Sara se despertó con un escalofrío que le recorrió la espalda, como si una brisa fría hubiera entrado por la ventana. Parpadeó lentamente, tratando de orientarse con la poca luz que entraba a través de las persianas. Se froto los ojos preguntándose si aun seguía soñando.
Extendió la mano hacia su lado, buscando a su prometido, Hugo, pero toco la cama vacía.
-Hugo-, alzo la voz en el silencio de la habitación.
-Estoy en la cocina-, se escucho un grito, a la vez que le llegó una oleada de olor a café.
Sara se levantó de la cama y se dirigió hacia el baño, buscando algo de confort en el agua caliente de la ducha. Mientras el agua caía sobre su piel, sintió una extraña sensación de desconexión, parecía que aun seguía dormida.
Después de secarse y vestirse sara se dirigió por el pasillo hacia la cocina, mientras iba avanzando iba aumentando el olor a café recién echo.
-He echo café- dijo Hugo mientras se acercaba para darla un beso.
-Pff, hoy no me apetece-.
-¿Te pasa algo? en todo este tiempo que llevamos juntos es la primera vez que no tomas café antes de ir a trabajar.-
-No me pasa nada, solo no me apetece. Además, vamos tarde.-
Sara se sentía como si estuviera observando esa conversación desde fuera, como si fuera una espectadora de su propia vida.
Sara y Hugo encontraron a su vecina, Elena, de pie en el vestíbulo del edificio. Su rostro estaba pálido, marcado por el cansancio y la angustia.
-Elena, ¿estás bien?- preguntó Hugo, con tono de preocupación.
Elena sacudió la cabeza, sus ojos llenos de desesperación.
-Hugo. Mi hijo lleva desaparecido desde ayer por la noche. No sé qué hacer.-
-¿Cuándo fue la última vez que lo viste? - preguntó Hugo, manteniendo la calma.
-Ayer por la tarde, estaba jugando en el parque justo enfrente. Siempre vuelve a casa antes del anochecer, pero esta vez no lo hizo. He pasado toda la noche en comisaria, pero no tengo noticias. - La voz de Elena temblaba, y Sara pudo ver cómo las lágrimas amenazaban con desbordarse.
-Vamos a ayudarte a buscarlo, - dijo Hugo, mirando a Sara para asegurarse de que estaba de acuerdo. Sara asintió, aunque se sentía como si su cabeza estuviera llena de algodón, todo sucediendo en un ritmo lento e irreal.
Salieron del edificio y comenzó a recorrer las calles cercanas, llamando el nombre del niño. El aire estaba impregnado de un silencio tenso, solo interrumpido por el eco de sus voces. A medida que caminaban, Sara no podía evitar sentir que algo más estaba mal, algo que no podía entender.
Mientras continuaban la búsqueda, una sensación de familiaridad incómoda comenzó a apoderarse de ella, como si hubiera estado en esta situación antes, pero no podía recordar cuándo ni cómo. Todo le resultaba extraño, incluso la forma en que Hugo y Elena interactuaban, como si estuviera fuera de lugar en una escena que no le pertenecía.
Finalmente, llegaron al parque donde el niño había sido visto por última vez. El lugar estaba desierto, y el sol de la mañana iluminaba el área de juegos en una luz que debería haber sido cálida y acogedora, pero que ahora parecía fría y distante.
Sara sintió que sus pies se clavaban en el suelo, incapaz de avanzar más. Algo en el aire la hacía sentir como si estuviera al borde de recordar algo crucial, algo que había sido enterrado en su mente. Miró a Hugo y Elena, que continuaban buscando entre los arbustos y alrededor de los columpios, y la sensación de extrañeza aumentó.
De repente, tuvo un destello de memoria, una visión fugaz de algo que no había sucedido... o que tal vez había sucedido en otro tiempo, en otro lugar. El parque, el niño desaparecido, la sensación de desconexión. Todo encajaba, pero de una manera que la aterrorizaba.
Sara abrió la boca para decir algo, pero las palabras no salieron. En su lugar, una ráfaga de viento frío barrió el parque, llevándose consigo la poca calidez que quedaba en el aire, dejando a Sara temblando, no solo de frío, sino de una sensación abrumadora de que algo terrible estaba a punto de revelarse.
En ese momento Sara se desplomo en el suelo, a la vez que Hugo gritaba su nombre.
El mundo a su alrededor se apagó, y Sara sintió cómo su cuerpo caía ante el peso de una oscuridad abrumadora. Todo sonido se desvaneció, salvo el eco lejano de la voz de Hugo, llamándola desesperadamente.
Cuando finalmente abrió los ojos, se encontró en un lugar completamente diferente. El parque, los edificios y el cielo habían desaparecido, sustituidos por un paisaje desolado. A su alrededor, la niebla lo cubría todo, densa y blanca, como si estuviera atrapada en una especie de limbo.
Se levantó lentamente, sin reconocer el lugar en el que estaba. El suelo bajo sus pies era frío y liso, como si estuviera hecho de mármol, pero no podía ver más allá de unos pocos metros. No había señales de Hugo, ni de Elena, ni del parque. Solo silencio, un silencio que nunca había experimentado que la hacía sentir más sola de lo que nunca había estado.
Sara dio un paso adelante, luego otro, llamando tímidamente el nombre de Hugo. Su voz se apagaba en la bruma, sin recibir respuesta alguna. La sensación de desconexión se había intensificado, y ahora estaba completamente desconcertada. ¿Dónde estaba? ¿Qué le había pasado?
Mientras avanzaba con cautela por el desconocido terreno, una figura comenzó a emerger de la niebla. A medida que se acercaba, pudo distinguir la forma de un niño pequeño, parado de espaldas a ella. Su corazón dio un vuelco. El niño llevaba la misma ropa que Elena había descrito para su hijo.
—¡Hey! —exclamó Sara, sintiendo una mezcla de alivio y terror—. ¡Espera!
El niño no se giró, y cuando Sara corrió hacia él, la distancia entre ambos parecía no acortarse. No importaba lo rápido o lejos que corriera, el niño siempre permanecía a la misma distancia, inalcanzable.
Finalmente, Sara se detuvo, jadeando por el esfuerzo. Sentía que algo no estaba bien, algo profundamente perturbador en ese extraño escenario. Fue entonces cuando el niño giró la cabeza hacia ella, y Sara sintió un frío helado recorriéndole la espalda.
Los ojos del niño eran negros, completamente vacíos, y su rostro estaba inexpresivo. Era como si mirara a través de ella, como si no la reconociera o estuviera en otro lugar, en otra realidad.
De repente, la bruma a su alrededor comenzó a moverse, arremolinándose a su alrededor, y la figura del niño se desvaneció en ella, como si nunca hubiera estado allí. El miedo se apoderó de Sara, paralizándola, y la oscuridad que la había envuelto cuando se desplomó comenzó a regresar.
Justo antes de que la oscuridad la consumiera por completo, escuchó una voz, distante y apenas audible, que susurraba su nombre: "Sara...". Y luego, todo desapareció.
Cuando volvió a abrir los ojos, estaba de nuevo en el parque, tendida en el suelo, con Hugo arrodillado a su lado, llamándola con desesperación. Elena estaba detrás de él, con el rostro cubierto de preocupación. El mundo real había vuelto, pero Sara no podía sacudirse la sensación de que lo que había visto, o sentido, era algo más que una simple alucinación.
Mientras intentaba recomponerse, una sola pregunta retumbaba en su mente: ¿Qué era ese lugar, y qué le había sucedido realmente?
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El laberinto del alma
Mystery / ThrillerSara despierta en un mundo desconocido, rodeada de misterios y silencio. Emprende un viaje emocionante y misterioso para descubrir la verdad detrás de su situación. Entre susurros en la oscuridad y sombras del pasado, Sara se enfrentará a un laberin...