Capítulo 7: Amor y Tempestad

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Era una noche lluviosa en la Ciudad de México, y la tormenta parecía reflejar la turbulencia en el corazón de Claudia. había tomado una decisión: romper todas las barreras y vivir su amor con Xóchitl abiertamente, sin temor ni reservas.

Claudia se encontraba en su apartamento, mirando la lluvia golpear las ventanas, cuando recibió un mensaje de Xóchitl: "Necesito verte. Ahora." Sin dudarlo, Claudia salió, su mente y su corazón acelerados. Llegó al departamento de Xóchitl empapada, pero sin importar las inclemencias del tiempo, su determinación no había menguado.

Xóchitl abrió la puerta con una expresión mezcla de angustia y deseo. Sin decir una palabra, tiró de Claudia dentro y la besó apasionadamente. El sonido de la tormenta afuera se mezclaba con sus respiraciones entrecortadas.

Xóchitl: "Claudia, he estado pensando. ¿Podemos realmente hacerlo? ¿Podemos enfrentarnos a todo por nuestro amor?"

Claudia, con los ojos brillantes, respondió: "Sí, Xóchitl. No quiero seguir escondiéndonos. Estoy lista para enfrentar lo que venga, siempre y cuando estemos juntas."

De repente, un rayo iluminó el cielo, y la luz intermitente reveló el intenso deseo en sus miradas. Claudia la sostuvo firmemente, como si temiera que se desvaneciera en cualquier momento.

Xóchitl: "Pero nuestros esposos, nuestras carreras... ¿Qué pasa si todo se desmorona?"

Claudia: "Entonces lo reconstruiremos juntas. No más secretos, ni  más mentiras."

La pasión entre ellas era innegable. Se besaron con una intensidad renovada, moviéndose hacia el sofá. Claudia tiró de Xóchitl hacia sí, sus labios viajando por el cuello de Xóchitl, mientras sus manos exploraban cada curva de su cuerpo.

Xóchitl: "No puedo perderte otra vez, Claudia. Me destrozaría."

Claudia: "No me perderás. Te lo prometo. Pero tenemos que ser fuertes."

Justo cuando parecía que finalmente habían encontrado un momento de paz, el sonido de un teléfono sonando las sobresaltó. Ambas se quedaron congeladas, sus respiraciones entrecortadas por el miedo y el deseo.

Xóchitl: "¿Quién podría ser a esta hora?"

Claudia: "No lo sé, pero no contestes. Este es nuestro momento."

El teléfono continuó sonando, interrumpiendo su breve oasis de tranquilidad. Xóchitl decidió ignorarlo, y el sonido finalmente cesó. Se miraron a los ojos, sintiendo que cada segundo contaba.

Claudia: "No dejemos que nada nos separe. Te necesito, Xóchitl."

Xóchitl: "Y yo a ti, Claudia. Pero esto... todo esto... me asusta."

Claudia: "Lo sé, pero lo enfrentaremos juntas."

Antes de que pudieran retomar su momento de intimidad, el sonido de un mensaje entrante llenó el aire. Xóchitl miró el teléfono y su rostro palideció.

Xóchitl: "Es un mensaje de un número desconocido. Dice que tiene información comprometedora sobre nosotras."

El corazón de Claudia se aceleró. "¿Qué quiere decir con información comprometedora?"

Xóchitl: "No lo sé, pero... ¿y si tiene razón? ¿Y si alguien nos está vigilando?"

Claudia: "No importa lo que sepa. Lo que importa es cómo vamos a manejarlo."

La tormenta afuera se intensificó, como si reflejara la tempestad en sus corazones. Xóchitl apagó el teléfono, lanzándolo al otro lado de la habitación.

Xóchitl: "No puedo vivir con este miedo constante,

Claudia. No sé cuánto más puedo soportar."

Claudia: "Vamos a superarlo, Xóchitl. Juntas."

De repente, la luz se fue y quedaron a oscuras. La tormenta había provocado un apagón. En la penumbra, se abrazaron con fuerza, sintiendo el calor y la presencia de la otra.

Xóchitl: "Tengo tanto miedo, Claudia."

Claudia: "Yo también. Pero no podemos dejarnos vencer por el miedo."

La tensión era palpable. En la oscuridad, se besaron de nuevo, con una mezcla de desesperación y esperanza. La intensidad del momento las hizo olvidar por un instante los peligros que las acechaban.

Xóchitl: "Prométeme que no nos rendiremos."

El sonido de sirenas a lo lejos y la intensidad de la tormenta añadían un aire de suspenso. Sabían que su amor sería puesto a prueba una vez más, pero en ese momento, en la oscuridad de aquel departamento, se aferraron a la única verdad que conocían: su amor era real y estaban dispuestas a luchar por él.

Entonces, el teléfono de Xóchitl vibró de nuevo. Un nuevo mensaje, esta vez con una foto de ambas en un momento íntimo, y una simple frase: "Esto es solo el principio."


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