#Omegaverse referenciado (no es el eje central, solo se menciona)
#Relacion establecida
\\1511 palabrasNi siquiera yo misma entiendo por qué me esfuerzo tanto por agradar a mi esposo. Él no es precisamente un hombre apuesto o destacado; más bien, parece carecer de cualidades sobresalientes. Su voz común y chillona se ha vuelto casi insoportable para mis oídos, y su cabello enmarañado, como un nido de pájaros a medio construir, solo añade a su aspecto descuidado. Ni qué decir de sus extrañas fantasías, que parecen brotar de la mente de un delirante psicótico. Esta persona molesta e irritante es, sin embargo, el dueño de mi corazón o una parte de el.
Mientras me reclinaba sobre mi silla, un aroma familiar llegó a mi nariz, un olor a pólvora cosquilleo mis sentidos y anuncio su presencia. Lo vi pasar por el pasillo, con sus pantuflas felpudas y una canasta de ropa sucia en sus manos. En ese momento, lo reduje a la imagen de un amo de casa, una actividad que parece adecuada para alguien tan explosivo y lleno de ansiedades. Es un espacio cómodo y seguro donde puede desarrollarse, claro, siempre bajo mi atenta mirada.
No sé qué es lo que me resulta tan cautivador de él. Tal vez sea la forma en que mueve sus pies o el amargo aroma de sus feromonas. Pero sé que hay algo más allá de mi propia comprensión, algo oculto tras esas ojeras y esa pálida piel enfermiza que no me permite dejarlo (no es como si realmente quisiera alejarlo). Es una fascinación que desafía la lógica o mejor dicho: la mía.
Mientras mi mirada se deslizaba por la puerta entreabierta del cuarto de baño, no pude evitar fijarme en la esbelta figura de mi esposo. La forma en que se inclina hacia adelante, con ese suave movimiento de sus caderas, cada vez que introduce una prenda sucia en la lavadora, cautiva mi atención. Observo la manera en que sus dedos se hunden en la tela y los pequeños espasmos que recorren su cuerpo, imagen escabrosa de la que no puedo apartar mi atención.
Mi mirada desciende por su nuca, observando cómo los mechones de su cabello rubio y alborotado se mecen con cada movimiento. Paso por sus hombros, cubiertos por una holgada camiseta, hasta llegar a su estrecha cintura y ese trasero que se oculta bajo el suave pantalón de pijama. Doy un sorbo a la taza de leche endulzada que él ha preparado con la cantidad exacta de ingredientes, logrando un sabor equilibrado donde puedo apreciar por igual la dulzura de la leche y el azúcar. Dejo la taza sobre la mesa y apoyo mi cabeza en la palma de mi mano, sin dejar de observar la figura de Tweek de espaldas.
Me agrada ver cómo separa cuidadosamente la ropa por colores; él sabe hacer bien su trabajo. Me gusta escucharlo murmurar mientras divide cada prenda, consciente de que una temperatura de agua demasiado fría o caliente puede arruinar una buena camisa, o de que mezclar colores con prendas blancas puede provocar que los tonos se fusionen. Incluso el uso del detergente adecuado parece ser una prioridad para él, evitando así que la ropa se manche. No sé si es la precisión en sus tareas o simplemente su forma correcta de hacer las cosas lo que me atrae, pero es algo que me fascina en silencio.
un torbellino de preguntas asalta incesantemente mi mente, todo mientras veo a ese chico. Desde el momento en que lo conocí, me he cuestionado si lo que siento es verdadero amor o simplemente un capricho u obsesión pasajera. ¿Qué significado tiene el amor cuando no parece tener razones válidas que lo respalden? Después de todos estos años juntos, aún me debato.
¿Estoy a su lado porque realmente lo quiero o meramente por la forma en que desempeña sus tareas? Sé con certeza que no es lo segundo, pues yo mismo soy capaz de llevar a cabo cualquier labor doméstica o actividad que un adulto responsable pueda realizar. Por lo tanto, no puedo atribuir mi apego a su manera de hacer las cosas, ya que puedo desenvolverme perfectamente bien sin él. Después de cinco años juntos, sigo sin encontrar las respuestas. Esto ya debe ser un caso de estudio científico.
Observo cómo su mano alcanza la perilla y acciona la lavadora, saliendo luego del cuarto de baño y encontrando brevemente mi mirada con la suya. Cuando se acerca a donde estoy sentado, me habla con esa voz irritante que, sin embargo, capto con atención a cada palabra y gesto. Me fascina la sutil forma en que mueve sus manos, con una elegancia casi hipnótica. Cómo se pone nervioso al creer que ha olvidado algo y pasa sus dedos por sus muslos, frenético intentando recordar. Me deleito al verlo colocar los brazos sobre la mesa y cruzarlos, después de lograr tranquilizarse. También me cautiva la forma en que su pierna ansiosa deja de balancearse de arriba a abajo, golpeando el suelo con el talón, y cómo sus ojos se abren ligeramente, brindándome toda su atención.
Aun así, sigo sin comprender qué es lo que me atrae de él, si es realmente amor o simplemente un capricho que se ha vuelto una obsesión. Es como si mi corazón y mi mente se encontraran en un conflicto permanente.
—Te quiero— Las palabras escaparon de mis labios casi de manera involuntaria, como si él me tuviera bajo un hechizo.
Me gusta ver cómo se pone nervioso, inventando excusas para no responder, cómo esconde las manos entre sus piernas y se encoge de hombros con sus labios apretados tras cada palabra. Esa forma en que sus pestañas aletean como las alas de una mariposa y su sutil forma de desviar la atención a otros temas, mierda. Mis comisuras se elevan, formando una sonrisa suave; no es algo que haga con frecuencia, pero él logra que lo haga.
Es extraño, no odio este sentimiento, pero él me provoca un dolor de estómago y hace que mi cara se sienta cálida, con mis palpitaciones acelerándose, como si fuera una bomba a punto de estallar en mi cuerpo entero. Él hace que mis músculos duelan y mi estómago gruña.
Noto cómo su nariz se mueve cuando capta mi aroma, y veo el pánico reflejado en su mirada mientras salta de su asiento. Me hace sentir hambriento, pero no de una forma degenerada o predadora. Es difícil de explicar, no son las típicas "mariposas en el estómago", pero tampoco son esas ansias de devorar su carne y roer sus huesos.
Acerqué mi mano a la suya, entrelazando nuestros dedos y sintiendo la textura de sus manos, poco finas, las de un hombre que ha trabajado muy duro, con cicatrices, elevaciones y callosidades en las palmas y yemas. Me gusta su calor, no es diferente a tocar a otras personas, pero con él adquiere una cualidad única e incomparable.
—Sabes lo que quiero, cariño—, dije en voz alta, notando cómo se ponía nervioso. Es como si fuera un adolescente con su primera pareja; de hecho, es bastante infantil de su parte, aún sentir vergüenza a pesar de todo el tiempo que hemos pasado juntos. Me hace pensar que en realidad se siente demasiado cómodo conmigo, algo que normalmente no debería agradarme, pero la idea de que me necesite: me excita.
Justo cuando rodeaba su cintura con mi brazo y mis manos subían por su mejilla, hasta el mechón rebelde de cabello que escondo tras su oreja, mi romántico beso fue ferozmente interrumpido por una risa bulliciosa, infantil y los pasos yendo y viniendo de aquí para allá.
Ambos miramos a la mocosa a la que llamo hija, siempre interrumpiendo. Ella hace un gesto de enojo cuando ve que abrazo a mi esposo, y Tweek intenta alejarme. Mis ojos se abren con leve sorpresa, al igual que los de Tweek, al oír a nuestra hija hablar.
—¿Mamá?— Repetí la frase, sintiendo el cálido aliento de Tweek en mi cabeza mientras todo movimiento cesaba. Seguí apoyando mi cabeza en su pecho y luego subí la mirada, notando que en efecto se encontraba en estado de shock.
Vi su garganta, su tráquea moviéndose al tragar saliva. Lo sentí y me coloqué erguido, deleitándome con lo pequeño que se veía en comparación conmigo (no es que Tweek sea realmente un hobbit, simplemente yo y los que nacemos con mis características, somos demasiado altos).
—¿Harley, por qué le dijiste 'mamá' a Tweek?—, pregunté.
Ella, con su infantilidad argumento y esta vez no pude evitar reírme: bañarla, acostarla, peinarla, darle de comer, decirle que la quiere. Cosas básicas que todo padre haría, pero para mi mini clon, eso es como se comporta una madre, y de hecho, creo que es la primera vez que estoy de acuerdo con alguien de 6 años.
—Mamá Tweek, es un lindo apodo—, dije en broma.
Ahora que lo pienso, ya entiendo un poco mejor mis propios sentimientos. No es que ame a este sujeto de manera tradicional, quizás, simplemente necesito dejar de pensar tanto en ello y disfrutar de la sensación que me provoca su presencia.