XXII

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Carlos

Lando entró en el asiento del copiloto de mi coche y cerró los ojos mientras se hacía una bolita.

—Que vergüenza.

—Ha sido buenísimo. —Admití y reí ligeramente conduciendo hacia casa. —¿Qué ha pasado?

—Pues me ha intentado besar y le he vomitado encima.

—Buena manera para ahuyentarlo. —Tamborilee los dedos en el volante. —¿Tú querías besarlo?

—¿Eres tonto? —No me esperaba esa contestación tan violenta. —Solo me interesa besarte a ti, solo a ti, a nadie más.

Sonreí ligeramente satisfecho y poco después llegamos a mi casa. Bajé del coche y entré a casa, dejando primero pasar a Lando.

—¿Y Judith?

—Se ha quedado a dormir a casa de una amiga suya. —Me asintió ligeramente y vi como jugueteaba con sus manos.

Agarre una de sus manos y comenzamos a subir las escaleras. Entramos al baño y le senté en la taza del vater.

—¿Está muy mal? —Pregunto al ver que sacaba el botiquín.

—No, pero vamos a limpiártelo. —Asintió y agarre unas gasas y agua oxigenada.

Comencé a limpiar con toques suaves la herida y le terminé poniendo una pomada porque estaba ligeramente inflamado. Le agarre de la barbilla y le mire a los ojos. Tenía las pupilas dilatadas y solo se veía una fina línea verde del iris entre el negro de la pupila y el blanco de su esclerótica. Tenía los labios ligeramente abiertos, rojos y grandes, carnosos, apetecibles. Su nariz respingona era preciosa y tenía tantos lunares por la cara que me costaba contarlos sin perderlos. Me acerque y le di un beso en los labios.

—He vomitado Carlos... —Lando susurró.

—Me da igual. —Le agarre de la cintura y lo agarre en brazos volviéndole a besar.

Camine hacia mi cama y lo deje en la cama antes de colocarme entre sus piernas y volverle a besar de manera cariñosa. Enredo sus manos en mi pelo y profundizó el beso. Puse mis manos en sus caderas y la apreté pegándola a la mía. Gimió ligeramente en mis labios y sonreí separándome para empezar a besar su cuello. Metí las manos por la tela y comencé a acariciar sus pezones. Sentir sus espasmos debajo mía me estaba haciendo perder la cordura.

—¿Estás muy borracho? —Pregunte sobre su cuello.

—Quiero hacerlo... —Susurro mirándome. —Mucho.

Me separé de su cuello y le mire a los ojos. Saque una de mis manos y le acaricie la mejilla.

—Yo no quiero hacerlo contigo borracho, Lan. —Susurre sobre sus labios y le deje un suave beso.

Vi la desilusión en sus ojos y trague saliva sintiéndome culpable. Aún que la desilusión le duró poco, porque sus ojos volvieron a brillar con lujuria.

—Pero podemos hacer otras cosas. —Dijo él y me hizo sentarme en la cama.

—¿Cómo que? —Se sentó encima mía y comenzó a mover sus caderas.

Atrolondrado || CarlandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora