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— ¿Has oído al doncel lavandero que canta? Te juro que tiene una voz como la de un coro de ángeles —dijo un hombre de barba a su compañero.

— Es cierto, pero reside aquí en la tierra y no parece estar casado. Estaba pensando que podría llamar a ese jovencito de apariencia tan agradable y suplicarle que asistiese a alguna fiesta conmigo, —respondió su compañero, engullendo una rosquilla con una jarra de cerveza.

— ¿Contigo? ¿Por qué? Él es demasiado señor para ser visto con alguien como tú. Además, tiene ese bebé con él. Apuesto a que su hombre trabaja en las minas de oro y él está sacando un buen dinero con su ropa.

— Bueno, no lo sabremos hasta que se lo pregunte, ¿no es así?

Espiando esa conversación entre dos brutos mineros que se encontraban de pie detrás de él en el bar, Namjoon frunció el ceño. Después de lo que había visto acostado junto a Jimin la noche anterior, su dificultad para controlar sus impulsos, no era pequeña. Hubiese podido noquearlos a ambos dos, si hubiese querido. Después de todo, se dijo a sí mismo, en algunos círculos se consideraba un delito ofender el nombre de un doncel en un saloon.

Se dio la vuelta y les dio una mirada amarga, pero no se dieron cuenta.

Yoongi, que estaba de pie junto a él, obviamente se fijó, y se rió tanto que empezó a toser.

— Vamos, Namjoon —dijo, recuperando el aliento,— busquemos una mesa para sentarnos. —Últimamente le había parecido que el abogado se cansaba tan pronto como un hombre viejo, y le había dado por llevar bastón. Era una cosa impresionante, con una gran cabeza de oro de filigrana y la virola lacada en negro. Sin duda parecía un correcto aparador para un tipo elegante como Yoongi. Pero Namjoon notó que se apoyaba más de lo que lo arrastraba.

Cogiendo una botella de whisky, Namjoon atravesó el multitudinario saloon hasta llegar a la mesa. Yoongi se acomodó en una silla, riéndose de Namjoon de nuevo.

— Me sorprende que pienses que es gracioso, —comentó Namjoon, dejándose caer en la silla opuesta. Se tomó su propio tiro de alcohol.— ¿No era eso lo que te preocupaba cuando Jimin decidió iniciar el negocio de la lavandería? ¿Que estuviese expuesto a — esas ofertas tan desagradables?.

— No me estoy riendo de eso. Me estoy riendo de ti. Quizás no lo quieras admitir, pero tú eres al que no le gustan ese tipo de ofertas. —Yoongi tenía un brillo perverso en sus hundidos ojos gatunos. Se quitó una mota de pelusa de su abrigo hecho a medida.

— Simplemente no quiero que él sea molestado por gente como Jeon Jungkook. —Namjoon inclinó la cabeza hacia los dos mineros.— U hombres así.

— Tal vez Jimin no lo vería como que lo están molestando, —sugirió Yoongi, manteniendo un ojo en él.

— Si piensas que está buscando atenciones de otro hombre, te puedo garantizar que te equivocas. Es la última cosa que quiere. —Namjoon puso sus pies sobre la silla de al lado.

— ¿Y cómo lo sabes?

Namjoon pensó en el apasionado discurso que Jimin pronunció sobre su anhelo de darle a Soobin una oportunidad en la vida. — No hace falta ser un genio para darse cuenta de eso. Además, tu jerigonza en la mesa de atrás de Shin no acabó con Lee Soohyuk.  Todavía está legalmente casado con él, si lo recuerdas.

Yoongi se encogió de hombros y bebió otro trago de su vaso de whisky. — Él lo abandonó. Estoy seguro de que cualquier juez otorgaría una sentencia de divorcio, dadas las circunstancias.

Namjoon no quería pensar en eso. Mientras el doncel fuese técnicamente esposo de algún otro hombre, sentía una medida de seguridad ante los pensamientos que, incesantemente, trepaban por él. — Me es indiferente, eso es asunto suyo. Lo único que quiere es ganar dinero, y por lo que sé, eso es justo lo que está haciendo.

Kim Jimin- MiniMoni Donde viven las historias. Descúbrelo ahora