Madrid

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Desde que habían dado rienda suelta a sus sentimientos, Marta parecía una persona diferente. Delante de su familia trataba de ocultarlo pero, en ocasiones, era inevitable que llamara la atención ese excesivo buen humor o las contadas ausencias en las cenas familiares, poniendo como excusa el trabajo. Por otro lado, Fina sentía que estaba viviendo un sueño, a veces le costaba creer que aquello que se había imaginado tantas veces estuviera sucediendo. Tanto era así, que Carmen en muchas ocasiones, tenía que llamarle la atención para que disimulara delante de Claudia y cuando se quedaban a solas, aprovechaba para chincharla.

Tras muchos encuentros fugaces por cada pequeño escondite de la colonia, la pareja tenía ganas y necesidad de poder compartir tiempo sin miedo a ser descubiertas o sorprendidas por algún trabajador o peor aún, su familia. Fue en uno de esos momentos, donde surgió el plan perfecto.

- Tengo que ir a Madrid para reunirme con los escaparatistas, y te voy a necesitar... como ayudante - dijo con picardía - siempre has tenido muy buen gusto. ¿Qué te parece?

- Que me quiero ir ya, lo estoy deseando.

A Fina las horas se le pasaron rapidísimo solo de pensar que al día siguiente estaría horas y horas con Marta, en Madrid, una ciudad que había visitado en contadas ocasiones acompañada por sus padres. Cuando terminó el turno, fue corriendo a la habitación para contárselo a Carmen. Desde que le confesó su secreto se había convertido en su persona de mayor confianza, le había demostrado que nunca le fallaría y eso para Fina, era como si le hubiese tocado un premio.

- Carmen, no te lo vas a creer - dijo Fina ilusionada mientras cerraba la puerta.

- ¿Qué pasa?

- Mañana me voy a Madrid con Doña Marta a la visita con los escaparatistas.

- Ah, mira que bien. Ya te aviso que aunque suene divertido, no lo es. - dijo la sevillana sin percatarse del por qué del entusiasmo de su amiga.

- Bueno, divertido no sé, pero en mi caso creo que será un poco más emocionante que para ti. - dijo a modo de pista.

Las dos amigas se quedaron mirándose por unos segundos, hasta que Carmen por fin se dio cuenta y se echaron a reír.

- Perdóname, Fina. No había caído, hablamos tan poco del asunto que a veces se me olvida. Escúchame, por Dios y la Virgen, tened mucho cuidado. Aunque Madrid sea una ciudad grande, la sociedad es la misma.

- Que si, no te preocupes. Llevo toda la vida disimulando, creo que seguiré pudiendo hacerlo. Bueno, ¿qué? - le da la mano - ¿me ayudas a hacer la bolsa?

- Claro, querrás llevarte tus mejores galas para Doña Marta.

A medida que pasaban las horas, los nervios iban apareciendo para ambas. A la mañana siguiente habían quedado muy temprano en la parada de autobús, preferían ir por su cuenta para evitar lo más posible compartir espacio y tiempo con Isidro. Marta fue la primera en llegar. A los pocos minutos, Fina apareció. Estaban solas en la parada.

- Buenos días. - le dijo a modo de susurro apareciendo por detrás - Estaba deseando verte.

Marta se estremeció levemente, no la escuchó llegar y rápidamente se dio la vuelta para ver esa cara que se había convertido en su refugio. Se le dibujó una leve sonrisa contenida, al fin y al cabo, estaban en público.

- Buenos días, tengo muchas ganas del día de hoy.

Justo en el momento en el que le iba a agarrar de la mano, apareció el autobús. Por suerte para ellas, iba casi vacío y todo el trayecto estuvo cargado de miradas cómplices adornadas con conversaciones sobre trabajo.

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