Intranquilidad del alma

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Luego de la intensa noche que tuvo con la esfinge, Cattleya se acuesta sobre el gran cuerpo de su acompañante, mientras que esta la cubre con sus alas para protegerla del frio viento.

De entre las dos, era la esfinge quién se encontraba mucho más agotada que la humana. Había gastado por completo sus energías durante el apareamiento, pues Cattleya parecía insaciable. La fortaleza que había adquirido tras ser resucitada por el brujo elfo habían mejorado sus atributos considerablemente.

Durante su descanso, la guerrera soñó que caía en un pozo de infinita oscuridad.

No había nada de lo que sostenerse, ni a quien pedir ayuda. Ni su fuerza, ni su experiencia en combate podían sacarla de una situación como esta. Pero mantenía la esperanza de encontrar una forma de salir de esta situación y evitar una muerte segura.

Así que, miró fijamente el final del pozo justo antes de despertar.

Al levantarse, todavía estaba algo sorprendida por lo que acababa de soñar. Pero se dio cuenta de inmediato que la esfinge que la acompañaba estaba tendida en el suelo, a unos metros de ella y con signos de haber sido atacada ferozmente.

- ¿Qué? Pero... ¿Cuándo? – Se preguntaba sorprendida Cattleya, mientras miraba a su alrededor buscando alguna señal de lo sucedido.

La pelea parece haber sido muy violenta debido al estado en el que se encontraba la esfinge. Parte de su cuerpo se encontraban arrancadas o directamente ausentes. La mitad de su pecho había sido partida en dos, indicando que su oponente fue poseedor de una fuerza inmensurable. También encontró varias marcas de fuego en el nido, sin poder saber si estas fueron causadas por algún hechizo o por la propia esfinge para defenderse.

Pero lo que la tenía más preocupada es saber porque no se despertó cuando esto sucedía.

No fue hasta un rato que noto que la gran barriga que obtuvo, semejante al de una mujer embarazada, también había desaparecido. Era la primera vez en mucho tiempo que se levanta, luego de largas jornadas de sexo, sin tener el vientre de esta forma.

Por la posición del sol era cerca del mediodía, y aun a estas horas el frio viento soplaba con fuerza. Sobre todo, porque se encontraba en lo más alto de una montaña, un lugar perfecto para esconderse de cualquier intruso.

- No puedo quedarme más tiempo. – Dijo Cattleya, quien comenzaba a tener la necesidad de tener una conversación, aun consigo misma, para no perder los estribos. – Espero poder encontrar algo útil en este lugar.

Cattleya busco en una cueva cerca del nido numerosos cadáveres, tanto de humanos como de otras criaturas. Cosa que le sirvió para buscar prendas de vestir que ponerse y alguna arma con que enfrentar a futuras amenazas. Para su suerte, había entre todas las pertenencias una gran espada, muy parecida a la suya.

- Qué nostalgia... - Dice Cattleya, mientras recuerda su época de aventurera al lado de su inseparable gran espada. En un tiempo en donde mataba a las bestias y no sentía placer al ser sometida por ellas.

Ella se toma un momento para practicar con el arma recientemente adquirida. Notando que su fuerza y velocidad han incrementado notablemente. Esto, en lugar de alegrarla, hace que ella piense en que esto es consecuencia del objeto maldito que utilizo el brujo elfo en ella.

- El uso de esta clase de magia siempre tiene consecuencias... Tengo que hacer algo.

Por otro lado, su estado mental parecía mejorar, pues se dio cuenta de que ya no se sentía tan mal por la muerte de la esfinge como lo hizo después de ver morir a su pareja Orco. Ese estado de dependencia podría estar comenzando a cambiar.

Tras varias horas caminando finalmente llega hasta la parte baja de la montaña. El sol comenzaba a oscurecerse y nada a su alrededor indicaba que alguna comunidad humana estuviera por las cercanías. Pero ahora era su prioridad llegar hasta el rio que había visto desde las alturas, para poder beber y almacenar agua.

- Por fin... - Dice la guerrera, mientras va rápidamente hasta el rio y bebe el agua con ayuda de sus manos.

Se siente muy feliz por este pequeño logro, y ahora piensa en el camino que debe recorrer para regresar a su hogar. Luego de satisfacer su sed, y guardar agua para su viaje, decide tomar un baño para limpiarse de las impurezas y despejar su mente de los pensamientos que la abordaban.


Cattleya: Prisionera de las circunstanciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora