Matt

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Salgo de la fiesta alejada del ruido y las luces. Alejada de todo, pero con él a mis espaldas. El chico que me persigue es el mismo que lleva lanzándome miradas toda la noche y quien me robó ese delicioso beso. Es atractivo, no debo negarlo y esos ojos son hipnotizantes, pero eso no es suficiente.

Me volteo para verlo y me sonríe, lo hace con tanta naturalidad. Sus ojos brillan y esa sonrisa de dientes perfectos me roba una a mí. Mis pies se detienen al dar con una entrada a una sala totalmente vacía. A este punto ya casi no se escucha la música ni el jaleo.

— ¿Te gusta jugar?...— me pregunta cuando entro a la sala.

Segundos después aparece acariciando su cabello. Cuando mis dedos lo hicieron se sintieron en la gloria, es tan suave.

— A veces...— respondo recargando mi espalda en la pared. Se detiene a dos pasos de mí y clava su mirada llena de deseo en mi cuerpo. Me recorre como lo hizo minutos antes mientras bailaba. Atrapa su labio inferior con sus dientes y jadea.

— ¿Y quieres jugar en este momento?...— da un paso hacia mí. Suelto una pequeña sonrisa, se ve tan necesitado.

— Depende...— susurro y da otro paso quedando demasiado cerca. Sus manos no pierden tiempo al retener mi cintura y acariciar mi piel con pequeños roces.

— ¿De qué?...— sus labios acarician los míos con ese susurro, de nuevo el olor a cigarro y menta. Su respiración se mezcla con la mía, ronca, deseosa y malditamente excitante.

— De cuanto estés dispuesto a perder...— le susurro y sonríe mordiéndose el labio.

— Todo...— me responde y vuelve a invadir mi boca. Esta vez le correspondo de inmediato dejando que su lengua invada mi boca, la domine y me haga temblar.

Sus labios saben a gloria y por alguna razón que no consigo explicar existe una pizca de pecado. Mis manos se enredan en su cabello y tiran de él para intensificar el beso. Muerde mi labio, gimo y sus manos bajan a mis muslos. Lentamente me acaricia y siento un intenso fastidio por la tela que se interpone entre sus manos y mi piel. La misma que arde con su contacto.

Baja a mi cuello dejando besos y mordidas. Mis gemidos no tardan en aparecer, así como su deseo por ir a más. Sus manos rodean mi muslo y me alza para agarrarme entre sus brazos, obligándome a abrazarlo con las piernas. Al hacerlo siento como el bulto que se guarda en los pantalones roza mi intimidad por encima de la tela. Mi espalda se arquea ante esa sensación casi olvidada, tras dos años sin sentir a un hombre de esta manera vuelvo a hacerlo.

— ¿Ese todo incluye esto?...— bajo una de mis manos a su entrepierna y la acaricio. Cierra los ojos, manda la cabeza hacia atrás y gruñe.

— ¡Eso y mucho más, nena!...— susurra aún con los ojos cerrados. Amasa mi trasero y pongo los ojos en blanco.

No es mi estilo cogerme a un desconocido en una fiesta, ni siquiera era así de directa. Pero supongo que dos años de restricción social son el punto de arranque, porque hoy es mi primer día de libertad y quiero pecar, delinquir y sentir la adrenalina de hacer cosas fuera de lo que era considerado común.

Llevo dos años sin sentir a un hombre, eso no me resultó una tortura, pero ahora entiendo lo equivocada que estaba.

— Entonces... ¿Por qué no vamos a un lugar más seguro?...— le susurro al oído y abre los ojos.

— ¿Seguro?...— deja un beso en mi cuello para luego llevar una de sus manos a mi abdomen y acariciar el inicio de mis pantalones. Retengo un gemido. — ¿No quieres estar al límite?...— su mano se cuela en mis pantalones, siento sus dedos bajar hasta mi sexo y el roce en él es el detonante.

— Pues...— no soy capaz de recuperar mi voz entre mi caótica respiración. — Seguro para ambos...— agarro su mejilla y le doy un apasionado beso. En medio de éste siento uno de sus dedos adentrarse en mi entrada y me separo gimiendo con fuerza.

No soy capaz de definir como cada rincón de mi cuerpo se prende, se me eriza la piel, mi corazón da un brinco y por un momento todo se pone totalmente en blanco.

— ¡Joder! ¿Eres virgen?...— me susurra moviéndose en mí interior.

— N-no...— la respuesta escapa de mi boca con dificultad. El calor se hace insoportable.

— Eso parece...— añade otro dedo y siento una pequeña punzada. Mis ojos se quedan en blanco mientras gemidos abandonan mi boca. — Aunque no lo aparentes...

— ¿Quieres que te demuestre lo virgen que soy?...— cuestiono perdida en sus embestidas. — Entonces vayamos a otro lugar...— insisto. — Ahí te mostraré que tan buena puedo ser jugando...— beso sus labios y le sonrío con picardía.

Él comparte esa sonrisa, da un par de embestidas más y aleja sus dedos de mi sexo dejándome vacía. Mis pies vuelven a tocar el suelo, tiemblan pero lo soporto.

— Bien...— se lame los dedos y me da la otra mano para que la agarre.

No sé que estoy haciendo, si es la droga o la atracción, pero le agarro y dejo que me lleve a donde quiera.



En mi llegada a Inferno todas las casas me parecían iguales, las pocas que pude ver, pero ahora me parecen diferentes, porque mientras unas están ocupadas, otras están vacías y desoladas.

Abro la puerta con el coche aún en marcha, lo que le obliga a detenerse. Me mira sin entender nada y en respuesta me bajo del auto.

La oscuridad de un jardín me recibe, lo voy atravesando hasta llegar a la entrada de una casa en plena construcción. Me doy la vuelta y veo como se baja del auto negando.

— Juguemos...— susurro siendo engullida por la oscuridad del interior, así lo último que logro ver con claridad es como el pelinegro cierra la puerta de su auto y avanza hacia mí.

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🤭Tenemos +21 en el próximo capítulo...

Espero que estén disfrutando de la novela y muchas, muchas gracias por estar aquí...🥹

Peligrosa tentación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora