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—Oye Lio ¿Te importa ir por leche? Quisiera hacer un poco de chocolate caliente, pero anoche me terminé lo último en el vaso que me tomé.

Lionel siente su estómago dar un vuelco ante la mención de aquella bebida que con tanto ahínco evita, ya que lo pone más que sentimental al recordarle a su padre y aquellos años en los que solían sentarse frente a la ventana, contemplar la nieve caer y leer un cuento o escuchar villancicos.

—¿Por qué no mejor tomamos café? —El castaño intenta no sonar preocupado, continuando con su labor de secar los trastes recién lavados.

—Porque a ti no te gusta y quiero que los dos estemos calentitos mientras vemos la película.

—Ya… ¿O un té? Creí ver menta en tu alacena hace unos días.

—Javier y Raúl quisieron un mojito, así que lo prepararon y se la terminaron. —Lionel refunfuñó para sus adentros, casi odiando a sus amigos por eso—. ¿Qué pasa? Según sé, amas el chocolate.

—Soy intolerante a la lactosa. —Lio habló tan rápido, que si Guillermo no hubiese estado tan atento a sus palabras, se habría perdido más de la mitad de la frase.

Una sonora carcajada resonó dentro de la cocina, llamando la atención del castaño; quien giró casi de cuerpo completo para ver a su novio reírse estruendosamente.

—¿Eso es todo? Mi amor, creí que había más confianza que eso, no hay nada de lo cual avergonzarse. Además, por si no lo habías notado, yo también, así que leche deslactosada es lo único que podrás encontrar aquí —. Guillermo seguía riéndose mientras Lionel guardaba el último plato, suspirando con resignación.

—Ya vengo —murmuró antes de tomar su billetera y gabardina. Los inicios de noviembre comenzaban a sentirse bastante fríos.

—No hay nada de malo con eso amor, yo me encargaré de cuidar tu pancita de ahora en adelante —murmuró Guillermo contra la mejilla del castaño, dejando un corto y tierno beso ahí antes de que este saliera por la puerta.

—Lo sé, pero lo que me duele ahora mismo, es el corazón… —respondió en cuanto la puerta se cerró tras él, dando un largo suspiro mientras emprendía camino.

—¿Está listo? —Memo miró por encima del hombro de un muy concentrado Lio que revolvía la leche a punto de hervir

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—¿Está listo? —Memo miró por encima del hombro de un muy concentrado Lio que revolvía la leche a punto de hervir.

—Eso creo, nunca había hecho chocolate caliente.

—Saldrá bien, ya verás.

Cuando Lionel había llegado de comprar se encontró con un mensaje en su teléfono por parte de Memo en el que le pedía que hiciera el chocolate mientras él se bañaba, por lo que, muy a su pesar, el castaño accedió.

—Iré a poner la película, te espero allá. —Lionel asintió lentamente, esperando no haber arruinado la bebida.

Una vez estuvo todo listo, se acercó a la mesita en el centro de la sala para poner el par de tazas y un gran termo con el caliente y dulce líquido, pues sabía que Guillermo tomaría más de una taza.

𝚄n𝚊  bl𝚊n𝚌𝚊  𝚢  tr𝚒𝚜t𝚎  n𝚊v𝚒d𝚊d  𝑀⃪𝑒⃪𝑠⃪𝑠⃪𝑐⃪ℎ⃪𝑜⃪𝑎⃪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora