Día 7: Bombero / universitario

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El sueño de Yuji siempre fue convertirse en bombero; gozaba de un excelente físico y era un joven servicial que buscaba estar para todos quienes lo necesitaran. Hacía poco, Itadori se unió al equipo de profesionales de la ciudad, experimentando varias situaciones de peligro cuando el caos y el fuego se apoderaban de un complejo de apartamentos o casos menos arriesgados como salvar a un animal atrapado en un árbol. Independientemente del asunto que requería de su valentía, el chico de cabello rosado se enorgullecía de su labor, incluso si eso significaba poner su vida en riesgo en reiteradas ocasiones.

Actualmente, Megumi cursaba el último año de la carrera de Veterinaria en la reconocida Universidad de Tokio, Japón. De hecho, ya estaba realizando sus prácticas en un refugio. Desde pequeño, Fushiguro ha sentido una afinidad inexplicable con los animales, sobre todo con los perros. Con frecuencia, su padre le llamaba la atención porque, cada día que regresaba de la escuela, terminaba trayendo cachorros para cuidarlos en su hogar. Sin embargo, al vivir en un modesto departamento, debía cumplir con las políticas del lugar, que prohibían tener mascotas. Cuando cumplió la mayoría de edad, se mudó al centro de la metrópolis, donde adoptó a dos canes.

Durante una noche de guardia, Megumi atendía a una camada de gatos en el albergue. Los voluntarios encontraron a una gata deambulando por las calles a punto de parir, e inmediatamente lograron atraparla para revisarla y comprobar que todo marchaba bien, a pesar de las condiciones que padecía, pero de forma repentina entró en labor y se tuvo que realizar una cirugía de emergencia. La intervención duró varias horas y el personal se dedicó a procurar el bienestar de la madre y sus crías. Luego la trasladaron a un cómodo espacio, asegurándose cada cierto tiempo que su delicado estado de salud no empeorara.

—Estaremos vigilando de cerca la evolución de la hembra —dijo Megumi, observando a la gata aún sedada en la jaula—. Me preocupa su desnutrición, así que alimentaremos a los cachorros cada dos horas con leche maternizada.

No pasaron ni veinte minutos desde que Fushiguro dio sus indicaciones, cuando una fuerte explosión resonó en la parte trasera, específicamente en el área de resguardo médico, donde se almacenaban medicinas y alimentos donados al refugio. Megumi fue el primero en salir a ver qué pasaba, pero las llamas espesas le impedían avanzar más allá.

—¡Tenemos que llamar a los bomberos! —anunció Utahime, la dueña del albergue, visiblemente alterada—. ¡Debemos sacar a los animales lo más rápido posible!

Una de las voluntarias alertó a la estación más cercana, mientras que los pocos que quedaban haciendo sus rondas sacaban a los animales. Megumi fue más arriesgado, dirigiéndose directamente al lugar donde se originó el incendio para asegurarse de que nadie estuviera atrapado por las llamas. Más tarde, las sirenas del camión de bomberos se reflejaban a través de las ventanas cubiertas de cenizas y, en la distancia, se escuchaban las voces de los hombres pidiendo que evacuaran el establecimiento.

—¡Debes salir de aquí ahora! —gritó Yuji, acercándose con pasos rápidos hacia el moreno—. ¡Tus brazos tienen algunas quemaduras!

—Mis lesiones no importan en este momento —contestó Fushiguro, alzando la voz con el ceño fruncido—. Aún quedan algunos animales por salvar.

—No puedo poner en riesgo tu seguridad —razonó Itadori, arrastrando a Megumi hacia la salida—. Los profesionales nos haremos cargo.

Afortunadamente los expertos lograron controlar las llamas a tiempo, evitando así una tragedia mayor al no permitir que se consumiera en su totalidad el local, solo quedó el susto y algunas heridas ocasionadas por el incidente.

—Gracias por ayudarnos —murmuró el futuro veterinario cuando Yuji se acercó a ver cómo se encontraba—. Todos estamos a salvo.

—Es mi trabajo, así que no debes agradecerme —esbozó una radiante sonrisa Itadori—. Lamento haberte forzado a salir, pero las llamas se estaban propagando bastante rápido.

—Pensé que alguien quedaba en el almacén y por eso fui a ver. No me di cuenta de la imprudencia que cometí —alegó el de ojos color esmeralda mientras era atendido por un paramédico—. Me llamo Fushiguro Megumi, un placer.

—Itadori Yuji, encantado de conocerte —respondió el bombero, estrechando la mano que le ofreció el moreno.

Ninguno de los dos imaginó que una lamentable tragedia sería el lugar de su encuentro. Yuji quedó irremediablemente cautivado por el estudiante de veterinaria. Por otra parte, Megumi, aunque era un tipo reservado, sintió curiosidad por el bombero. Parecía que el destino había intervenido para unirlos de la forma menos pensada, pero desde el principio, ambos compartieron un interés mutuo.

Notas de la autora:

Muchas gracias a aquellas personas que votaron y comentaron, me divertí mucho escribiendo para este reto que hoy finalizó.

Espero seguir escribiendo más delante de esta pareja.

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