Parte 3 Susto

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       Frío. El frío penetra los huesos y todo mi cuerpo esta helado. Congelada, pensé, moriré congelada. ¿Cómo es posible? Mi vista esta nublada, no logro percibir sonido alguno, la superficie bajo mío esta húmeda, París lame mi rostro pero apenas la siento. Rojo. Todo se torna de un rojo fuerte a medida que recupero la vista. Apenas oigo voces y son de espanto, mencionan mi nombre con preocupación y figuras se mueven de un lado a otro rápidamente a mi alrededor. La señora Paxmes, la bibliotecaria, se me acerca y recoge mi cabello, me susurra pero no la entiendo. Ella parece ser la única persona calmada en este lugar. Cierro los ojos y un fuerte dolor perfora mi cabeza. ¿Qué sucedió? No logro recordar, lo último que se me viene a la memoria es el alegre rostro de la señora Paxmes aguardando mi llegada al mostrador con los libros. Los libros. Abro de repente los ojos ignorando el doler penetrante y los veo desparramados por el suelo. 

      Rojo. Lo rojo que anteriormente había notado es sangre, mi sangre. Intento moverme pero todo mi cuerpo esta paralizado. De a poco comienzo a oír, la señora Paxmes me dice con voz suave que todo irá bien, que resiste, que la ambulancia está en camino. Ambulancia, 29 de julio, mi madre. Vuelvo a cerrar los ojos y su rostro aparece en mi mente. Hace ocho años esto mismo había pasado, su cuerpo inerte sobre una camilla, de camino a la morgue. Suena morboso, lo se, pero hace mucho dejé las delicadezas a la hora de hablar acerca de ella. Ocho años atrás, para ese entonces tenía diez. Los recuerdos siguen apareciendo velozmente y las lágrimas comienzan a quemar mis mejillas. Escucho sirenas, la ambulancia esta aquí, sé que no me llevarán a la morgue, pero de todas formas temo. Alguien se acerca apresuradamente a mí y toma mi mano.

                 - Eva, aquí estoy, no te preocupes estarás bien, te lo prometo. -Oír la vos de mi padre fue como un puñal en el corazón. No podía estar haciéndole esto un día como hoy, él no se lo merecía -.Resiste cariño, ya vienen por ti.

       Y así era. Al momento aparecieron enfermeros que me levantaron con sumo cuidado y me colocaron sobre una camilla, mi cuerpo se tensó al primer contacto, las manos comenzaron a sudarme y mi corazón se aceleró. "No se preocupe, estará bien", dijo uno de ellos, y su calmada voz hizo que me tranquilizara un poco. 

                 - Papá... No olvides a París. -Cuando las palabras salieron de mi boca no parecía yo. Mi voz sonaba rasgada, áspera.

       "No se preocupe Señor Zabatt, cuidaré de la pequeña hasta tanto pueda volver por ella". Mi cuerpo se calmó un tanto más al oír las palabras de la señora Paxmes.  Papá se lo agradeció y al instante siguiente abordó la ambulancia junto a mí. Sus ojos estaban fijos en mí, me habían puesto unas vendas que estaban particularmente ajustadas y la cabeza me dolía. Mi padre me tomó de la mano y comenzó a acariciarla con dulzura. Cerré los ojos para intentar apagar un poco el bombardeo interno y me concentré para escuchar los balbuceos, sus balbuceos... por favor cariño, quédate conmigo... Evangeline... tesoro resiste... intenté abrir de nuevo los ojos para asegurarle que estaba allí y que no me iría a ninguna parte, pero el dolor era tan agudo que no me lo permitió. 

       El camino hasta el hospital es largo. De a ratos me pierdo en uno que otro sueño pero procuro con todas mis fuerzas mantenerme despierta. Cuando era pequeña mi madre siempre decía, cuando me golpeaba la cabeza, que era importante mantenerme despierta al menos una hora. Y eso estaba haciendo, manteniendome despierta. 

       Al llegar al hospital un torbellino de manos, enfermeros y aparatos electrónicos me rodean. Pierdo de vista a papá y eso me altera. Voces provenientes de todas partes dan órdenes, imparten instrucciones y hablan calmadamente en mi dirección. Cuando todo el alboroto merma, me permito abrir los ojos. Ya no tengo vendas en la cabeza, o al menos no las siento. Estoy en una cuarto blanco, mi abrigo esta en el respaldo de la silla en la que mi padre está sentado, parece tranquilo pero puedo notar su ansiedad en el movimiento constante de sus piernas. Hay música. Suenan violines por algún lado y me siento a gusto. 

      Al cabo de media hora llega una enfermera menuda, de ojos grises y mejillas rosadas que se acerca a mi cama y chequea los aparatos que están a mi lado. "Al parecer está todo en orden", dice, con una voz apenas audible. Al notarla mi padre se levanta de un salto y se ubica a su lado.

                 -Señor Zabatt, debo informarle que su hija tuvo una parálisis cerebral leve. Eso es bueno pero aún no sabemos si el golpe traerá o no consecuencias a largo plazo. 

       Mi padre palideció al instante. El susto se le nota en sus hermosos ojos verdes esmeralda. El cabello aún le gotea un poco y seguramente tiene los pies helados. Ya tenía suficiente consigo mismo, no necesitaba que ahora yo me sume a su lista de preocupaciones. 

                -Todo irá bien papá, ¿lo recuerdas?, me lo dijiste en la biblioteca. - Dio un giro brusco al sentir mi voz. Inmediatamente el color le vuelve al rostro, una sonrisa se dibuja en sus delgados y rojos labios. Asiente con la cabeza y luego despide a la enfermera. 

                Evangeline... -dice, con el rostro repentinamente cerio, una vez se la enfermera estuvo fuera -... no vuelvas a asustarme de ese modo. - Al decirlo vuelve a sonreír y besa mis dedos. -La señora Paxmes fue quien me llamó. Gracias a Dios estabas en un lugar público, ¿que hubiera sido si estabas en casa? Cuando llegué y te vi rodeada de tanta sangre, las piernas comenzaron a temblarme y estuve a punto de caer a tu lado. La doctora dijo que la sangre provenía de una de tus cejas, te la han cocido, si cariño, la derecha. - Me tanteo el rostro en busca de la cicatriz hasta dar con un pequeño bulto sobre mi ceja derecha. Papá ríe y luego me dice -Te vez adorable tesoro. Esos hilos le dan a tu rostro un toque especial. -Ríe de nuevo ante mi cara de incredulidad y molestia. -En realidad pasan desapercibidos entre los bellos de tu ceja. Deberías cortártelos un poco. -Le doy un pequeño empujón y comienza a reír con intensidad. Sé que estaba bromeando. Luego se levanta y camina de nuevo hacia su silla. -Descansa cariño, luego en casa te afeitas esas cejas. 

       Para cuando vuelvo a despertar ya no estan los hilos en mi cejas. Papá puso unas bonitas flores sobre la mesita junto a mí cama, rosas blancas, mis favoritas, la música sigue sonando suavemente y el cielo fuera se ha tornado de un hermoso azul, algunas estrellas se asoman tímidamente y en ese momento caigo en la cuenta de que nuestro 29 de julio ya se está acabando. Hace años que papá no le lleva flores a ella. Nunca le pregunté por qué, asumo que le ha de causar demasiado dolor para hacerlo. Eso me recuerda que hoy no he ido a llevárselas. Deberé hacerlo en tanto pueda levantarme. 

                -Sin los hilos tus cejas se ven pequeñas. -Papá aparece en la puerta y su sonrisa deja ver sus dientes blancos, su nariz está roja. -Cariño, es hora de ir a casa. París esta ansiosa por verte. 

       El frío cala mis huesos, la nieve cae despacio y las calles están bloqueadas. En casa, París salta sobre mi falda y pierdo un poco el equilibrio. Inhalo con ganas el olor a café de la casa. La chimenea esta encendida y todo sigue en su preciso lugar. Luego de un baño caliente me acurruco en la cama. París duerme a mis pies y papá toca el piano. Miro por la ventana. La costa esta solitaria, excepto por una única persona. La figura se levanta, voltea hacia mi lado, camina unos pasos y regresa a su antiguo lugar. Lo observo hasta que el sueño me vence. A la mañana siguiente, encuentro una nota pegada en mi ventana. Esa no es la letra de papá. Lo llamo, pero no contesta. Silencio. Los violines no suenan como de costumbre pero el olor a café sigue tan fuerte como siempre, solo que esta vez algo más se mezcla con él. Dulce. El piano comienza a sonar de repente y solo en ese momento me doy cuenta que hay otra nota en mi mesita de noche, esta si lleva la letra de papá... 

"Cariño no pude faltar al trabajo hoy, lo intenté, pero ya sabes como es el Señor Claidely. Cuando te levantes, ponte algo lindo, alguien te espera. Te amo. Nos vemos más tarde". Papi

EvangelineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora