Día 6: Primer amor

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En su último año de secundaria, Megumi conoció a Yuji, y desde entonces todo cambió. A menudo se metía en problemas con los pandilleros de la escuela, ganándose así una mala fama de conflictivo. Aunque sus calificaciones eran extraordinarias, su comportamiento agresivo manchaba su imagen como un modelo de estudiante perfecto. Los profesores ya no podían controlar a Fushiguro; incluso dejaron de enviar citaciones cuando se enteraron de que el padre del adolescente lo había abandonado a su suerte. Desafortunadamente, la madre del chico falleció durante el parto, dejando al moreno solo para sobrevivir con el subsidio del gobierno. En cierta medida, comprendían el origen de su ira.

Por otro lado, Yuji tenía un carácter muy distinto al de Fushiguro: era amable y siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás. Muchos atribuían esta actitud a su subgénero como Omega, aunque en realidad fue criado con respeto por su abuelo, quien le inculcó buenos valores. Cuando Itadori vio por primera vez a Megumi, notó el coraje que emanaba de él. Quizás fue porque era susceptible a las emociones negativas del Alfa, o solo le llamó la atención que, siendo un adolescente, estuviera tan resentido con la vida. No resultó fácil ganarse su confianza, ya que el de ojos esmeralda lo rechazaba constantemente. Sin embargo, con el tiempo, su relación se transformó, pasando de ser amigos a convertirse en pareja.

Al terminar la preparatoria, nunca imaginaron que debían separarse. Megumi se ganó una beca completa para estudiar una carrera universitaria en otro país. Desgraciadamente, Yuji no podía ir con él, ya que sería difícil mantenerse al enfrentar la barrera del idioma y no contar con una estabilidad económica. Fue doloroso lidiar con la tristeza de una ruptura. La despedida en el aeropuerto dejó un gran vacío que ambos dudaban superar alguna vez. Itadori se quedó en Japón, el único familiar que tenía, murió de causas naturales. Así que estaba solo, sufriendo con la partida de su Alfa, y cada día que pasaba, el Omega imaginaba que su compañero regresaría a él.

—Hoy se cumple un año más desde que te fuiste, abuelo —susurró con melancolía Yuji, mientras arreglaba las flores del altar dedicado a su memoria—. Te echo mucho de menos, al igual que a Megumi.

Repentinamente, tocaron la puerta principal de la casa que heredó Yuji, y él dejó lo que estaba haciendo para ir a atender. Jamás esperó encontrarse con su antigua pareja. Megumi había cambiado mucho en el transcurso de cinco años desde que partió hacia Estados Unidos; se convirtió en un hombre atractivo y bastante alto. Después de todo, era un Alfa y, por lo general, las personas de esa casta gozaban de tales características. Itadori se sorprendió tanto por la repentina visita que las palabras no le salían. Tuvo que aferrarse a la perilla, evitando así tropezar debido a los nervios.

—Lamento llegar de imprevisto, pero necesitaba verte —dijo Fushiguro, observando fijamente el rostro sorprendido del Omega—. Sé que no tengo ningún derecho de visitarte. Quizás ya tengas pareja, y solo he venido a causar problemas con mi presencia.

—Me cuesta creer que hayas regresado —murmuró Yuji, dándole espacio a Megumi para que entrara—. Despreocúpate, en todo este tiempo me enfoqué en trabajar; las citas no eran parte de mi rutina.

Megumi esbozó una pequeña sonrisa, sintiéndose tranquilo al saber que Yuji no estaba saliendo con nadie. Probablemente era egoísta sentir alegría al enterarse de que no había otro Alfa rondando a su Omega, porque él creía que Itadori tomó la decisión de esperarlo.

—Eso quiere decir que tú...

Yuji interrumpió a Megumi, levantando la mano para indicarle que guardara silencio. Tenía ciertas sospechas sobre lo que diría.

—Ambos estuvimos de acuerdo en terminar nuestra relación cuando te fuiste —inició el Omega, tomando asiento—. No esperes que te reciba con los brazos abiertos después de tantos años. Estás de vuelta en Japón, pero si deseas una oportunidad, debemos sanar primero y ver qué ocurre más adelante, Megumi.

—Lo entiendo, mi intención no es presionarte, Yuji —respondió rápidamente Fushiguro, mientras sujetaba con suavidad la mano de Itadori—. Jamás volveré a dejarte solo. En ese momento, me sentía comprometido a prepararme para darte todo; no pensé que al ser tan radical nos lastimaríamos tanto.

—Tratemos de empezar de nuevo, ahora como adultos —sugirió el Omega, con las mejillas sonrojadas—. Ambos hemos cambiado y debemos aprender a conocernos.

Megumi estuvo de acuerdo; iría al ritmo que Yuji deseaba porque anhelaba volver a sentir ese amor y tranquilidad que solo Itadori podía darle.

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