Verónica Stevens
Mi cabeza dolía mucho. Desperté en una habitación con poca luz, estaba en una cómoda cama, pero no era la mía y eso fue lo que me aterró.
No recordaba nada. Solo a mi, caminando hacia la cafetería con mis libros en mano pero no recordaba nada después de eso.
Pensé en que quizás era una pesadilla y estaba en mi habitación solo que aún no estaba bien despierta.
Me levanté y sentí un ligero mareo que me obligó a agarrar uno de los postes de la cama, que tenía cortinas de un color verde oscuro un poco translúcidas. De nuevo me aterre, mi cama no las tenía, mire hacia todos lados y no reconocí nada.
Una cama enorme, con sábanas de seda igual verdes oscuro, con almohadones negros, roperos y más muebles de madera de roble oscura, con un peinador.
Me acerque y me mire en el espejo, todo en mi estaba bien como lo recordaba.
Enterré levemente una uña en mi mano y sentí dolor.
Joder, no era una pesadilla.
Corri hacia una de las puertas de la habitación y intenté abrirla.
Cerrada.
Corri hacia otra del otro extremo de la habitación y igual.
Cerrada.
Otra puerta, joder, corri hacia ella, era la última y esa si que abrió, pero no al lugar que quería.
Era el baño, el maldito baño.
La desesperación apareció junto con el terror y angustia. Había otra puerta, pero por la forma y el tamaño supe que daba con algún corredor o otra habitación y era lo último que quería.
Abrí una de las enormes y pesadas cortinas y la luz me dió en la cara, me tape los ojos al intentar acostumbrarme a la luz, una vez que lo hice, mire afuera. Un enorme jardin lleno de flores, arbustos y aspersores, con una linda fuente en el.
El miedo solo desapareció por ese minuto, volvió a aparecer en cuanto mire las rejas que protegían las ventanas.
Comencé a llorar de desesperación y miedo, me senté en el suelo en una esquina con las piernas pegadas al pecho.
Tomé aire y me levanté, no podía ponerme así en esta situación tenía que pensar en como salir.
Volví a mirar por la ventana y pude ver la altura, estaba en el segundo piso.
Me tumbe en la cama a llorar, tenía miedo. No entendía nada de lo que sucedía. Mire una de las mesitas de noche que había al lado de la cama y mire un vaso de agua, lo tomé pero antes de beber lo examiné bien, no olía a nada, sentía mucha sed así que lo tomé.
A la mitad del proceso la puerta enorme se abrió y por el cristal del vaso vi a un hombre entrar, sin pensarlo dos veces tomé todo el contenido y se lo arroje directo a la cabeza pero con unos reflejos sorprendentes lo esquivó y se rompió en la pared.
—¿Qué....?—no tenía ni la menor idea del que preguntaba pero solo note la expresión sería del hombre que acomodo el saco de su traje.
—Por lo general esquivó balas, esperabas darme con un vaso, creí que eras más lista, Roni.
Se sentó en la silla que había frente a la cama y me miró mientras negaba con la cabeza. Me hice pequeñita en la cama pegandome lo más que podía a la cabezera.
—¿Cómo me conoces? ¿Qué sabes de mi?—pregunté con la voz temblorosa.
—Se muchas cosas de ti, Roni, pero si hablamos concretamente, te conozco desde el funeral de tu padre.
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Mi obsesión enfermiza
RandomEn mi desesperado intento por hacer al mundo arder el mío ardió con el. ...