— Por fin te dignas a bajar...— la voz de la mujer que me dió la vida me aborda nada más llegar al comedor.La familia perfecta disfruta de una cena armoniosa y elegante. El hombre perfecto, Maicol, muere de amor hacia su esposa, tanto que no le quita el ojo de encima. La esposa perfecta, Scarlett le regala una sonrisa genuina, una de esas que nunca le regaló a mi padre. La calma en su rostro al ver a ese par solo me hace sentir que nosotros fuimos su bache. ¿Y cómo olvidar al hijo perfecto? Scott, sentado al lado de su madre, sonriendo como un perro domesticado de cabello negro desaliñado.
— Tuve un problema con un animal...— digo fijándome en el animal. Sus ojos verdes me observan y noto cierta burla en la sonrisa que dibuja en su rostro.
— ¿Un animal?...— la sorpresa y supuesta preocupación de Maicol es irritante.
— Sí, se metió a mi cuarto mientras me duchaba...— tomo asiento y la sonrisa de mi hermanastro se borra.
— ¿Qué animal era?...— pregunta Scarlett.
— El peor de todos...— le fulmino con la mirada. — El hum...
Sin poder acabar la palabra, siento un golpe en la pierna. Miro al frente y el idiota me fulmina con la mirada, seguramente temeroso de mis palabras. ¿Cree que puede amenazarme?.
— El humano...— digo y el silencio se extiende por todo el comedor.
Scott esconde la mirada furioso, mientras ella me mira con incredulidad.
— ¿Qué?...— susurra la morena.
— Alguien se metió a mi cuarto mientras me estaba duchando...— miro a pelinegro y me evade. — Un pervertido, tal vez...— añado.
— ¿Le viste la cara...? — pregunta Maicol.
«Sí, y era tu hijo» tengo ganas de decir eso, pero me contengo.
— Creo que me estaba observando mientras me duchaba, cuando apagué el grifo salió huyendo, solo alcancé ver lo alto que era...— vuelvo a sentir una patada. Aprieto los puños y continúo. — Y su cabello negro...
— Yo...
— Creo que se trataba de Luck, el mayordomo...— dice Scott como si nada.
— ¿De verdad?...— pregunto en un tono burlesco. — ¿Vuestro mayordomo se acostumbra a espiar a jovencitas?...
— Matt no te adelantes, seguramente habrá una explicación...— me dice mi madre y no me sorprende. Todos están por encima de mí.
— Y la hay...— vuelve a hablar el mentiroso. — También estuvo en mi cuarto recogiendo las toallas... Seguramente no escuchó el agua de la ducha por los audífonos, le encanta escuchar música cuando trabaja, así que creyó que seguías en clase y entró por las toallas... Al verte, estoy seguro que salió para no crear un momento incómodo e imprudente...
— ¿Sabes lo que es la imprudencia?...— le ataco y me sonríe con cinismo.
— Tú eres un claro ejemplo de ello...— dice y me levanto.
— Scott...— le reclama su padre. — Discúlpate...
— No necesito sus disculpas...— agarro mi cena. — Creo que cenaré en mi cuarto, lejos de toda esta impecable perfección...— digo con sarcasmo.
— Matt no seas grosera...— me recrimina la morena.
— Lamento no ser como tú Scarlett, tal vez puedan domesticarme como lo hicieron contigo...
— ¡Ya basta...!— grita y se levanta. — Ve a tu cuarto...— demanda.
— ¿Ves?...— le sonrió. — Tú tampoco pierdes las malas costumbres...— miro al resto de la familia. — Disfruten de su cena...
Mientras subo las escaleras escucho como ella hace un drama de todo esto. Esa mujer no va a cambiar nunca. Llego hasta el último escalón y camino hacia mi habitación. Me detengo en la puerta recordando la mentira de ese niño mimado y furiosa entro a su cuarto.
La última vez no le presté mucha atención, pero por lo que veo es más amplio que el mío. De paredes pintadas de gris y decoradas con cuadros extraños y estantes de libros. En una esquina hay un pequeño espacio de lectura, con un sofá de esos extensibles, una mesa blanca de madera, una fila de libros pesados. Al otro lado está su cama de tres plazas, enorme y perfectamente ordenada. Hay dos puertas más en el interior, supongo que una es la del baño y la otra es la de su vestidor, ya que no hay armarios de ropas. Una enorme pared se llena de trofeos: mejor estudiante, mejor atleta, primer premio en la carrera, primer premio en el concurso de debate, su diploma del instituto. Todo un lugar dedicado a sus logros. Por último está el gran ventanal que lleva al balcón, hay unas vistas preciosas. Ya casi está anocheciendo y ni me había dado cuanta de cuanto tiempo pasé encerrada en mi cuarto, tratando de no matar a ese maldito.
— ¿Qué haces aquí?...
Hablando del diablo y se aparece en la puerta.
— ¿Tú puedes entrar a mi cuarto, espiarme mientras me cambio y yo no puedo pisar tu pocilga?...— pregunto sentándome en su cama.
— Si tan molesta estás ¿Por qué no lo dijiste en la cena?...— sonríe con burla.
— Porque siento lástima por ti... ¿Qué dirían tus padres si supieran que tú y yo ya tuvimos sexo?...— me muerdo el labio y noto como eso crea un efecto en él. — ¿Que estuviste en mi interior toda una noche entera? ¿Que las marcas que tengo en mi cuerpo me las hizo su hijo perfecto?...
— Cállate...
— ¿Que amanecimos juntos?...— continúo.
— No vas a abrir la boca...— se me acerca enojado. — Por que si lo haces...
Me levanto de golpe, sujeto su brazo, le doy un golpe en el abdomen y dejo que caiga de espaldas a su cama.
— Te he dicho que no me amenaces...— le recuerdo.
— Maldita zorra...— trata de levantarse y le empujo de nuevo. Esta vez sentándome a horcajadas de su cuerpo. Parece que esta posición le incomoda, ya que se tensa de inmediato. — ¿Qué haces?...— pregunta con la voz ronca.
— Nada de lo que pasa por tu sucia cabeza...— respondo y despega su espalda de la cama, quedando a escasos centímetros de mi boca.
— Será mejor que salgas de aquí...— advierte.
— Tú deberías escucharme...— paso mis manos por su cuello y le acaricio la nuca.
— Tú...— trata de apartarme.
— Si lo haces, gritaré y créeme que soy mejor actriz que tú...

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Peligrosa tentación
RomanceMatt es una exconvicta de 18 años, obligada por el Estado a vivir por un año bajo el techo de su madre, quien vive en Miami y con quien lleva catorce años sin mantener contacto alguno. Se crío en Nueva York, en un barrio común, entre pandillas, pele...