¿Me concedes este baile?

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El día en Madrid estaba siendo perfecto a todos los niveles, el ambiente, la temperatura, la ciudad... todo. Fina parecía una niña con zapatos nuevos, con una sonrisa constante que probablemente al día siguiente le haría tener agujetas, no podía pedirle nada más a la vida en ese momento. Bueno, en realidad sí que podía pedirle una cosa: llegar al hotel para poder devolverle en forma de besos todo lo que había hecho por ella aquel día. Marta en cambio, estuvo toda la tarde sin poder apartar la mirada a su amante, observando cómo con cada detalle con el que le iba sorprendiendo, el rostro de Fina se iluminaba más.

- Y aún queda otra sorpresa - pensó.

Cuando el sol comenzó a caer, el frío empezó a tomar protagonismo por lo que decidieron que ya era hora de ir al hotel, dirigiéndose a la parada de taxis más cercana. Tras unos minutos esperando, por fin llegó el ansiado transporte.

- Buenas tardes, señoritas. ¿Dónde quieren ir? - dijo el taxista.

- Buenas tardes, vamos a la calle Nicasio Gallego, 1, por favor - contestó Marta.

- Estupendo, para allá nos dirigimos.

El trayecto duró apenas unos diez minutos pero a la pareja se le hizo eterno, ya que lo único que querían era poder relajarse, olvidarse del resto del mundo y dar rienda suelta a su amor, sin miedo a ser descubiertas. Una vez allí, al bajar del taxi, Marta que estaba impaciente por ver su reacción, fue guiando el camino a Fina hasta que se frenó delante de un portal, algo que Fina no entendía muy bien porque no había ningún cartel que indicara que ese fuera el hotel donde se hospedarían.

- ¿Qué pasa? ¿Por qué te paras? - dijo confundida.

- Porque hemos llegado a nuestro destino - dijo mientras miraba hacia el interior del edificio.

- ¿Cómo? Pero si esto no es un hotel - volvió a preguntar Fina aturdida.

- Exacto, es que aquí está nuestra casa a partir de ahora. Si quieres, claro.

Fina no podía creerse nada de lo que estaba sucediendo en ese momento, desde que estaban juntas se había imaginado muchas veces cómo sería la primera vez que compartieran un espacio seguro juntas pero siempre era en hoteles, teniendo que fingir que son primas para que no sospecharan. Para nada se habría imaginado que Marta alquilaría un piso en Madrid para las dos.

- Marta, es que no sé qué decir. Claro que quiero, cómo no voy a querer si es lo que más deseo en este mundo. - dijo mientras se acercaba un poco más a Marta - Eso y darte un beso ahora mismo - dijo susurrando.

- Fina, eso resérvalo para cuando estemos arriba - dijo dando un resorte - ¿Subimos?

- Por favor, sí.

Con una sonrisa en la cara, subieron las escaleras del portal y una vez dentro llegaron hasta el ascensor, el cual las llevó hasta el quinto piso. Era la última planta del edificio y contaba con dos viviendas.

- ¿Cuál es la nuestra? - preguntó Fina, entusiasmada.

- La B, a tu derecha. Pero antes, tengo que darte una cosa.

- ¿El qué?

- Tus llaves - dijo emocionada - ¿Quieres abrir?

- Claro.

Fina cogió las llaves emocionada al igual que Marta, y se acercó lentamente a la puerta que daría paso a su nueva vida junto a ella. Estaba emocionada pero a la vez algo nerviosa, aún no se había recuperado de la sorpresa que fue descubrir la existencia de este piso, le costaba creérselo. Cuando se acercó lo suficiente, introdujo la llave en la cerradura pero se paró en seco, dándose la vuelta hacia Marta.

DistanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora