8. Imperdonable.

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A las dos de la madrugada, me encontré con un mensaje del acosador en mi teléfono, donde adjuntaba la planilla de datos completada y la encuesta de doscientas preguntas respondidas una por una.

La inmediatez del sujeto fue una alerta para mí, todo en él, era una alerta pero mis opciones no solo eran limitadas sino inexistentes, no podía darme el lujo de ser exigente.

Dentro de las condiciones estipulé como primer punto que todas las evaluaciones que se realizaran, fueran con el sujeto de prueba en estado inconsciente, esto reducía todo riesgo sobre mí, algo que creía sumamente necesario.

Después de leer la ficha con los datos personales del acosador, tomé un breve descanso entre los cojines y a las cuatro horas desperté, aún debía preparar el laboratorio para recibirlo.

Me vestí con uno de los trajes estériles y herméticos para evitar que mi olor quedara impregnado en el lugar y comencé con una limpieza profunda y minuciosa de cada parte del laboratorio. Terminé al cabo de un par de horas, aún quedaba un buen tiempo para el encuentro, por lo que me dispuse a leer las respuestas del sujeto a la entrevista.

Camil Coz Milán, tenía veintisiete años, había nacido en el país pero al cumplir el primer año de vida, su familia se trasladó al extranjero. Comenzó a dirigir el área financiera de la empresa familiar con solo veinte años y adquirió la experiencia necesaria para encargarse de la empresa de telas y las minas de su familia. Cuando cumplió veinticinco años, sus padres enfermaron gravemente tras contraer un virus desconocido en uno de sus viajes, pero gracias a la intervención de los doctores Chalamet, ambos progenitores se recuperaron.

Ahora podía entender el afán del sujeto por entrevistarse conmigo, al conocer un poco de su historia podía quedarme más tranquilo, sin embargo me negaba a bajar la guardia, no después de lo vivido con el guardaespaldas que también conocía y admiraba a mis padres.


***


El señor Milán se apersonó en mi puerta de entrada, quince minutos antes de la hora fijada. Miré por la pantalla y vi la espalda de un hombre.

- ¿Señor Coz Milán? – Llamé por el intercomunicador. - ¿Es usted?

- Lo soy – escuché.

Tomé mi teléfono antes de permitirle el acceso, volví a vestirme con otro de los trajes herméticos y me dirigí a mi habitación donde pude registrar mediante el acceso a las cámaras, el recorrido del hombre.

Marqué su número y cuando aceptó la llamada, abrí la puerta de entrada:

- Buenos días, señor Coz Milán.

- Puede llamarme Camil. – mencionó aclarando su garganta.

- Buenos días, señor Coz Milán. – Repetí.

- Buenos días. – saludó a regañadientes.

- Avance hacia la casa y deténgase frente a la fuente. Allí encontrará la entrada al laboratorio, cerca de los arbustos. – Lo guié.

Podía escuchar la grava bajo sus pisadas.

- Avíseme cuando esté listo para ingresar. – Pedí.

- Lo estoy – Respondió. - ¿No podré verlo?

- Recuerde que dentro de las condiciones que aceptó, se estipulaba que nuestro contacto sería limitado. – Le aclaré.

CORONA DE SANGRE (Parte 1: "Sin Omega")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora