VIII

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Afortunadamente, Roger no la presionó sobre el tema. La llamó sólo para agradecerle su respuesta y decirle que debería "tomarse todo el tiempo que fuera necesario".

El viernes a las 15.00 horas pudieron completar el último expediente de documentación pendiente con todas las firmas y sellos que pudieran necesitar para seguir trabajando en suelo australiano. Roger entró en la sala de conferencias con una sonrisa radiante, estrechó la mano del equipo y les agradeció su arduo trabajo.

- ¡Saskia! – Llamó desde el otro lado de la mesa de conferencias, quien estaba recogiendo sus cosas y lista para partir. Habia estado despierta hasta las 3:55 am organizando la última parte del papeleo y enviando los documentos escaneados a Ted.

- Roger. - lo saludó con una sonrisa.

- Gracias. – repitió acercándose a ella y ofreciéndole la mano.

- De nada. – respondió ella, estrechándola en la suya. – Hablaremos la próxima semana.

- ¡Sí Sí! Equipo, ¡ahora mismo tenemos que celebrar! - afirmó. Ella negó con la cabeza, no había manera de que saliera a tomar algo estando tan cansada. – ¿Vienes con nosotros, al menos durante una hora? - Preguntó.

Respiró hondo, miró a su alrededor y vio los rostros que hicieron posible su trabajo.

- Bien, sólo una hora. – Ante su respuesta Roger sonrió emocionado.

Pero no, no fue sólo una hora. De hecho, regresó a su hotel el sábado a las 5:00 am. Roger la dejó al frente del mismo y le agradeció una vez más por su arduo trabajo, recordándole la conversación pendiente. Ella asintió y le agradeció por el viaje.

Se arregló el traje, se acomodó el bolso en el hombro y caminó por el vestíbulo durante lo que le pareció un rato muy largo. Casi volvió a estrellarse contra una columna y un par de pasos después, sus tacones de resbalaron vergonzosamente sobre el suelo de mármol.

- Srita. De Merindol , le pido disculpas, nuestro equipo de limpieza acaba de quitar el letrero. – dijo un miembro del personal caminando hacia ella.

- No hay problema. – dijo con una sonrisa, tratando de sonar lo más serena posible.

Saskia siguió caminando hasta que finalmente llegó al ascensor, presionó el botón y las puertas se abrieron en el que estaba a su lado. El viaje hasta su suite fue horrible, todo giraba tan rápido que tuvo que apoyarse contra la pared del ascensor. Cuando finalmente llegó a su piso, caminó lo más lento posible, pero no pudo evitar balancearse hacia los lados a veces.

Abrir la puerta fue un desafío: pasó la tarjeta demasiado rápido o lento. Después de gruñir un par de veces de frustración, escuchó a alguien detrás de ella.

- ¿Necesitas ayuda?

Se giró y vio a una pareja de su edad vestida con ropa para correr, probablemente huespedes de su piso. Antes de que pudiera decir que no, porque estaba segura de poder abrir su propia puerta, el hombre amablemente tomó la tarjeta de su mano y la deslizó por el lector. Para su sorpresa, la puerta se abrió inmediatamente.

- Gracias... – murmuró apenada, aceptando la tarjeta de vuelta. La pareja le dedicó una cálida sonrisa y continuó su camino hacia el ascensor.

Una vez dentro intentó sacar su celular del bolso, soltando un frustrado: "Que mierda!" cuando el dispositivo se quedó atascado en el bolsillo. Arrojó el bolso sobre el sofá con molestia y se quitó los tacones, luego corrió directamente al baño cuando sintió que las náuseas le subían a la garganta. Después de vomitar, sintió la necesidad de darse una ducha, así que se paró bajo el rociador, dejando que el agua corriera desde su cabeza hacia el resto de su cuerpo. Una vez que salió, sintiéndose más lúcida, fue a buscar su teléfono celular y lo dejó cargando en la mesa de noche, luego se dejó caer desnuda en la cama y se quedó dormida con los rizos cubriendo parcialmente su rostro.

ENCUÉNTRAME A MITAD DE CAMINODonde viven las historias. Descúbrelo ahora