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Rosé Pov

Jisoo es tan pequeña en mis brazos. Sus delicadas extremidades me sujetan tan fuerte. Su cabello huele a manzanas, acurrucada bajo mi barbilla mientras se acomoda bajo las sábanas.

Su respiración es tan uniforme. Una dulce calma que no he visto en ella antes.

Supongo que tres orgasmos le hacen eso a una chica.

La belleza de esta... De esta ternura que siento con ella a mi lado, de alguna manera desarma la sensación de malestar en mi estómago.

He cruzado una línea. Una gran línea. Una línea que me hace sentir como una excusa depravada para una mujer.

Y sin embargo, la pequeña Jisoo descansa tan pacíficamente, presiona su cuerpo contra el mío con una devoción que he extrañado durante tanto tiempo.

Ella se mueve, y su cabello me hace cosquillas en la barbilla. Siento sus ojos en mí en la oscuridad.

—Deberías estar dormida —le digo a ella.

Suspira, y sus pequeños dedos acarician mi brazo.

—¿Estuve bien?

La sujeto con fuerza.

—Estuviste más que bien, fuiste perfecta.

Ella presiona sus labios a mi clavícula.

—Tú también fuiste perfecta. Fuiste todo.

Todo.

He esperado tanto para ser el todo de alguien.

Estiro las piernas, froto los dedos de mis pies contra los de ella y ella suspira dulcemente, y hay una parte de mí que quiere dibujar una línea en esta penumbra entre ser una amante y un guardiana. Una parte de mí que quiere recogerla y llevarla a mi habitación real, con una gran cama doble y decoración neutral, y cerrar la puerta de la habitación de Jade para siempre.

Pero no puedo. La necesidad de amarla como la cautivadora e inocente alma rosa es demasiado fuerte.

—Daddy... —susurra—. Siempre he querido uno.

Una emoción de lujuria ondea a través de mí, y es más que suficiente para contrarrestar mi auto-revulsión.

—Me encargaré de ti, como cualquiera buena guardiana debería —le digo—. Estás a salvo aquí. Siempre estarás a salvo conmigo.

—Lo sé —dice ella—. Me gusta... Me gusta llamarte así...

Estoy acabada, mi polla se contrae ante el deseo de escucharla decirlo otra vez.

—Daddy —su voz no es más que un aliento—. ¿Realmente puedo llamarte así?

—¿Quieres hacerlo?

Ella asiente, y la siento sonreír contra mi piel.

—Sí —siento que se aleja lo suficiente como para buscar mi cara en la oscuridad—. Mientras eso no... Cambie nada... Porque quiero... Quiero...

—Shh —paso mis dedos por su cabello—. Eso no cambiará nada. Solo somos... — lucho por encontrar las palabras—. Diferentes, Chu. Somos diferentes. Dos personas que encuentran lo que necesitan una en la otra.

En la más... inusual de las circunstancias.

—El destino —susurra, y suena muy simple—. Es el destino. Sé que lo es.

—El destino —repito.

Quiero creerle. No encuentro destino en los números, ni en los libros de balance, ni en la gestión de un negocio. No encuentro nada más que lógica fría y dura detrás de cada aspecto de mi vida. Aparte de en ella.

Call me Daddy || Chaesoo (Corrigiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora