Matt

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         Veo pasar los enormes edificios por la ventana, extravagantes y llamativos, aún más con la caída del Sol y las luces encendidas. Música de los noventa suena en la radio, marcando un ritmo molesto que la señora a mi costado sigue con los dedos. Me irrita y por segundos o lo que llevo de camino desde el vuelo, quiero abrir la puerta y bajarme del auto. Correr lo más lejos posible y alejarme del destino que me depara en esa maldita casa.

     Nueva York es otra cosa, puede ser la ciudad más ruidosa, pero es mi ciudad. Llevo dos años sin pasear por ella y ahora que recupero mi libertad lo único que he visto de ella es el camino al aeropuerto.

     Suspiro agitada, paso mi mano por el bolsillo de mi mochila y saco un paquete de cigarros que le robé a un señor en el aeropuerto después de aterrizar. Saco un cigarro, lo coloco entre mis labios y prendo el mechero.

— No hagas eso en mi presencia...— se queja la mujer. Morena de ojos verdes, cabello rizado con elegancia y vestida como una azafata. Ella es por desgracia, Scarlett, mi supuesta madre.

— ¿Por qué?...— prendo el cigarro y doy una calada.

Hace un movimiento, me lo quita y lo tira por la ventana. Sus ojos arden en rabia y los míos no se quedan atrás.

— No sé que estabas acostumbrada a hacer en Nueva York, pero aquí conmigo las cosas se deben hacer correctamente...— determina girando el volante.

— No finjas que no te has leído mi expediente...— saco otro cigarro y lo prendo desafiando su carácter. — y si no lo hiciste lamento decirte que compraste un auto estropeado...

Se detiene ante un semáforo y suspira contra el volante tratando de calmar su respiración.

— Haydee...— susurra con una dulce voz.

— No me llames Haydee...— replico apretando la mandíbula.

— Es el nombre que te puse al nacer...— trata de sonar conmovida, pero todo es falso.

— Mi nombre es Matt, Scarlett... — doy otra calada. — Es el nombre que me puso mi padre y si quieres estar en lo correcto desecha tu sucio nombre...

Guarda silencio, el semáforo se pone verde y avanzamos en una tensión palpable. Noto el temblor en sus manos desde que mencioné a mi padre, soy consciente del miedo que le causa y eso en parte me alegra porque me hace ver que ni con el tiempo se ha desecho de sus sombras.

Pasamos a una carretera limpia y de poco tránsito, rodeada por grandes mansiones amuralladas en las que supongo deben vivir famosos y personas adineradas, tan adineradas como su esposo: Maicol O'connor, un prestigioso empresario de automóviles y el idiota que se quedó con la mierda de otro.

— Bien, Matt...— detiene el auto frente a una enorme reja rodeada por grandes muros que cubren una enorme propiedad. Sus ojos viajan a mí con cansancio y súplica. Todavía no entiendo su insistencia en tenerme aquí, podía seguir igual de ausente. — Por favor, compórtate...— susurra cuando las rejas se abren y dan lugar al gran palacio que se esconde tras ellas.

Tres enormes pisos en una arquitectura moderna nos reciben, un enorme jardín de rosas y enredaderas, estatuas y fuentes. Todo extravagante. No le presto mucha atención, pues no me voy a quedar por mucho tiempo de eso sí estoy segura.

— Maicol y Scott todavía no llegan por lo que tienes tiempo para darte una ducha y descansar un poco...— me informa saliendo del auto.

Tardo unos segundos en salir con mi único equipaje en la espalda, mi pequeña mochila negra. Tiro la colilla al suelo y lo aplasto bajo mis botas. Con mi mano liberada acaricio mis oscuros rizos, herencia de Scarlett, y observo mi alrededor. Solo hay cuatro guardias en la reja y dos en la puerta principal.

«Será fácil » me digo siguiendo los pasos de la morena.

Cruzamos las enormes puertas de madera, atravesamos una lujosa sala y vamos directamente escaleras arriba. Mantengo el silencio en todo momento mientras ella me guía a mi "cuarto". Este lugar supera la extravagancia, con razón ella no quería volver a nuestra miseria, era una vendida.

— Es aquí...— abre una puerta de madera del segundo piso y entra.

Maldigo de solo ver la mierda de decoración, paredes blancas, mariposas pegadas en ella, armarios color púrpura, una enorme cama de estilo de princesita y lo peor es el enorme vestidor lleno de ropa colorida, vestidos de señorita y tacones.

— ¿Para esta mierda me obligaste a no comprarme ropa?...— cuestiono echando la mochila a los pies de la cama.

— ¿No puedes ser agradecida por una vez en tu vida?...— me reclama. — Este cuarto es perfecto...

— Para una puta princesa...— agarro las sábanas que forman arcos alrededor de la cama y tiro de ellas rompiendo algunas.

— ¡Matt!...

— Estoy cansada Scarlett...— susurro dejándome vencer sobre el cómodo colchón.

Ella parece querer decir algo, pero guarda silencio, suspira cansada y sale del cuarto. No me levanto hasta ya no oír el ruido de sus tacones. despego mi espalda de la cama y rápidamente corro hacia el balcón llevándome la confirmación de que este lugar también es una clase de prisión. La puerta está bloqueada al igual que las ventanas.

— ¿Ese es tu juego, Scarlett?... — me pregunto saliendo de la habitación para ir al cuarto de la izquierda.

Abro la puerta y de primeras ya sé que se trata del cuarto de su hijastro. Eso no me importa en este momento, solo hallar la salida y esa es el balcón.

Recuerdo la primera vez que tuve que escapar de un segundo, me fracturé la pierna y tuve que fingir que me caí por las escaleras del edificio. Ahora ya no le temo tanto a esa altura y agradezco la existencia de los huecos que conforman la estética.

Bajo lento y con cuidado, asegurándome de no hacer ni el mínimo ruido. Así al alcanzar el césped solo me queda correr hacia la parte más baja del muro, la cual investigué durante la entrada. El jardín es muy grande, pero lo atravieso en segundos para llegar a mi destino. Me impulso con un salto y agarro la cima para trepar rápidamente.

— ¡Oye! ¡Tú...!— escucho que me gritan, pero ya es demasiado tarde. Salto al otro lado y desaparezco por la calle.

«Tengo asuntos que resolver »

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Ya conocimos a Matt

Peligrosa tentación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora