Siempre me he dicho que tengo una mala suerte, pero nunca había llegado a tanto. El chico que Scarlett me presenta como su hijastro es el tipo al que me cogí ayer y por su cara de pocos amigos, debo decir que está enojado por el robo. Esto parece un culebrón.
— Bien...— digo calmada y paso a un lado de Scott. Me asesina con la mirada, sin embargo finge una estúpida sonrisa cuando Scarlett le arregla el cabello.
Camino hasta el refrigerador, éste está tan equipado que no sé ni que decidir. Además, no es fácil hacer una elección cuando tienes a un psicópata observando cada uno de tus movimientos.
Agarro una manzana, no tengo tanto apetito, con esto me basta. Cierro el refri y decido largarme, pues no creo en esa mentira de los desayunos familiares.
— ¿No vas a decirnos dónde estuviste ayer?...— insiste Scarlett antes de que salga por la puerta.
Mi mirada viaja sin dudarlo hacia Scott, él se ve pálido y muy nervioso. Una sonrisa se dibuja en mis labios, pienso en todo lo que hicimos y por un segundo tengo el deseo de decirlo y joderlo todo.
— Ya estoy aquí...— digo viendo como el pelinegro suspira.
«Idiota»
— Pues si ya estás aquí deberías respetarnos y sentarte en la mesa...— lecciones tan temprano.
— ¿Por qué haces drama de todo Scarlett?...— cuestiono saliendo al jardín. De ese modo dejo de sentir la mirada asesina de ese niño pijo.
Prendo un cigarro y mi mente estalla en una maldición al pensar en el error que he cometido. ¿No había otros hombres más que el perrito faldero de Scarlett? Aunque el niño “bueno” es un estúpido mentiroso. Buenos mis senos no ese doble cara.
Doy una última calada y decido entrar, pero Scott agarra mi brazo y me arrastra con fuerza hacia un punto alejado del comedor. Sin predecirlo, me estampa contra la pared, el dolor es punzante, pero no me impide soltarme y regresarle el golpe con un puñetazo en el abdomen.
Retrocede expulsado el aire de sus pulmones, entonces me recompongo y le miro con ganas de matarlo en este mismo momento. Su mirada esta igual de oscura y con sed de venganza.
— ¿Qué mierda te pasa, maldito idiota?... Mucha pasta y pocos modales... — escupo molesta. — ¿Así te educó tu mamá?...
— Joder...— recupera la respiración — Ya estás devolviendo mis pertenencias, maldita zorra...— me grita acercándose. Se ve aún más molesto y eso por algún motivo me causa gracia. La forma en la que se marcan sus venas y el hecho de que le domine la impotencia.
— ¿Qué pertenencias?...— me hago la ignorante. Por su bien debe olvidar lo que pasó.
Suspira frustrado, aprieta los puños y me señala.
— Conociendo tu puto historial no creo que quieras una demanda por robo...— amenaza. Mal inicio, porque no se lo permito a nadie.
— Conociendo tu historial de niño bueno no creo que Scarlett ni tu papá reciban con los brazos abiertos tu vida nocturna... Y menos si saben que te cogiste a tu “hermanastra”...— tiro de la cuerda.
Él palidece.
— Eso nos afectaría a los dos...— maldito idiota.
— No, niño bueno...— acaricio su rostro y se aparta. — yo no tengo a quien darle explicaciones, pero tú...— le señalo con el dedo. — Tú vas a decepcionar a tus padres ...— sonrío con satisfacción mientras se queda callado. — Esto es lo que haremos, olvidar lo que pasó ayer y fingir que nos conocimos esta mañana...— observo la entrada del comedor. — en el desayuno...— le extiendo la mano. — Soy Matt, la hija de Scarlett...
Scott se enoja aún más.
— ¡Quiero mi puto coche...!— insiste llegando al límite de su autocontrol.
— Lo intenté...— regreso mi mano a mi bolsillo. — Lamento decirte que a esta hora tu auto ya no puede llamarse así, seguramente se ha convertido en un montón de piezas sueltas... Y ni te molestes en rastrearlo, el GPS fue la primera pieza de la que me deshice...
El pelinegro enrojece, sus ojos arden en llamas. Da otro paso hacia mí y está por añadir algo cuando llega Scarlett. Siempre en el momento menos indicado. Su hijo se aleja rápidamente y forma una sonrisa falsa en sus labios.
— Matt ve a ponerte tu uniforme, Scott te dejará hoy, estoy ocupada...
— Puedo ir en bus...— digo observando a mi hermanastro. — Scott me acaba de comentar que se le pincharon las ruedas... ¿Verdad?.— le mando una sonrisa.
— Tengo otro auto...— responde con un toque de malicia.
«No sabes en qué te metiste»
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Peligrosa tentación
RomanceMatt es una exconvicta de 18 años, obligada por el Estado a vivir por un año bajo el techo de su madre, quien vive en Miami y con quien lleva catorce años sin mantener contacto alguno. Se crío en Nueva York, en un barrio común, entre pandillas, pele...