Capítulo 8: Un encuentro fortuito

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—William ha de ir a Oxford

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—William ha de ir a Oxford...donde estudió su padre y el suyo antes que él. Ya va siendo hora de que se haga un hombre de provecho. Me pone nerviosa que desaparezca de esa forma y que vague como un fantasma por el bosque. Esa horrible manía de cuidar de cualquier alimaña...no es digna de un caballero. Hasta ha llegado a mis oídos que ha tenido encontronazos con el guarda ¿por qué no puede comportarse como un Ardlay?— Reprochó la tía Elroy preocupada por el comportamiento rebelde de su sobrino. —En los estudios destaca, es un chico listo, prometedor, diría. El problema es que se distrae con facilidad y le gusta bromear con los profesores. Algunos tienen paciencia, pero otros han renunciado incapaces de dominar su temperamento. Es peculiar y bastante caprichoso...ahora le ha dado por mantener una colección de  animales  en la casa del bosque ¡Es inaudito...! ¡ Totalmente impropio y disparatado! Por eso, has de velar por él, Georges. Se espera mucho de él y no podemos jugárnoslas todas a una carta. Es muy importante que William aprenda cuál es su lugar en esta familia. 

Georges se mantenía hierático, como de costumbre. Asimilando todo lo que le decía la matriarca sin inmutarse a penas. 

—Y ahora si no te importa, me gustaría hablar con el resto de los ancianos. Hay una fiesta que organizar y mucho trabajo que hacer.— Dijo despidiéndolo con una mano. 

—Como usted ordene, señora.

La fiesta era  fastuosa. Los invitados fueron llegando, vestidos con sus mejores galas. El pequeño Anthony, correteaba entre la gente mientras perseguía a sus primos. Era un niño que   parecía un ángel inocente al que nadie podía resistirse, rubio como el trigo con grandes e intensos ojos azules la tía Elroy sentía debilidad por él y nunca encontraba el valor necesario para regañarlo. 

El joven William en cambio, tenía que conformarse con ver crecer a su sobrino de lejos. Atrás quedaban los tiempos en los que solía charlar con su hermana en el jardín con el pequeño Anthony jugando a sus pies. 

Podía escuchar el rumor de las risas, la música sonar desde las habitaciones superiores donde vivía confinado. Su vida se había transformado en una oscura sombra de lo que debía ser para un chico de su edad. Sus primos, coetáneos suyos, se habían olvidado de su existencia y en su lugar, el nombre del  tío abuelo William había acabado por anular su verdadera identidad desplazando al suyo propio. Y eso lo indignaba. No le parecía justo. 

Frustrado, tomó la decisión de vestir el traje de gala de la familia con la esperanza de pasar desapercibido y colarse entre los otros muchos críos ataviados como él en la fiesta. 

Era divertido ver a los parientes. Las mujeres lucían hermosas; había jovencitas de su edad que levantaron la mirada sorprendidas de verlo. Algunas hasta  se habían ruborizado y William reía con ellas divertido, pero no se podía entretener mucho. Por desgracia no podía arriesgarse demasiado y se escabullía cuando algún adulto se le quedaba mirando más tiempo del adecuado, quizá reconociéndolo, lo cual era un riesgo. Podría ganarse una buena regañina si aquello ocurría. 
Y no le duró mucho la diversión por desgracia.

Amor Cautivo [EN EDICIÓN]Where stories live. Discover now