𝐶𝑎𝑝í𝑡𝑢𝑙𝑜 𝟏:

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Camila Pov:

Me desperté sudando, por tercera vez consecutiva en esta semana. Apenas eran las 5 de la mañana y todo estaba silencioso como siempre. Que tormento.
Llevaba cuatro días aquí , cuatro, y pensaba que me volvería loca. El silencio era una tortura. Dormirme era tedioso , porque no podía dormir. Ni siquiera recordaba cuando dormía , solo estaba consciente de despertar fatigada por la falta de algo: drogas.
La última vez que consumí fue hace días , el día antes de venir. En todo este tiempo he comido poco, la comida y mi garganta no se reconocen. Y en general siento que todo a mi alrededor es una dificultad para continuar con mi existencia.

Decido levantarme de la cama e ir al baño. Hago mis necesidades y elijo bañarme también .
Ya con ropa fresca y  cabello limpio, salgo rumbo a la cocina.
Como no es raro ya, mi abuela tiene hecho café y procedo a servirme. No sé que pasa con la gente de pueblo , despiertan antes de que el sol bostece en el alba. En esta casa , mi abuelo despierta temprano para ir a trabajar , cuidando las nuevas cocechas y luego pasa por la pequeña oficina que lleva los pedidos de verduras y sus cuentas. Allí se encarga de distribuir a varios proveedores y mantener los contratos al día . También imparte clases de agronomía a muchachos de la universidad en la ciudad , pero eso no es siempre , creo que son pocas frecuencias a la semana. En general , ya a las 6 de la tarde está en casa.

Mi abuela mientras tanto, prepara el desayuno temprano para ambos, aunque ella si entra a trabajar a las 9am en la pastelería del centro del pueblo. Viene a preparar el almuerzo y se vuelve a ir. Termina su jornada a las 4 de la tarde.

Si, tengo sus rutinas, lo que indica que mi cerebro aún funciona.
Salgo al patio y veo que poquito a poco va amaneciendo. Corro a buscar mi cámara y hago unas cuantas fotos aceptables que miraré en un tiempo para recordar.... no lo sé, pero me han gustado.
Observo la piscina de postes con la lona hechada. Dejo las chancletas y decido caminar por el césped corto.
Últimamente fijo mi atención en pequeños detalles y sensaciones que antes me parecían mediocres.
Sentir el césped bajo la planta de mis pies me transmite una libertad infinita, como si nada fuera imposible , y tener el privilegio de haber visto dos o tres amaneceres, me relaja bastante , casi como si el pasado no existiera .
Respiro mirando al cielo.
Pasado un rato entro a la casa para ver a mi abuela terminando el desayuno. Ahora son las 7:30. Creo que miré el cielo por mucho rato.

-Buenos días - la saludo amablemente. Tampoco soy una nieta tan malvada.

- Buenos días Camilita- responde recogiendo las tostadas en un plato blanco de bordes azules.
No me gusta que me diga "Camilita" , pero a la vez es como si me hiciera sentir que soy una pequeña niña que necesita de cuidados delicados. Y no está lejos de ser verdad. Decido tragarme mis pensamientos y no decir nada.

-Ya te vas ? - pregunto curiosa y me siento a la mesa.

- No, tu abuelo acaba de irse, y yo desayunaré contigo- me regala una sonrisa amable y se sienta a mi lado.

Comenzamos a comer en silencio y yo estoy al borde de desquiciarme. Le he dado una mordida a la tostada con mantequilla, y sorbos medianos a mi segunda taza de café.

- Por qué no comes? - pregunta desinteresadamente, casi como si no le importara, pero se que si.

- No lo sé - respondo pasando el dedo por los bordes azules del plato .

- Si no te gusta , puedo prepararte algo más - ofrece.

- No, está bien, no creo que quiera comer algo más - suspiro.

-Estás muy flaca , Camila. Se que apenas duermes. Así jamás vas a...- se corta - estar bien- agrega mirándome esta vez.

- Abuela, no es mi intención , ok? Simplemente no puedo- digo enojada. Ni siquiera se porqué me molesté.

𝑃𝑖𝑒𝑧𝑎𝑠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora