-911, ¿Cual es su emergencia?-
-Hay un niño de unos 18 años en la puerta de mi casa, su camisa tiene sangre...-
Fue lo que escuchó la policia detras de la linea una madrugada que creían era como cualquier otra, proviniente de una señora mayor que v...
-¿Lo conoces?- Cuestionó en un tono amable la oficial Jeon. Tal como el primer día ahí se encontraban, frente a frente, Soyeon y Jay, en una pequeña mesa lo único que reposaba era la foto de una persona.
Luego de la última salida que Jongwoo había tenido, comentó que al encontrarse con aquel hombre en el parque mientras estaba en su día libre, lo que logró transmitirle en esos fugaces momentos, fueron unas vibras escalofríantes y curiosas al mismo tiempo. Entonces fue que se dio el tiempo de investigar quien era, llegando así a una pista fundamental, que sea coincidencia o no, daba en el clavo con su más reciente hipotetis.
El señor Kim no habría trabajado solo, ya que la única persona que lo conocía como la palma de su mano, no era nada más ni nada menos que, si, el secretario y mejor amigo de Jongin, Park Chanyeol
Jeon Soyeon llevaba trabajando como policia y criminalista casi 10 años, sabía cuando una persona decía la verdad o cuando claramente mentia en sus narices. Jay tras escuchar la pregunta y analizar bien las facciones del hombre, se tensó, y era casi imperceptible, pero sus manos temblaron ligeramente. No respondió, más su lenguaje corporal ya lo decía todo.
-Jay, mirame- Pidio con una dulce voz, los ojos del castaño reflejaban nerviosismo, recordandole al primer instante en que la pelinegra acepto hacerse cargo del caso -Jongwoo y yo estamos haciendo lo posible para darle un cierre a esta fea historia que te tiene como protagonista, ¿Puedes ayudarnos?- Tomó con delicadeza una de sus frias manos -Así nadie más podrá dañarte y lograras salir de aquí-
La habitación que en un momento era silenciosa, con el pasar de los meses, las visitas y los progresos que tenían junto a Jongwoo diarios, habían sabido alegrar las paredes acolchonadas del lugar. Repleto de dibujos hecho por ambos, tal como si tuviesen 5 años y una madre atesorara los mismos para toda la vida. Jay cada día lograba formular más palabras en voz alta, era felicitado cada que lo hacía y eso siempre lo alentó a seguir haciendolo. pero ahora, parecía morder sus labios con fuerza para evitar que cualquier sonido saliera de entre sus labios.
-¿Se te hace conocido?- Repitió.
Y luego de unos segundos, Jay respondió -C-Creo...Si- Susurró con clara dificultad.
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Cuatro paredes rigidas, tres pintadas de un color azul oscuro y el la cuarta, un gran espejo conocído por ser de reflejo unidireccional. En el centro yacía una blanca y gran mesa con dos sillas enfrentadas, una estaba vacía y en su lugar, mientras que en la otra un hombre imponente y mayor ocupaba el lugar. No había demasiado silencio como en otras comisarias, al contrario, por detras de la, igual oscura, puerta de madera, se escuchaban pasos y personas compartiendo conversaciones acerca de otros casos o de asuntos cotidianos de su vida.
Unos minutos después la ya mencionada puerta se abrió, dejando ver a una mujer pelinegra, de ojos razgados y penetrantes, y un traje al parecer hecho a la medida que resaltaba más su fugura; detrás un chico delgado, de ojos gatunos y vestido con ropa casual, portando en sus manos una carpeta de color marrón. Este último no parecía un policia ni un oficial para nada, a diferencia de la mujer, quien relucía su placa colgando de su cuello.
