La Belleza del Príncipe

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⁅ *< • >* ⁆

C: Sebastián, Harry se quedó dormido. -aclaró el Conde, saliendo del cuarto- ¿Hay alguna novedad de la Reina?

S: Pues... a parte del hecho que ha decidido convertirlo a usted en Rey y a mi en Rey consorte... no de hecho no. -sonrió dulcemente-

C: ¿Qué la Reina hizo qué? 

S: Como me escuchas, amor. -sonrió Sebastián- Al parecer se ha enterado de la situación y decidió darnos la monarquía. 

Ciel respiró con fuerza unos cuantos minutos para mantener la compostura, miró a su esposo y mayordomo y, al no observar una sonrisa burlesca como con otras noticias, supo que no era ninguna broma.

S: ¿Qué pasa? -preguntó en cuanto Ciel le apuntó-

C: ¿Tan seguro como que yo no tengo alma? -cuestionó serio-

S: Absolutamente.

C: Me lleva la... -suspiró intentando calmarse y no despertar al chico que dormía a sus espaldas- Ay... ¿Cómo haremos esto?

S: Juntos, Ciel. -contestó tranquilizador- Como hace siglos. 

C: ¿Sí te das cuenta que hay un nuevo miembro en la familia? ¡Es solo un niño! ¿Cómo siquiera tomará la idea de que seamos sus padres? -preguntó Ciel, completamente aterrorizado- Pasó de todo de donde vino, no quiero que pase por lo mismo.

Harry escuchaba todo detrás de la puerta. Ellos... ¿Lo querían?... ¿Se preocupaban por él? Antes de que nadie escuchara sus sollozos, los limpió con un pañuelo y abrió la puerta, notando de pronto un leve entumecimiento en sus piernas. Por lo que, cuando Ciel y Sebastián voltearon a verlo, tuvo que pedirles ayuda. 

H: Perdón... ¿Me.. pueden ayudar? -preguntó el chico, aferrándose con cuidado a la manija de la puerta-

Ciel y Sebastián se acercaron rápidamente para ayudar a Harry a entrar de nuevo en la habitación. Sebastián lo cargó hasta la cama, donde lo arropó para evitar que tuviese frío, estaban cerca de diciembre e Inglaterra era muy fría.

C: ¿Por qué no nos pediste ayuda para levantarte? -preguntó dulcemente- ¿Qué necesitas?

H: ¿Ustedes me quieren? 

La súbita pregunta sorprendió a ambos hombres. Quienes se miraron con cariño y le sonrieron a Harry con calidez. El pequeño niño de ojos verdes pudo distinguir un profundo amor paternal en ambos hombres y las lágrimas se acumularon en sus ojos.

C: Claro que te queremos. -se sentó Ciel, al lado del pequeño- Eres familia ahora chico.

H: ¿Cuánto tiempo estuve aquí? -preguntó, acariciando su cabello, que había crecido muy considerablemente- 

S: Pasaste unas semanas dormido. -aclaró, alcanzándole un peine de plata- ¿Puedo?

H: Si, gracias. -sonrió, al sentir las suaves cedas desenredar su enmarañado cabello- ¿En serio fueron semanas?

C: Unas cuantas. -le sonrió Ciel de regreso- ¿Escuchaste toda la conversación? -preguntó con una sonrisa nerviosa-

H: Pues... escuché desde que serían mis padres. -aclaró, sintiendo su cabello ser acomodado en una holgada trenza lateral- ¿Pasó algo más?

C: No, sólo que Su Majestad, quiere conocerte. 

H: ¿La Reina? -preguntó sorprendido, mientras Sebastian colocaba una peineta en su cabello- 

C: Podemos decir que soy buen amigo suyo. Y quiere conocer al niño que ha logrado ablandar mi corazón según ella. -sonrió al ver la peineta puesta en su cabello- 

El pequeño mago de los PhantomhiveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora