10: Ardillas

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—¿Cómo durmieron? —preguntó Delsin. Se sentó a mi lado, dejando su bandeja en la mesa. 

— Bien —conteste—La cosa es que igual no dormimos nada.

— Se la pasaron hablando toda la puta noche — gruñó Austin jugando con su pajilla. 

— No nos pasamos toda la noche... — empezó a decir Izan, a la vez que fue fulminado por una mirada molesta de Austin —... sólo un poquito.

— ¿Un poquito? —repitió junto una pequeña sonrisita — ¡Estás ojeras dicen otra cosa! 

— Si que eres molesto cuando no duermes... —comenté. 

— Parece mujer con el periodo — rió Delsin. 

— ¡Nosotras no somos tan molestas! — se defendió Eleine, inflando las mejillas — Somos bipolares, eso ya es otra cosa. 

— Cómo tú digas — dijo Delsin. 

— ¡No tarden tanto en comer, tenemos que hacer algo productivo este día! — dijo Izan — Desde que llegamos no hemos hecho nada productivo...

— Nunca hacemos algo productivo... — comenté.

— ¡Shhh!

Rieron. 

—  Bueno... Quede de ir a juntarme con Juliana, ¿quieren ir? — ofreció Eleine.

Gire mi rostro hacia ella: — Claro. 

Puede que se me notaba que estaba interesado en Juliana, pero... ¿cómo no estarlo? ¡Díganme! Es hermosa... y... bueno, hermosa es lo único que tengo que decir por ella, de a poco la conoceré.

Salimos de la cafetería y nos dirigimos al sector donde - supuestamente -  nos encontraríamos con Juliana. 

— ¿Dónde está? — preguntó Eleine frunciendo el ceño. — Debería estar aquí...

— ¡Holaaa! — saludo una voz desconocida. 

Nos giramos al instante, extrañados. Era un chico. Nunca lo había visto en el campamento, creo que debe ser nuevo... 

— ¿Hola? — dijo Izan.

— ¿No han visto a un chico medio castaño, tímido y con un color muy peculiar de ojos? — preguntó sonriendo de lado. 

¿Color peculiar? Eso mismo lo dice el chico de cabello blanco. 

— Eh... No — respondió Eleine. 

— ¿Seguros? 

— Claro que- — y entonces, escuchamos un grito.

— Creo que ya sé donde está — dijo el chico. 

Corrimos hacia el grito de horror y ahí mismo se encontraba un chico encima de una mesa. 

— ¿Qué sucede? — preguntó el peli-blanco. 

— ¡A-a-ardillas! — exclamó el chico apuntando a las inofensivas criaturas. 

— ¿Y las quieres dejar sordas o qué? — le dijo el chico. 

— ¿Qué le sucede? —preguntó Austin. 

— Le tiene fobia a las ardillas.

— ¡¿Cómo que le tiene fobia a las ardillas?! ¡Sólo míralas, son adorables!  — decía Austin apuntando a las ardillas. 

— Desde niño les tiene fobia. No tuvo una bonita experiencia conociéndolas y no lo culpo por tenerles miedo... — contesto, pasando su mano por el cabello.

C.W: La venganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora