𝚀𝚞𝚎

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El año pasado Lionel había decidido volver a disfrutar de la navidad, hacía menos de un año que el castaño se había permitido formar nuevos recuerdos en aquellas tristes y frías fechas, empezando por honrar una de las mejores y más bonitas costumbres de su padre.

—¿Vas a ayudarme o solo verás cómo lo hago? —preguntó mientras se limpiaba el sudor de la frente, ladeando el sombrero de paja que le cubría el rostro del fuerte sol.

—Lo siento cariño, pero luces tan sexy todo sudado, con esa camiseta sin mangas, los pantalones rasgados y todo lleno de tierra… —Guillermo suspiró mientras se acercaba para acomodar el sombrero de su novio, depositando un beso pequeño en sus labios —. Que diga… ten, bebe de la limonada que preparé.

Lio rodó los ojos, pero aceptó el gran vaso de limonada que su novio le ofrecía, dando un largo y refrescante trago.

—Es increíble que siendo mediados de Septiembre haga tanto calor. —Se quejó antes de devolver el recipiente casi vacío y otro beso de pico.

—¿Estás seguro de que esto funcionará? Se supone que debes sembrar en primavera ¿No?

—Es un pino, Memo, sobrevivirá al otoño e invierno.

—Entonces te dejo seguir.

—Pancho… —Lionel lo observó alejarse un par de pasos, no pasando desapercibido el leve encogimiento de hombros que el hombre hizo.

—¿Sí mi amor?

—Necesito ayuda, cavar es un martirio.

—Pero ayer me hice un manicure…

—Yo también.

—La mascarilla…

—No te estoy pidiendo que caves con los dientes.

—Es que yo…

—¿Qué?

—Yo…

—¡Guillermo!

—Le temo mucho a los bichos, detesto los gusanos con toda el alma y… —el pelinegro se rascó la nuca con vergüenza —, no puedo mantener vivo ni un pequeño cactus, cuando en la escuela nos pidieron germinar una semilla, la mía ni siquiera dio indicios de vida. Estoy seguro de que si yo toco ese pobre pino, morirá en días.

Lio lo observó con atención mientras Guillermo sentía sus orejas calentarse a cada segundo que pasaba, sintiéndose cada vez más cohibido hasta que una carcajada mal disimulada llamó su atención.

—¿Qué es tan gracioso? —refunfuñó cruzándose de brazos.

—Nada, nada. Lo siento mi amor, puedes ir adentro entonces, intentaré acabar rápido.

Memo observó al castaño con una ceja levantada y semblante serio, pero duró solo un par de segundos, porque Lionel lo tomó con delicadeza de la cintura antes de plantar un enorme y lento beso en sus labios.

El sabor a limón, azúcar y lo burbujeante del agua mineral estalló en sus bocas conforme la lengua de uno delineaba los labios del contrario, arrancando un pequeño suspiro del mayor, quien se separó solo segundos después con la punta de las orejas enrojecida y una pequeña sonrisa satisfecha en sus esponjosos labios.

—Iré a preparar una ducha caliente para ti, termina pronto ¿Quieres?

—¿Serás parte de la ducha? —murmuró Lio mientras observaba al mayor caminar hacia la casa, recibiendo una mirada suspicaz por encima de su hombro.

—Eso lo veremos —sentenció con tono juguetón antes de desaparecer por la puerta, dejando a un muy cautivado y alegre Lionel.

Con energía renovada y una chispa de diversión alojada en su interior, Lio siguió cavando mientras tarareaba alegremente.

𝚄n𝚊  bl𝚊n𝚌𝚊  𝚢  tr𝚒𝚜t𝚎  n𝚊v𝚒d𝚊d  𝑀⃪𝑒⃪𝑠⃪𝑠⃪𝑐⃪ℎ⃪𝑜⃪𝑎⃪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora