Después de una cena tensa, el silencio persistió entre Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez mientras caminaban hacia el departamento de Xóchitl. El aire estaba cargado de emociones no expresadas, cada paso marcado por la incertidumbre y la tensión que colmaba el ambiente.
Una vez dentro del departamento, Xóchitl estalló en un torrente de emociones reprimidas. Las lágrimas brotaban de sus ojos mientras sollozaba con desconsuelo, incapaz de contener la marea de dolor y frustración que la invadía.
Xóchitl: "¡No entiendo por qué tienes que ocultar nuestra relación, Claudia! ¿Acaso mi amor no es suficiente para ti? ¿Acaso prefieres sacrificar nuestra felicidad por el poder y la opinión de la sociedad?"
Claudia, visiblemente afectada por el sufrimiento de Xóchitl, intentó explicarse entre sollozos y suspiros entrecortados.
Claudia: "Xóchitl, tú sabes que te amo más que a nada en este mundo. Pero nuestra relación debe permanecer en secreto por el bien de nuestra campaña y de México. Si la sociedad descubre nuestra relación, podrían usarlo en nuestra contra y arruinar nuestras carreras políticas. No quiero perder la oportunidad de hacer un cambio real en este país por algo tan personal como nuestro amor".
La respuesta de Claudia solo intensificó la ira y la tristeza de Xóchitl, quien se sintió traicionada y abandonada por la persona que más amaba.
Xóchitl: "¡No puedo creer que estés dispuesta a sacrificar nuestra felicidad por una ambición política! ¿Es eso más importante para ti que nuestro amor? ¿Estás dispuesta a vivir una mentira solo para ganar la presidencia?"
Claudia, frustrada y enfurecida por la insistencia de Xóchitl, respondió con palabras que cortaron como cuchillas afiladas.
Claudia: "¡Sí, Xóchitl! Prefiero proteger mi futuro y el futuro de este país que seguir tus caprichos egoístas. No entiendes la responsabilidad que tengo como líder política. Si no puedes aceptar eso, entonces tal vez no mereces estar a mi lado."
Las palabras de Claudia golpearon a Xóchitl como un puñetazo en el estómago. Se sintió abrumada por la crueldad de su amada, y las lágrimas que antes brotaban con tristeza ahora fluían con desesperación y dolor.
Xóchitl: "¡No puedo creer que me estés diciendo esto! ¿Realmente me ves así? ¿Solo como un capricho que puedes desechar cuando ya no te conviene? ¡Eres despreciable, Claudia!"
Las palabras de Xóchitl resonaron en el aire, cargadas de dolor y desesperación. Claudia se sintió abrumada por la acusación, pero su orgullo y su determinación política la impulsaron a continuar la discusión.
Claudia: "¡No es eso, Xóchitl! Pero no puedes entender la presión que enfrento. Tengo que pensar en el futuro de este país, en nuestras carreras. No puedo permitirme el lujo de actuar impulsivamente como tú."
Xóchitl, incapaz de contener su dolor y su rabia, se enfrentó a Claudia con los ojos llenos de lágrimas.
Xóchitl: "¡No es impulsividad, Claudia! Es amor, algo que pareces haber olvidado en tu búsqueda obsesiva del poder. Me prometiste que siempre estarías a mi lado, pero ahora solo veo a una mujer fría y ambiciosa que está dispuesta a sacrificar todo por su carrera."
Claudia, herida por las palabras de Xóchitl pero decidida a mantener su postura, se apartó de ella con determinación.
Claudia: "No puedo hacer esto ahora, Xóchitl. Necesito tiempo para pensar. No sé si alguna vez podré darte lo que deseas. Tal vez sea mejor así."
Con esas palabras, Claudia se dio la vuelta y abandonó el departamento de Xóchitl, dejando atrás un rastro de corazones rotos y palabras no dichas. La puerta se cerró con un golpe sordo, dejando a Xóchitl sola en la oscuridad, sumida en una mezcla de dolor, tristeza y arrepentimiento.