El vapor emerge del asfalto y me siento mareada; jamás había estado tan cerca de un accidente de tránsito como hoy. Regresamos a casa y Will conduce más lento de lo normal, callado, asustado. No lo culpo, yo también lo estoy. Tomo mi teléfono y comienzo a escribir:
"Rouse lamento haber colgado tan deprisa. Dios acaba de salvarnos de un enorme accidente de tránsito, descuida estamos bien. Will y yo estamos de regreso a casa, necesitaba respuestas e íbamos de camino a San Francisco. Tal vez no tenga mucho sentido para ti, has estado fuera mucho tiempo y te has perdido de otras tantas cosas. No te preocupes, cuando llegue te lo contaré todo. Te quiero. Eva".
Envío el mensaje y dejo el móvil donde estaba. Mis manos están sudando y los nervios hacen que no pueda dejar de mover las rodillas. Cada momento vivido se graba en mi mente como una impronta y resurgen memorias pasadas.
Hace nueve años, un terrible accidente automovilístico acabó con la vida de quien fue mi mejor amiga. Tercer grado de la escuela primaria. Su vida acabó un 12 de julio; la mañana en la que recibí la noticia no lo asimilé como más tarde lo haría. Eramos demasiado pequeños para entender lo que la muerte significaba, y hasta hoy, creo que aún no lo había comprendido del todo. Su partida fue como un balde de agua fría en la mañana.
Por todos lados se ven partes de coches: ruedas, llantas, vidrios. El cielo sigue encapotado y una niebla espesa cubre el camino. El ambiente ha entrado en estado de luto. Las sirenas suenan a lo lejos. De pronto una ambulancia cruza a toda velocidad en dirección contraria y recién en ese momento caigo en la cuenta de que no alertamos a nadie sobre el accidente. Por el rabillo del ojo veo que Will lagrimea; nunca lo he visto llorar, y para tantos años de amistad, es mucho decir. Es fuerte pero sensible, amable pero directo, y verlo llorar despierta en mi una curiosidad inexplicable. Busco en mi mente los posibles motivos para algo así y de repente un nombre aparece flotando en medio de mi laguna mental: John; no lo conocí, pero se que fue importante para Will; su mejor amigo. No lo menciono, claro, simplemente busco la forma de cambiar sus pensamientos.
-¿Crees que Rouse haya llamado a alguien más? -Digo, intentando sonar lo más casual posible, aunque me resulta casi imposible.
-No lo se Eva-, responde él, y en su voz se aprecia la melancolía- ya sabes como es Rouse, no le gusta mucho el bullicio... Tal vez le haya escrito a Luna, o a Avril.- Sus palabras suenan más grave de lo normal y no aparta la mirada ni medio milímetro de la ruta. Esta estremecido. -¿Eres consciente de lo cerca que hemos estado?- Dice de repente.
-Si Will, lo soy-, hago una pequeña pausa, meditando mis siguientes palabras- de todas formas no puedo continuar con eso en la cabeza- suelto-, debemos continuar-. Por lo general no soy tan fría con estas cosas, sin embargo, esta vez no me afectó excesivamente.
-Es fácil para ti decirlo-, el volumen de Will comienza a elevarse progresivamente, mediante acaba la frase-, ¡NO TE ACUERDAS DE NADA!
-Claro que si- objeto, algo enojada y herida a la vez-, tu no sabes todo lo que pienso, no tienes idea de la cantidad de cosas que han pasado por mi mente en todos estos días, todas las preguntas y dudas. Comienzo a recordar y creeme que más de lo que me gustaría-... me callo. Estoy muy triste para continuar hablando sin romper en llanto. Necesito calmarme y para ello me doy unos segundos y acabo diciendo-: y no es necesario que me grites William.
No dice nada, únicamente se oyen sus exhalaciones ruidosas. Espero que hable, lo conozco, no es orgulloso, jamás a tenido problemas en disculparse, pero duele. No es fácil para ninguno, lo entiendo, pero no debemos lastimar a otros a causa de nuestras heridas.

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Evangeline
Teen FictionSus ojos resplandecen con la luz matutina, el cuarto esta en calma. Los violines suenan a lo lejos y el olor a café se siente en toda la casa. Dejando un pasado trágico los recuerdos se vuelven esenciales para seguir adelante. ¿Podrá Evangeline re...