recaída.

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El día había comenzado tranquilamente. Nanako y Tsumiki jugaban cerca del sofá, donde Satoru descansaba, mientras intentaba ignorar el dolor punzante que no lo había dejado en paz desde hacía días. Sin embargo, algo estaba mal hoy. El dolor de cabeza que había aprendido a soportar ahora era insoportable, como si cada latido de su corazón enviara un martillazo directo a su cráneo.

Desde hace semanas, su cuerpo le enviaba señales de advertencia, pero siempre lo ignoraba, tratando de mostrarse fuerte frente a los niños. Sin embargo, hoy era diferente. El dolor en su cabeza era más intenso, profundo, como si algo en su cerebro estuviera a punto de estallar. Cada movimiento que hacía, por pequeño que fuera, enviaba ondas de dolor por todo su cráneo. Satoru intentó respirar profundamente, pero sentía que algo estaba mal, muy mal.

El mundo a su alrededor comenzó a perder nitidez. Los colores se desvanecían, y la visión en su ojo izquierdo se apagaba poco a poco, convirtiéndose en una mancha oscura. Intentó parpadear, esperando que eso arreglara el problema, pero el pánico se apoderó de él al darse cuenta de que no podía ver con claridad.

Sintió cómo una ola de náuseas comenzó a subir lentamente desde su estómago. Trató de controlarla, respirando profundo, pero el malestar se intensificaba con cada segundo. Cuando intentó levantarse, un mareo lo invadió, y el mundo a su alrededor se tambaleó como si estuviera perdiendo el control de su propio cuerpo. La visión en su ojo izquierdo se desvanecía lentamente, transformándose en una masa de sombras indefinidas.

-¿Qué... qué está pasando? -murmuró, su voz quebrada, luchando por enfocarse.

Pero apenas pudo decir esas palabras cuando sintió que algo subía por su garganta. La náusea lo golpeó con tal fuerza que no pudo contenerlo. Se inclinó hacia adelante, su cuerpo temblando mientras el vómito salía en una serie de arcadas violentas. Los músculos de su estómago se contrajeron dolorosamente, obligando a su cuerpo a expulsar todo lo que tenía, hasta que solo quedó ese sabor ácido y amargo en su boca.

El esfuerzo lo dejó exhausto. Satoru, que siempre se había mostrado fuerte e invencible, ahora apenas podía mantenerse erguido. Sus manos temblaban, y el sudor frío le bañaba el rostro, cayendo por su frente y mezclándose con el resto del caos que había creado. El dolor en su cabeza no disminuía; al contrario, se intensificaba con cada espasmo, golpeando con más fuerza.

-Papá... -la suave voz de Tsumiki lo sacó de su agotamiento, pero apenas podía abrir los ojos lo suficiente para verla. Su visión era un torbellino de sombras y luces, todo era confuso y distante.

-tsumiki... -intentó sonreír, pero el esfuerzo fue demasiado. Su respiración estaba entrecortada, sus músculos cansados por las violentas arcadas, y el dolor en su cabeza lo estaba destrozando.

Las pequeñas lo miraban, con sus caritas llenas de confusión y miedo. Nunca habían visto a su papá así. Siempre había sido la figura inquebrantable, el protector, pero ahora estaba arrodillado en el suelo, temblando, débil.

Megumi apareció en la puerta, su expresión cambió al instante al ver la escena. Sus ojos se agrandaron de horror. Ver a su padre en ese estado, con el rostro bañado en sudor, vomitando, y sus manos temblando, lo golpeó de una manera que nunca había experimentado.

-Papá, ¿qué te sucede? -preguntó Megumi, acercándose rápidamente, pero con cautela, como si estuviera viendo algo que no podía procesar. Su voz temblaba, luchando por no quebrarse frente a su hermana.

Satoru intentó hablar, pero la náusea volvía a golpear con fuerza. Otra oleada de arcadas lo sacudió, y vomitó de nuevo, esta vez solo bilis amarga, lo poco que quedaba en su estómago. El esfuerzo lo dejó temblando incontrolablemente. Todo su cuerpo parecía rendirse, agotado por la lucha interna, y el dolor en su cabeza era tan intenso que apenas podía pensar con claridad.

NURSERING | SatosuguDonde viven las historias. Descúbrelo ahora