El Límite del Dolor

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Shen Zhe sostuvo la mano de Mei Ling, sintiendo la tibieza de su piel y la suave presión de sus dedos. Fue un gesto simple, pero significaba mucho para él. Una parte de él esperaba que este contacto le demostrara a Mei Ling que no tenía que llevar sola el peso de su carga. Podía ver el dolor en sus ojos, el mismo dolor que había visto hace muchos años cuando ella huyó del reino celestial. Ahora que había regresado, no quería perderla de nuevo.

—Déjame ayudarte a entender —dijo, con la esperanza de que ella no lo apartara.

Mei Ling lo miró por un momento, su mirada era fría y distante, como si intentara mantenerlo a raya. Shen Zhe había escuchado rumores de que ella había cambiado, que ya no era la diosa de la guerra valiente y compasiva que solía ser. Pero en ese momento, su deseo de ayudarla era más fuerte que cualquier rumor.

—No puedo prometer que resolveremos todo de inmediato, pero puedo prometerte que no te dejaré sola —agregó.

Mei Ling se soltó de su mano, retrocediendo unos pasos. El brillo del collar de zafiro aumentó, irradiando un destello azul que iluminaba el pasillo oscuro. El dolor que sentía parecía hacerla cada vez más distante, más reacia a permitir que alguien se acercara.

—No es tan fácil... —dijo ella, con voz cortante—. Hay cosas que no puedo controlar, cosas que no entenderías.

Shen Zhe sintió un frío intenso cuando Mei Ling se alejó de él. El brillo del collar era más intenso, como si estuviera marcando una distancia entre ellos. La había visto luchar en el coliseo con valentía y determinación, pero ahora parecía más frágil que nunca. Intentó acercarse de nuevo, pero ella lo detuvo con una mirada gélida.

—No necesito tu ayuda, Shen Zhe —dijo ella, con un tono que cortaba como una espada—. Mis problemas son míos, y no puedes hacer nada para solucionarlos. No tienes idea de lo que he pasado, así que no finjas que lo entiendes.

Shen Zhe sintió que sus palabras eran como dagas. Sabía que Mei Ling había estado luchando con demonios internos durante años, pero no esperaba que su rechazo fuera tan fuerte. Se quedó allí, observándola mientras se daba la vuelta y se dirigía hacia la salida del pasillo. Su paso era rápido y decidido, como si no quisiera que nadie la siguiera.

—Mei Ling, por favor, no tienes que hacerlo sola —intentó decirle, pero ella ya estaba demasiado lejos para escuchar.

Shen Zhe sabía que tenía que respetar su decisión, pero no podía simplemente dejarla ir sin intentar ayudarla. Había algo en sus ojos que le decía que necesitaba a alguien, aunque no quisiera admitirlo. Sin embargo, la frialdad con la que lo había rechazado era clara señal de que no estaba dispuesta a abrirse a él, al menos no por ahora.

Se quedó en el pasillo, sintiendo la sombra de la soledad que Mei Ling había dejado tras de sí. No sabía qué haría ahora, pero estaba decidido a no rendirse. Sabía que su camino no sería fácil, pero estaba dispuesto a seguir intentando llegar a ella, a pesar de que el collar de zafiro parecía ser un muro infranqueable.

Mientras Mei Ling desaparecía en la distancia, Shen Zhe juró que no la dejaría sola, sin importar lo cruel que fuera su rechazo. Entendía que tenía que darle espacio, pero también sabía que el reino celestial necesitaba su poder para evitar el caos que se avecinaba. Y tal vez, solo tal vez, Mei Ling necesitaba alguien que creyera en ella, incluso cuando ella misma no lo hacía.

Tres reencuentros en una vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora