La empresaria Wednesday Addams parece tenerlo todo. Ella es rica, cuidadosa y es considerada una de las mentes más brillantes del mundo. Repentinamente, Wednesday recibe una noticia inesperada: tiene una hija, fruto de su fracasado matrimonio con En...
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Wednesday se consideraba una genio. Ella creaba, imaginaba y buscaba una alternativa a los problemas que parecían insolubles. Pero la mañana de la presentación de ballet de Goody, su brillante mente le hizo una mala jugada. Todo comenzó en la mañana, cuando Goody ordenó a Wednesday que lavara su traje de ballet, y ella, actuando como una completa imbécil, vertió demasiada lavandina.
Como resultado, el uniforme se tornó blanquecino en algunas zonas, mientras que la tela del tutú salió con varios cortes, como si un gato lo hubiera rasguñado.
Basta mencionar que la mirada decepcionada y furiosa de Goody le caló los huesos. Wednesday jamás sintió tanto miedo hacia una niña de ocho años.
-No te preocupes. Lo arreglaré -le dijo, apresurada.
-¿Cómo? ¡Acabas de arruinarlo! -Goody casi echaba humo por las orejas.
Wednesday se disculpó millones de veces antes de llamar a un profesional para que pudiera arreglarlo o, si era necesario, confeccionar un nuevo traje para Goody en menos de cinco horas. No importaba el dineral que tendría que pagar para lograrlo.
Veinte minutos más tarde, llegó una mujer. Wednesday le explicó la situación en un santiamén, sin detenerse a respirar, y esperó con nula paciencia una respuesta.
-El traje está muy dañado, señora Addams.
-Pero... ¿segura que no hay manera de arreglarlo? -pidió con desesperación.
Goody, que se encontraba en el sofá con los brazos entrecruzados, le dedicó una mirada fulminante, cargada de enfado.
Wednesday tragó saliva.
-Uh, no lo creo. Tendré que hacer uno nuevo, y más me vale empezar porque dispongo de poco tiempo.
-Tal vez...- interrumpió Wednesday negándose a la posibilidad de que el regalo de Enid se desechara- podrías crear un nuevo traje a partir del otro. Hablo del mismo diseño, con partes intactas del vestido anterior.
La mujer asintió.
-Veré que puedo hacer.
Wednesday asintió con prisa y dejó a la modista trabajar, mientras observaba desde una esquina y pensaba en cómo ganar el perdón de Goody de nuevo.
Más de dos horas después, la mujer terminó de coser y Goody se probó el nuevo traje.
Era muy parecido al anterior, pero con la obviedad de que la tela era más fina y nueva y los adornos que la mujer agregó resaltaban mucho más.
Wednesday atisbó a Goody sonreír frente al espejo, así que la imitó y agradeció infinitamente el trabajo a la mujer.
Luego de firmar un cheque con una cantidad excesiva, Wednesday volvió con Goody, que seguía con el traje puesto.