Jungkook podía repetirse lo débil que era, pararse frente al espejo y culparse cien veces a sí mismo por caer frente a los encantos físicos del trapecista.
Podía tener remordimiento, fácilmente se arrepentiría a la mañana siguiente viendo los rasguños adornando su espalda o cuando a Jimin se le ocurriera usar una camiseta sin mangas, mostrando como si nada algún cardenal rojizo a la altura de la clavícula.
De cualquier forma, lo recordaría por días.
Tanto para bien, como para mal.
Porque no pensó que terminarían en el cuarto de un hotel cercano, después de que ninguno supiera como detenerse.
El beso con el que empezaron fue el gancho, la carnada perfecta para seducirlo, pues Jimin le extendió una clara invitación a morder, tocar y estrellar la piel de su cuerpo cuando derramó un ferviente gemido sobre sus labios.
No se pudo resistir.
Fueron la vergüenza andado, un par de idiotas calientes que salieron del circo con la bendición del guardia, que rentaron una habitación sencilla para no ser descubiertos por sus madres y provocaron la risa de la recepcionista con la bonita pijama que Jimin vestía. Algo que no se veía todos los días.
Como quiera, los osos estampados no fueron impedimento y tampoco quebraron la candente situación.
Las prendas de ambos acabaron regadas por el piso, incluida la ropa interior, corrieron la cortina, cerraron la puerta con pestillo y dejaron que la lujuria manejara sus acciones.
—Ah, joder —Jimin gimió, impaciente y muy necesitado—. Más, más...
Su mejilla descansaba en una almohada mientras se aferraba a la sábana, anclándose al colchón con las rodillas y manteniendo el culo al aire, creando la bonita curva en su espalda que resaltó los hoyuelos de Venus al final de ella.
Una de sus manos tiraba de los cabellos de Jungkook, empujando su cara hacia el frente cuando notaba que tenía la intención de alejarse, rogándole que no se detuviera y que continuara comiéndole el culo de aquel salvaje modo.
Estaba haciendo un gran trabajo al delinear su agujero con la lengua, presionando la húmeda punta y metiéndola sin descanso, hundiéndose entre esas nalgas que ya presumían las marcas de los dedos por la fuerza con que las sostenía.
Las apartaba en busca del acceso ideal, era consciente de las súplicas que le llovían, oía los gimoteos entrecortados y los tirones en sus cabellos se convirtieron en la prueba viviente de lo mucho que Jimin estaba gozando el momento.
La saliva le caía por la barbilla, sus dígitos hormigueaban por adentrarse en la angosta abertura que exploraba con la boca y a pesar de que su quijada ya dolía, no conseguía saciar su propio menester.
Quizá era por los revoltosos sonidos que el menor expulsaba, o por la manera en que aventaba el trasero hacia atrás para obtener el placer que podía brindarle, no comprendía de que se trataba su repentina ansiedad de continuar en el pliegue de esas dos redondas mejillas, pero definitivamente no se detendría hasta que estuviera satisfecho.
—Mierda, así... —el trapecista sonreía con descaro, tenía los ojos cerrados—. Cómeme, vamos...
Se encontraba cegado por la pasión, consumido por la obscenidad.
Sintió que la lengua ajena se abrió paso, resbalando con facilidad en su agujero e involuntariamente, se apretó en torno a ella.
Jungkook gruñó, presionando la blanca tez de su culo y enseguida le palmeó un muslo, haciéndolo lloriquear por la divina quemazón.
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it's all an act 𐙚 kookmin.
Lãng mạnJimin amaba con cada latido ser un trapecista en el circo "Legacy", desde que tuvo uso de razón, siempre soñó con ser parte del espectáculo. Y su vida sería completamente perfecta, si no tuviera que lidiar continuamente con Jungkook, un malhumorado...