese comportamiento tan desagradable por parte del pálido chico. Por más que intentó acercarse a él siendo amable para iniciar una conversación, su prometido buscó todas las formas posibles de actuar como un completo imbécil. Se sentía molesto; no había hecho nada malo y aún así solo conseguía una absoluta antipatía. Decidió apartarse de los invitados, tratando de calmar su malestar, aunque la insistencia de sus padres lo estaba conduciendo al desespero.

—¡Me quiero ir de esta casa! —inició Itadori, alzando la voz con fastidio—. ¡Ese tipo me odia! ¡Ni siquiera puede ocultar su desagrado por mí!

—Si ese es el caso, tienes la obligación de hacer lo necesario para cambiar su actitud —dijo Kaori, la madre de Yuji—. Desde generaciones pasadas hemos estado unidos a la familia Zenin, y ahora no será diferente.

—Entonces eso deberías decírselo a él, mamá —respondió Yuji, mirando seriamente a la fémina—. Vine con toda la disposición de aceptar el matrimonio, y Megumi solo busca humillarme.

—Hablaré con Toji para que estés más tranquilo —contestó la mujer, soltando un profundo suspiro—. Jamás pensé que esta reunión se convertiría en un verdadero problema.

Yuji observó cómo su madre se alejaba para conversar con el padre de su prometido. Sin embargo, su acción solo provocó que la ira de Megumi incrementara. El alto chico avanzó rápidamente entre los invitados, con el ceño fruncido, y sin ninguna delicadeza, lo agarró del brazo, arrastrándolo hacia el patio trasero de la imponente mansión.

—¡¿Qué demonios es lo que quieres?! —gritó enfurecido el de ojos esmeralda—. ¡¿Cuántos años tienes para ir a quejarte como si fueras un maldito crío?!

—¡Suéltame, idiota! ¡No voy a permitir que me trates de esa manera! —replicó el adolescente más bajo, soltando un manotazo a Megumi—. Ya tuve suficiente de tus desplantes.

Megumi miró con detenimiento el rostro irritado de Yuji. Sabía que el muchacho no tenía la culpa del compromiso; también era una víctima, al igual que él, de todo el caos que ambas familias habían organizado. Indirectamente, se estaba desquitando con la persona equivocada. No había manera de cancelar el matrimonio; debía aceptarlo, o más adelante sería un inconveniente mayor tener que lidiar con el Consejo de ambos clanes.

—He sido muy grosero contigo, Yuji. Te ofrezco una disculpa —expresó el joven con cierto arrepentimiento—. Probablemente saber que tengo un compromiso con alguien que apenas conozco ha sobrepasado todos mis límites.

—Te entiendo, porque yo me siento de la misma manera, Megumi —murmuró Itadori, desviando la mirada hacia el suelo—, pero intentemos llevarnos bien. Quizás si ponemos de nuestra parte, esto funcionará.

Yuji sonrió gentilmente y le ofreció la mano como gesto de reconciliación al moreno. Desde ese instante, ambos se sintieron conectados de alguna manera, porque estaban seguros de que les esperaba un buen matrimonio en el futuro. Megumi correspondió al ademán y se prometió a sí mismo que le daría una oportunidad a su prometido.

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