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Para el alivio de Jimin, Soobin siguió mejorando en los próximos días. Su erupción había comenzado a pelarse como una quemadura, pero el doctor Moon dijo que era parte del proceso de recuperación. Afortunadamente, ni el doncel ni Namjoon mostraban signos de haberse contagiado con la Fiebre Escarlata.

Después de su noche de amor, Jimin sintió un cambio en su relación con Namjoon. Debido a que el doncel se quedaba arriba para cuidar de Soobin, se dio cuenta de que Namjoon de pronto había encontrado una serie de razones por las que subir a la habitación. Afirmaba estar buscando un libro de contabilidad, o una navaja en particular, o un afilador. Una vez hasta se llevó el saco de arroz, declarando que tenía un comprador para él. Jimin sospechaba que su verdadera intención era garantizar que no iba a ser utilizado de nuevo como una barrera entre ellos en la cama.

Con el principio del otoño de Yukon asentándose sobre Dawson, una tarde Namjoon trajo una manta de bebé de cachemira para Soobin. Había hecho un trueque con un capitán mercante ruso, al que le había dado media botella de whisky por la manta de lana blanca tan suave como un pétalo. Era la tela más fina que Jimin había visto en su vida, y su amor por Namjoon creció en consecuencia.

Por mucho que le gustaba que él subiese a verle, el doncel se negaba a ceder a la tentación. Las miradas persistentes que intercambiaban, las sonrisas, los roces de sus manos y brazos según pasaban al lado del otro... Eran sólo los efectos naturales de sus noches juntos.

Sus noches...

Por las noches, con Soobin metido en su cuna, evitaban el frío bajo las pieles de lobo en la cama. Namjoon llevaba su cuerpo hasta una dimensión de placer desconocida por el castaño hasta ese entonces, y le enseñó una gran variedad de maravillosas formas de satisfacerle. Le daba una sensación embriagadora verle acostado junto a el doncel, gimiendo y luchando por mantener el control mientras que Jimin lo acariciaba y lo tocaba hasta casi alcanzar el clímax.

— Eres un provocador sin corazón —dijo Namjoon una noche a través de sus dientes apretados. Yacía en la cama con un brazo sobre sus ojos y los puños apretados.

El doncel no se ofendió ante su acusación. — No, no lo soy, —murmuró el castaño con una sonrisa maliciosa al lado de su oído:— Sólo quiero complacerte, y tú me has enseñado cómo hacerlo.

Por mucho que Jimin se deleitaba haciendo el amor con Namjoon, le gustaba aún más cuando traía al bebé a la cama con ellos. Era entonces cuando podía fingir que eran una familia real, y que Soobin, el hijo de ambos, se acurrucaba de manera segura en los brazos de sus cariñosos padres. Era un cuento de hadas, lo sabía, y probablemente el tipo más peligroso porque implicaba al corazón de su pequeño y al suyo.

Y a pesar de todas las miradas secretas intercambiadas y las noches de pasión feroz que les dejaba sin aliento, Namjoon no pronunciaba palabras de amor ni había dicho nada sobre el futuro de ambos.

Jimin no necesitaba apoyarse en Namjoon. Entre el oro que había reunido con el negocio de la lavandería y el legado que Yoongi le había dejado, sabía que él y Soobin podrían volver a Portland y tener una vida segura y cómoda en un futuro previsible. Estaba lejos de ser rico, pero cuidando el presupuesto, la independencia financiera por la que tanto había luchado, sería suya. Si llegaba el día en el que tuviese que ganarse la vida de nuevo, ahora tendría la confianza para hacerlo.

No, el doncel no necesitaba a Namjoon para mantener al lobo lejos de la puerta.

Lo necesitaba para amarle.

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Namjoon lo estaba haciendo otra vez.

Sus pensamientos se fueron a la deriva como un lento movimiento de nubes sobre un cielo de verano; a la deriva a un doncel castaño y al niño en sus brazos; a la deriva de las noches frías bajo las calientes mantas; a un rostro cuya hermosura no había visto la primera vez que puso sus ojos sobre él, un rostro que ahora no podía salir de su cabeza.

Kim Jimin- MiniMoni Donde viven las historias. Descúbrelo ahora