J𝚊𝚖á𝚜

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—Oye Lio…

—¿Mmm?

—Lio…

Eran las dos de la mañana en pleno verano, el calor era insoportable incluso con las ventanas abiertas y la fina sábana debajo de ellos.

Lionel estaba dormido a un lado del pelinegro, murmurando con descuido al escuchar su nombre entre sueños.

—Lio… —apremió el mayor picando una de las costillas desnudas de su novio —. No puedo dormir.

—Pero yo sí. —Se quejó el castaño girando en su lugar para poder observar al mayor a los ojos —. ¿Qué pasa?

—Tengo calor.

—Yo también Guillermo.

—Vamos a por un clima.

—Son las… —Lionel  miró el reloj de su muñeca con manecillas que brillaban en la oscuridad —, ¡dos de la mañana!

Guillermo pegó un pequeño brinco en su lugar al escuchar la exclamación del contrario.

—Por favor.

—¿Y en dónde se supone que encontraremos algo? Lo máximo que podríamos comprar sería un ventilador de mano en la tienda de abajo.

Guillermo se removió incómodo, frunciendo los labios con pesar.

—Mejor dime qué es lo que te pasa, llevas días raro y no es por el calor.

—Quiero que vivas conmigo —soltó atropelladamente por lo rápido de sus palabras.

Lionel se levantó por fin de la almohada, sentándose recto y apoyando la espalda en la cabecera, igual que su novio.

—¿Eso es lo que no te deja dormir? —Observó a su novio asentir —. ¿Cuánto llevas pensando en esto? ¿Por eso no has dormido en la última semana? ¿Eso es lo que no te deja comer bien?

Guillermo volvió a asentir mientras abrazaba sus rodillas y se sonrojaba al sentirse expuesto y tonto.

—Amor, no hay nada que me haría más feliz que vivir contigo —dijo Lionel con una sonrisa enorme y brillante, cerrando los ojos al ampliarla cada vez más.

Guillermo se abalanzó sobre él, besando sus labios, frente y mejillas en reiteradas ocasiones.

—Bien, en la mañana hablaremos de esto entonces —sentenció antes de acostarse por fin.

El estrés había abandonado su cuerpo en cuestión de segundos, llevaba al menos una semana pensando en aquella propuesta, valorando pros y contras, aunque no había encontrado nada malo por lo que debían posponer la mudanza, el problema era decirlo, pero ahora que estaba hecho, ya no había nada que lo mantuviera tenso y ansioso.

Lionel bufó con diversión antes de acostarse a su lado, lo suficientemente lejos para no perturbar el colchón de aire entre ambos que impedía a sus pieles volverse pegajosas, estirando el brazo para colocar una mano sobre el hombro del mayor, en sustitución del abrazo de “cucharita” en el que solían dormir.

Lionel bufó con diversión antes de acostarse a su lado, lo suficientemente lejos para no perturbar el colchón de aire entre ambos que impedía a sus pieles volverse pegajosas, estirando el brazo para colocar una mano sobre el hombro del mayor, en s...

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