Segunda vez

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Juanjo se encontraba realmente mal.

No había dormido nada esa noche y el dolor de cabeza lo estaba matando. Además de eso, su cuerpo no paraba de tiritar a causa del frío que le estaba provocando la fiebre.

No era de extrañar que estuviese en ese estado, probablemente salir a la calle en manga corta en pleno enero no había sido lo más inteligente por su parte. Pero también había que entenderle, llevaba una hora muriéndose de calor en clase de educación física. En cuanto tuvo la oportunidad de tomar algo de aire fresco, lo hizo sin pensárselo.

Ahora le pasaba factura, porque no se había encontrado así de mal en sus quince años de vida.

Se encontraba solo en su casa, sus padres y hermano se habían ido hace aproximadamente una hora, a hacer su vida cotidiana de un miércoles por la mañana a pesar de su enfermedad. Tampoco es que esperase que alguien fuese a quedarse con él, pero no negaba que le hubiese gustado tener a alguien con él.

En ese momento, casi como una respuesta a su plegaria, sonó el timbre de su casa.

Reuniendo todas las fuerzas que le quedaban en su debilitado cuerpo, se arrastró fuera de su cama, para dirigirse a la puerta. Una vez allí, echó un rápido vistazo por la mirilla para comprobar que fuese alguien conocido.

Fue entonces cuando vio la inconfundible cara de su mejor amigo parado frente a la puerta de su casa, con la mochila de clase colgada al hombro. Se apresuró a abrir la puerta, sorprendido por la visita. "Martin, ¿Qué haces aquí?"

"Buenos días a ti también." Respondió el vasco, metiéndose en su casa sin pedir permiso. Que, de todas formas, era casi su segunda casa y no tenía que pedir permiso para entrar.

El mayor cerró la puerta detrás de él y le siguió con la mirada mientras este se descalzaba en el recibidor, pero no se movió de su sitio, confundido.

El otro chico, en cambio, no parecía nada sorprendido mientras tendía su abrigo junto a los demás en la percha junto a la puerta.

"Tu hermano me ha dicho que estás malo y que te has quedado solo en casa. Así que he venido a hacerte compañía." Se explicó finalmente al ver la expresión extrañada de su mejor amigo.

A Juanjo se le extendió un calor por el pecho al escuchar esas palabras, un calor que por unos segundos le ayudó a dejar de sentir el frío causado por la fiebre. Pero no pudo evitar sentirse mal, al ver que su amigo se saltaba las clases por su culpa.

"No te puedes saltar las clases por mi culpa. A mí me lo van a justificar, pero a ti no." Dijo, casi regañando al vasco. "Además, te vas a contagiar."

Martin rodó los ojos para luego acercarse a Juanjo y agarrarlo suavemente de la muñeca. "Sabes perfectamente que eso me da igual." Y empezó a tirar de él hacia la habitación del maño. "Sé que no te gusta estar solo cuando estás malo."

Esta vez el calor subió por su cara, avergonzado de que el menor le conociese tan bien. Por otro lado, que justo fuese Martin quien le hiciese esa compañía no hacía más que echarle leña al fuego.

Con el paso del tiempo, Juanjo se hizo a la idea de que no veía a Martin solo como un amigo. Le gustaba, probablemente siempre le había gustado un poco, pero no quería admitirlo en voz alta por las implicaciones que eso pudiese conllevar. Era algo a lo que normalmente no le prestaba atención, algo que enterraba en su pecho con la esperanza de que solo era un crush que acabaría pasando con el tiempo. Igualmente, no podía evitar reaccionar de determinada manera ante algunas conductas de su mejor amigo.

No era de piedra.

Ya de vuelta en la habitación, Martin insistió en que Juanjo volviese a meterse en la cama mientras él rebuscaba en el armario del maño en busca de algún pijama que se pudiese poner. Desapareció brevemente de la habitación tras haber encontrado uno, para volver a los minutos cambiado.

Lo fácil que es quererte (y lo difícil que es decírtelo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora