capitulo número tres.

585 81 23
                                    

El día había llegado y Suguru iba preparado hacia la casa de su amiga, estaba recién bañado y perfumado. Sus bebés se encontraban nuevamente junto con su mamá, él estaría listo para arreglarse. Al aproximarse, tocó la puerta y espero ser atendido. La rubia lo reconoció y abrazo enseguida de verlo.

Bien, hueles bastante bien, minino. — replicó la rubia, comenzando a oler su cuello. — Bien, manos a la obra.

La rubia comenzó pintando las uñas de las manos del azabache de color negro, luego procedió con el uniforme.

¿En serio tengo que usar sostén con relleno? — cuestionó suguru algo avergonzado.

¿Quieres parecer mesa? — le recriminó la rubia.

— No. 

— Bien, continuamos.

Yuki comenzó ajustando el uniforme de enferma a su cintura, creando una curvatura en su cuerpo. Le hizo ponerse unas mallas y unos tacones de color negro. El azabache se veía realmente lindo. Luego procedió con el maquillaje, le coloco rubor, delineador color negro sobre sus ojos y labial sobre sus labios. Su cabello lo ató y el restó lo dejó suelto, colocó su cofia de enfermera y terminó.

Ya estás, ¿Qué te parece? — con curiosidad preguntó la rubia.

El azabache caminó con un poco de dificultad por los tacones, hasta encontrarse con un espejo de cuerpo completo, se miró por delante, su cintura estaba muy marcad, el relleno en su sostén le habia creado pechos falsos y su rostro se veía diferente. Se volteó hacía atrás y vio su trasero. El cuál resaltaba por esas ajustadas mallas.

Me siento raro.. — el azabache se ruborizó. — se sentía lindo.

Te ves muy lindo. Si fuera hombre, estaría a tus pies. — comentó la rubia. — te ves guapísimo. ¿Vas a ser su enfermero o su esposo? — carcajeó Yuki.

Ya, cállate. — suguru no podía estar más avergonzado.

Ambos subieron al carro de color negro de la rubia y se dispusieron a ir a la casa del albino. Era una maldita mansión. El azabache estaba muy sorprendido, vaya que era rico ese Satoru. Al llegar la rubia lo dejó y se retiró poco después, el azabache se sentía nervioso, sin embargo, caminó hasta la entrada tocó y el portón se abrió solo, se adentró y tocó la puerta de la casa. Lo recibió un hombre rubio con mirada fría y un traje de vestir de colores peculiares.

¿Eres la enfermera que tiene cita con Satoru? — recriminó el rubio.

Sin permitirle contestarle, el azabache escuchó ruidos de niños dentro la casa.

— ¡NANAMIIIINNNNNNN!, ¡NANAMIINNNNN!

El azabache vió a un pequeño niño de cabellos rosados llorando, acercándose al rubio que tenía de frente. El niño era muy tierno. El rubio lo tomó entre sus brazos y lo cargó, tratando de calmar al niño.

Sí, soy la enfermera. — Suguru trató de hacer su voz lo más aguda posible, añadiendo un poco de risas al final para no sonar falso.

Ven. Pasa.

Suguru pasó, la casa era un completo desorden, habían dos niños más correteando y jugando por toda la casa, sin embargo, el rubio (llamado Nanami), lo llevó a un lado de la casa que en su opinión de veía triste, comenzaba con una puerta completamente cerrada, de color blanco. El rubio la abrió y dentro de ella se encontraba un albino dormido plácidamente, con una venda de color morado sobre sus ojos. El rubio simplemente se acercó con el niño hasta donde se encontraba el albino. El azabache se quedó por fuera.

Bien, yuuji, haz lo que te enseñé. — comentó le rubio.

Ni había terminado de replicar cuándo el niño comenzó a gritar y patear sobre la cama del albino.

¡Carajo!, Callen a ese mocoso. — se levantó el albino de golpe. — Oh, mierda, Yuuji, cariño, eras tú. — el albino levantó un poco su venda y abrazó al bebé.

Me las vas a pagar, Nanami. — murmuró.

El azabache quién había estado mirando desde afuera, no pudo evitar fijarse en el físico del albino, era un hombre guapísimo. De solo verlo se había ruborizado. 

Ah, mierda... Se me olvidaba, ya llegó tú nueva enfermera. — Nanami señaló al azabache con su dedo.

Dile que pase. — replicó el albino devolviendole al niño a su amigo.

El rubio antes de salir le hizo una seña para pasar y simplemente se fue.

...

Con pasó ligero, el azabache se adentró en la habitación, el sonido de sus tacones resonaba en la habitación, el azabache movía su cadera de lado a lado mientras caminaba, llevaba consigo un pequeño cuaderno y un lapicero.

Yacía frente al albino, la que sería su enfermera personal. Una asiática de tez pálida con cabello azabache, deliciosas curvas y una sonrisa hermosa.

Su contrario no podía evitar sentirse sexualmente atraído hacía está persona.

— Y.. ¿Cuál es tú nombre, preciosa? — preguntó un albino muy confiado de sus atributos, quitó por completo su venda, mostrando sus grandes orbes celestes, su lengua a la vez, paseaba sobre sus labios, esperando una respuesta, lleno de curiosidad.

El azabache ni siquiera era mujer.

—Soy Suguru Geto. — replicó el azabache.

Esto sería complicado.









NURSERING | SatosuguDonde viven las historias. Descúbrelo ahora