"¡Martin! ¡Espérame!" Chilló un Juanjo de doce años, corriendo detrás de su amigo.
Era tarde y estaba oscuro, era muy probable que si el menor seguía corriendo a esa velocidad entre los árboles se iba a acabar haciendo daño.
Juanjo tuvo que limpiarse el sudor de la frente con el antebrazo, al fin y al cabo, estaban en agosto y hacía calor. Eso, sumado a que estaba intentando seguirle el ritmo a Martin, le estaba sofocando. Por lo que decidió pararse un momento. Nunca había sido del tipo deportista, a él le gustaba más cantar y tocar el clarinete, pero su mejor amigo parecía haber olvidado eso, juzgando por lo rápido que estaba corriendo.
"¡Vamos, Juanjo! ¡Que no llegamos!" Escuchó gritar al menor a varios metros por delante de él.
Esa noche había lluvia de estrellas, y justo tenían la gran suerte de que esos días los estaban pasando en la casa familiar de Juanjo, en Magallón. Tanto Martin como él solían vivir en Madrid durante el curso escolar, pero ahora que estaban de vacaciones, el pequeño había ido a visitarle un par de días a su pueblo. Había sido él quien le había convencido para escabullirse por la ventana de la habitación de Juanjo para ir a ver la lluvia de estrellas en la naturaleza.
Y como se trataba de Martin, Juanjo no le podía negar nada.
Desde que tenía memoria, tenía una debilidad por el vasco. Siempre había sido más especial que sus otros amigos, incluso desde una muy temprana edad supo darse cuenta de eso. Pero eso era porque era su mejor amigo ¿no?
Justo cuando estaba por reiniciar su carrera, escuchó un quejido a lo lejos, seguido de un golpe brusco. Intuyendo que aquel estruendo era Martin, corrió preocupado hacia él, con cuidado de no pegársela con la poca luz que había.
"Ay." Lloriqueaba el menor, tirado en el suelo cuando Juanjo llegó hasta él.
"Te había dicho que no corras tanto, que te ibas a caer." Le regañó, parado en frente a él con los brazos en jarra.
Se sintió mal instantáneamente cuando vio como los ojos de Martin brillaban, llenos de lágrimas que el niño de diez años intentaba contener. Se arrodilló junto a él y le agarró suavemente por las mejillas, elevando su rostro para que le mire. "¿Estás bien?" Preguntó.
Martin negó avergonzado entre sus manos, con algunas lágrimas derramándose finalmente de sus ojos. "No, me duele mucho el tobillo."
Juanjo, muerto de ternura por verlo así, limpió las lágrimas suavemente con su mano.
A continuación, se puso de pie y extendió una mano hacia el otro. "¿Te puedes poner de pie?"
El vasco agarró su mano y se ayudó de ella para levantarse, pero en cuanto apoyó el pie lastimado en el suelo soltó un quejido lastimero. Juanjo no soltó su mano en ningún momento, sirviéndole de apoyo para que no se apoyara en el tobillo dolido y perdiera el equilibrio.
"A lo mejor te lo has torcido, vamos a casa a que te lo miren."
Los ojos de Martin se abrieron de más, reflejando una tristeza incluso más grande que la que habían tenido segundos antes, cuando las lágrimas todavía corrían por sus mejillas. Juanjo no pudo evitar pensar que se parecía a Bambi, enternecido.
"No, Juanjo. Por favor." El menor tiró de su mano, con ojos suplicantes. "No podemos irnos a casa, yo quiero ver la lluvia de estrellas." Lloriqueó.
Juanjo se lo quedó mirando, pensando si hacerle caso.
"Venga, porfi."
El mayor suspiró. Ya la habían liado solo con salir de casa a escondidas, pero cuando sus padres viesen que Martin probablemente se había hecho un esguince les iba a caer una buena. Si les iban a castigar, que por lo menos valiese la pena.
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Lo fácil que es quererte (y lo difícil que es decírtelo)
FanfictionJuanjo ha amado a Martin desde que tiene memoria, pero se niega a confesárselo a su mejor amigo por miedo a perderlo. O, cinco veces en las que Juanjo casi le dice a Martin que le quiere. Y la vez en la que lo hace.