El comienzo, ¿o el final?

281 18 0
                                    

Llevo soñando con este momento desde hace más de dos años. Desde esa tarde de otoño, en la que Lane me pidió que me casara con él en medio de una noche estrellada en la playa.

Éramos muy jóvenes, apenas teníamos veintidós años, y todavía íbamos a la universidad. Pero parece que eso nada importó para Lane, y tampoco para mí.

Prometimos terminar nuestros estudios, y tan pronto como eso sucedió, yo ya estaba en el altar con un precioso vestido blanco.

Habíamos decidido celebrar la boda en la playa. Algo desenfado rodeados de amigos y familiares. Todo era simple pero extremadamente cuidado en los detalles.

Ya teníamos una casa comprada, en unos días ya nos daban las llaves y empezaríamos con la mudanza. Era una pequeña casa con jardín, a las afueras de la ciudad, ideal para nuestros futuros empleos.

Todo era perfecto, hasta mi simple y largo vestido de seda, que se arrastraba por la fina arena de la playa.

A mi padre se le caían las lágrimas mientras intentaba secarlas con un trozo de tela que había sacado de su chaqueta de traje.

Mi turno había llegado, me dispongo a leer mis votos delante de todos los invitados. Casi me atraganto por la emoción.

Pero justo después de decir el "Sí, quiero" todo se volvió oscuro.

Fugazmente vi cómo mis piernas se doblaban, como si no tuvieran fuerza alguna y mi cabeza rebota con violencia contra el suelo de madera, haciendo un gran estruendo. Mis ojos estaban abiertos, pero yo no podía ver nada.

Entonces, como un destello en la noche, un brillo tenue comenzó a filtrarse a través de las sombras, como si una puerta se abriera a una realidad desconocida.

La imagen de una figura brillante destacó contra el fondo oscuro, irradiando una luz cegadora que me envolvió con una calidez reconfortante. Su presencia parecía llenar el vacío que me rodeaba, disipando la confusión y el miedo que me habían consumido hasta el momento.

Con una serenidad que no creía posible en tales circunstancias, extendí mi mano hacia la figura resplandeciente. Una sensación de paz y aceptación me invadió cuando sus dedos tocaron los míos, transmitiéndome una fuerza tranquila y segura.

En ese instante, mi cuerpo empezó a levitar, como una hoja de cedro en otoño. Era como si a pesar de estar tumbada en el suelo, hubiera perdido toda gravedad terrestre. Pero cuando doy un vistazo a medida que empiezo a coger altura, me doy cuenta de que mi cuerpo no se ha movido de sitio. Sigue tumbado de lado y con el rostro carente de expresión.

Lo he entendido a la perfección. No es un sueño. Claro que no.

Observo al que por unos momentos fue mi esposo. Lane se aferra a mi cuerpo inerte y me pone la cabeza entre sus manos. Él también parece haber entendido lo que ha pasado, porque solo es capaz de llorar y zarandearme suavemente, soltando sollozos y gritos al aire. Los invitados se agolpaban a su alrededor, impotentes y con ansiedad en sus rostros y ojos. Quiero consolarlos, decirles que estaba bien, pero sabía que no podía volver, que este era nuestro último adiós.

Y así fue. 

Alas en el cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora