— ¿Scott?...— la voz de mi madre me sorprende en el jardín. Ella también está de llegada.Me detengo al verla acercarse, deja un beso en mi mejilla y me mira con duda.
— ¿Por qué llegas tan pronto?...— pregunta al separarnos.
— Se canceló una clase y pensé en adelantar algo de trabajo...— respondo con tranquilidad. Ella no duda de mi palabra, me lanza una pequeña sonrisa de asentimiento y comienza a caminar.
— Yo voy a estar trabajando en mi despacho, si necesitas algo solo avísame...
— Claro...— digo.
Espero a que haya entrado para caminar hacia el cuarto de su hija.
¡Joder, decir eso solo me hace sentir peor persona!
Igual ignoro los pensamientos que tratan de invadirme y subo las escaleras sin hacer el mínimo ruido. No sé ni para qué, si cuando Scarlett se encuentra en su despacho desconecta con el mundo exterior y esa estúpida está en la escuela.
Miro la puerta de mi habitación y algo en mi interior me dice que esa es mi parada, sin embargo, no le hago caso a esa voz y entro al cuarto de Matt. La chica lleva un día aquí y este lugar ya se ve distinto a como mis padres lo habían dejado.
Tiene las cortinas cerradas, las luces apagadas y un montón de ropa sobre la cama y en el piso. No puedo evitar preguntarme cuando hizo todo ese desastre, tal vez antes de irse al instituto o en la madrugada cuando me abandonó.
«¿Quieres jugar?...» su voz acaricia mi oído haciéndome perder la cabeza. Estoy harto de recordar lo que hicimos. No creo siquiera que ella se moleste en hacerlo.
— ¿Dónde lo habrá dejado?...— me pregunto abriendo los armarios, desgraciadamente no encuentro mi teléfono. — Joder...— me acerco a su cama y reviso bajo las almohadas. — Nada...— con poco cuidado deshago la montaña de ropas que hay sobre su cama. Ropas caras y de marca que parecen no adecuarse a su estilo.
Bajo esa montaña solo encuentro las pertenencias ajenas que Scarlett había sacado ayer de su mochila.
— Mierda...— susurro al darme cuenta de algo. Si metió las cosas a su mochila, no podré encontrarlas aquí.
Evito perder la motivación. Abro los armarios de su cómoda, elevó las sábanas, miro bajo la cama y nada.
— No creo que te lo hayas llevado a clases, no pareces tonta...
Me acerco a su ropero, mis manos revisan el espacio y me agacho para revisar las cajas de zapatos sin desempacar. La primera caja solo contiene unos tacones color rojo, es algo estúpido ya que no me la imagino con eso puesto. La segunda caja es más pesada, la agarro con fuerza para abrirla, pero solo se trata de unos botines negros. Las dos últimas están más alejadas, así que termino de agacharme y estiro el brazo para tomar la pequeña, la abro y son una sandalias cristianas.
— ¿Realmente no está aquí?...— me pregunto sosteniendo la última caja, ya imaginándome lo que habrá dentro: unas deportivas o algo por el estilo.
Sujeto la caja y estoy por abrirla cuando de la nada soy cegado por la repentina iluminación. Sin siquiera saber lo que estoy haciendo me meto al armario algo desorientado, pues toda la habitación se ha iluminado y aún peor se escuchan unos pasos.
— No...— me digo esperando que sea una sirvienta y no Matt, aún la quedan tres horas de colegio.
Asomo la cabeza para inspeccionar el cuarto quedándome sorprendido al ver a la morena con el cuerpo mojado y envuelta en una toalla. Sus rizos se ven más oscuros al estar en contacto con el agua, su piel adopta un tono más café resaltando los tatuajes que se escapan de la protección de la toalla. Ella camina descalza hacia uno de los armarios que revisé, cogiendo su ropa interior.
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Peligrosa tentación
RomansaMatt es una exconvicta de 18 años, obligada por el Estado a vivir por un año bajo el techo de su madre, quien vive en Miami y con quien lleva catorce años sin mantener contacto alguno. Se crío en Nueva York, en un barrio común, entre pandillas, pele...