La mañana siguiente a la ópera amanecieron una pegada a la otra, ninguna tenía intención de levantarse porque ese momento era demasiado perfecto como para estropearlo. Pero el sonido de los pájaros al amanecer y la entrada de los primeros rayos de sol del día hicieron que, inevitablemente, poco a poco despertaran del sueño que llevaban viviendo desde el día anterior. La primera en hacerlo fue Marta que, aprovechando que Fina estaba aún dormida se levantó para ir preparando el desayuno a su novia. Cuando ya estaba listo, volvió a la habitación.
- Buenos días, dormilona - le dijo Marta en un susurro.
- Buenos días. No sé cómo lo haces pero siempre te despiertas antes que yo.
- Será mi instinto de directora - dijo acercándose para darle un beso.
- Será... ¿y qué pasará si un día me despierto yo antes? ¿Seré tu jefa? - dijo incorporándose un poco.
- ¿Acaso no lo eres ya?
- No lo sé, dímelo tú - dijo Fina, terminando con un beso.
Fina se había levantado de muy buen humor y empujó a Marta tirándola a la cama de nuevo. Las dos reían, jugaban como dos adolescentes enamoradas, hasta que Fina acabó encima de Marta agarradas de las manos, dejando a la rubia inmóvil y ambas jadeaban del agotamiento después de tanto juego.
- ¿Tienes hambre? - preguntó Marta.
- Siempre tengo hambre, Marta. - dijo bajando el tono de voz mientras se acercaba a pocos centímetros de distancia.
- Hablo en serio - dijo entre risas - como sigamos así, el desayuno se va a quedar helado y sería una pena después del empeño que le he puesto.
- En ese caso - suspiró - no le hagamos esperar pues.
Fina liberó a Marta muy a su pesar porque era lo último que le apetecía hacer en ese momento pero la vio con tanta ilusión por el desayuno que le dio demasiada ternura. Marta salió apresurada y se aseguró de que todo estuviera en la bandeja bien colocado antes de llevarlo a la habitación. Una vez allí, Fina se dio cuenta de por qué era tan importante y es que realmente lo había hecho con mimo y sobre todo, mucho amor. El desayuno se componía de unas tostadas francesas con fresas, arándanos y caramelo y para beber un café bien calentito o, por lo menos, esa era la intención de Marta. Además, como adorno había un pequeño jarrón con flores que olían de maravilla.
- Pero , Marta, esto tiene una pinta increíble ¿y las flores? Son preciosas, muchas gracias - dijo mirándola, para luego darle un beso.
- Me alegro de que te guste, me costó mucho escogerlas.
- ¿Todo esto lo has hecho tú? - dijo aún sorprendida.
- Pues claro, ¿acaso lo dudas? - dijo levantando una ceja.
- No, no, para nada. Madre mía, si Jacinto o Claudia supieran que Doña Marta me prepara estos desayunos - dijo risueña.
- No seas boba, y menos cháchara y más comer, quiero saber tu opinión.
- Ya voy, señora directora.
Definitivamente Marta sería incapaz de controlar a Fina esa mañana, estaba exultante y no podía evitar expresarlo con cada gesto, cada actitud y cada palabra que decía. Sin embargo, ella estaba igual de feliz pero más contenida porque en el fondo estaba nerviosa. Fina agarró la servilleta y de ella cayó algo, parecía una caja pequeña.
- Uy, que susto. ¿Qué es esto? - cogió la caja y miró a Marta algo más nerviosa.
- Esta es otra sorpresa que te llevo queriendo hacer prácticamente desde el día que empezó nuestra historia y por fin he agarrado el valor para hacerlo.
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Distancia
FanficFina, después del malentendido con Doña Marta por el plantón de la ópera, decide cogerse un par de días de vacaciones para alejarse de la tienda y pensar. Al volver, Doña Marta le manda hacer el inventario del mes, una tarea que se hace por la noche...