38. Creo que te amo (parte II)

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¡Jamás harías algo que me lastimara porque yo soy tu alfa destinado!

Me quedé de piedra, a mi cabeza le llevó más de la cuenta procesar esa afirmación.

- Nuestras vidas están entrelazadas ¡Me perteneces y yo a ti! Lo supe cuando te vi. Tú no puedes sentirme, pero yo a ti, sí. Sé cuando tienes miedo, sé cuando estás feliz y sé que jamás podrás lastimarme.

- ¡No es verdad! - le dije tambaleándome ante sus palabras.

- ¡Eres mi omega destinado! Ahora estás molesto porque tenía mi pene en la boca de esa escoria. No te preocupes, ahora mismo podemos arreglarlo ¡Te haré mío y me reconocerás como tu alfa!

Maurice caminó hacia mí, cerrándome el paso.

- ¡No tengas miedo! La primera vez será un poco dolorosa pero te acostumbrarás rápido.

- ¡Aléjate, Maurice! - grité aterrado, había algo oscuro en sus ojos.

Ese sujeto frente a mí no era el amigo, al que le guardaba tanto cariño, era un completo extraño.

- ¡Timothée, el destino así lo quiso, nuestra unión es inevitable!

Maurice se abalanzó sobre mí, y yo pateé su entrepierna y salí corriendo.


***


Después de eso y la correspondiente denuncia, ya no pude permanecer solo en la escuela. Mis padres contrataron a dos guardaespaldas, pero aún así, Maurice continuó acechándome. A diario, recibía mensajes recordando nuestro vínculo, el alfa no parecía enojado con la denuncia, pero se tornó más violento cuando mis padres exigieron una orden de restricción, por la cual tenía prohibido acercarse a mí.



Esa fue una de las veces que agradecí a mis padres por la extirpación de mi glándula de Sisson, estar condenado a formar una pareja con alguien como Maurice, era lamentable.

Tuve que dejar la escuela, después de que el alfa atacó a mis guardaespaldas, había perdido la poca seguridad que tenía.

Finalmente, Maurice mostró su temperamento volátil, narcisista y violento.

No lo condenaron por Corrupción de menores o Abuso, pero sí pudieron condenarlo por agresión a mi guardaespaldas, pero consiguió la libertad después de veinte meses.

Y yo no volví a ser el mismo.


***


- ¡Despierta, Timothée! - Escuché.

Abrí los ojos y me encontré sobre una cama con sabanas inmaculadamente blancas.

Parado contra la pared, Maurice me contemplaba con una sonrisa perversa.

- Maurice. ¿Dónde estamos? - no reconocía el lugar.

- ¿Te gusta? Lo compré hace algunos años. Pensé que te gustaría.

Me levanté de la cama y automáticamente caí al suelo. Mi pie estaba sujeto a la pata de la cama por un grillete con su cadena.

- ¡¡¡Maurice, suéltame!!!

- Lo lamento Timothée, aún no puedo soltarte porque te escaparías.

CORONA DE SANGRE (Parte 1: "Sin Omega")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora