39. Creo que te amo (parte III)

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Desperté en la misma cama, sobre las misma sábanas y completamente solo. Me ardían los ojos, había llorado toda la noche.

Maurice no se contuvo y trató mi cuerpo con desprecio y maldad.

¿Debería sentirme feliz por lo ocurrido la noche anterior?

Estaba tan confundido, tan débil, tan lastimado y tan asustado que pensar con claridad era un lujo que no podía darme.



Hacía horas que escuchaba a Maurice vociferando cosas en otro idioma. No sabía lo que estaba ocurriendo y tampoco entendía la reacción del alfa.

Comencé a aplaudir, esperando que alguien viniera, estaba sediento y hambriento. A los segundos, Maurice, apareció debajo del umbral de la puerta.

- ¡¿Qué quieres?! - me gritó.

- Tengo sed y hambre. ¿No piensas traerle comida a quien engendrará a tu hijo? - le dije con poca fuerza, sin despegar la cabeza de las sabanas.

- ¡Cállate!- bramó con furia.

- También vas a torturarme privándome de agua.

Maurice se alejó y después de unos minutos me trajo agua y una bandeja con quesos.

- ¡¿Queso?! ¡Quiero comer carne! ¡Un bebé no crecerá bien, sino me alimentas correctamente! - Le dije.

El alfa me lanzó una mirada despiadada, alzó su mano y con toda la fuerza de su brazo, me propinó una cachetada que me dejó incapaz de volverme a levantar.

Lo merecía.

- Prometiste que no me lastimarías. - chillé.

Maurice salió de la habitación y nuevamente me dejó solo con mis pensamientos.



Con la mente mucho más despejada, podía acomodar los sucesos ocurridos la noche anterior, tenía muchas dudas:

¿Por qué Maurice no avanzó?

¿Qué le impidió violarme?

Tal vez es bueno, dijo esa voz en mi cabeza.

Desde el momento en que desperté en esa casa, la voz de mi cabeza, que se había mantenido en silencio durante mucho tiempo, regresó y me llenó de preguntas, pero también, me acompañó.

¡Cállate! Eso no es posible. Maurice es cruel y despiadado, jamás se detendría a menos que algo lo obligara.

Yo me siento muy bien ¿Y tú?

Era verdad, me sentía muy bien. Estaba triste y extrañaba a Camil y también a mis padres pero todo en mí, parecía funcionar bien.

Quiero a Camil

Esa voz se pronunciaba y me impedía pensar en otra cosa que no fuera Camil.

Quiero a Camil. Quiero a Camil. Quiero a Camil. Quiero a Camil.

De pronto un pensamiento nuevo, me invadió: "Resfrió". Tal vez mi enfermedad, ese extraño olor emanado de mi piel, ya se hubiera ido. ¡Como un resfriado!

Eso explicaría, el porqué Maurice no me atacó, sin embargo no explicaba lo demás.



Tres días habían transcurrido, Maurice apenas me hablaba, cada vez que entregaba la comida, me lanzaba una mirada de repulsión y escondía un reproche detrás de una creciente desesperación. Me negaba a preguntar, no quería volverlo a tener cerca.

CORONA DE SANGRE (Parte 1: "Sin Omega")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora