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Durante los siguientes días, con buena comida y un poco de paz, Jimin comenzó a recuperar su fuerza. Todavía se sobresaltaba cuando escuchaba altas voces y ruidos, pero no siempre, y la herida en su rostro había desaparecido finalmente. 

La mecedora había resultado ser un regalo del cielo. Después de aquella noche horrible, Soobin había recuperado su temperamento dulce, aunque a Jimin le encantaba mecer al bebé mientras le daba de comer o lo ponía a dormir. A veces se sentaba junto a la ventana y lo acunaba mientras Jimin le  cantaba. Soobin se quedaba mirando hacia él con los ojos muy abiertos y una media sonrisa, cautivado por completo. Aunque el ruido de la calle de abajo era casi continuo, era el momento más tranquilo que Jimin había conocido como padre doncel — de hecho, el que había conocido en toda su vida. 

Ninguna voz fuerte asaltaba sus oídos. Ningún borracho exigía acceso íntimo a su cuerpo, plantándole babosos besos y usándole hasta desmayarse. 

A pesar de que aún veía a Namjoon como a un hombre intimidante, a veces ya no se inmutaba cuando oía sus pasos por la escalera. Y, fiel a su palabra, no había hecho ni un sólo intento de tocarle de ninguna manera, más allá de aquella noche cuando le ofreció su mano. De hecho, a excepción de las comidas que hacían juntos, el doncel apenas lo veía. Se habían adaptado a una rutina según la cual, Namjoon pasaba la mayor parte de su tiempo abajo en la tienda, y Jimin se quedaba en esa sala, limpiando, cocinando y cuidando de Soobin.

Estaba en una posición muy peculiar. Sabía que él y Soobin estaban invadiendo su intimidad, y que el moreno se sentía atrapado con ellos, como si fueran un par de casos de la caridad. Lo cual, supuso, así era. Jimin no era el otro señor Kim, el doncel trabajaba para el moreno, Namjoon lo había dejado claro. Y le había dado dinero el sábado pasado, diciéndole que era el salario de una semana. Pero su trabajo no era como el del chico que trabaja en una tienda, o el de un trabajador de una fábrica; ni siquiera como el de un doncel o mujer dedicados al trabajo doméstico, al menos no como su madre había estado en la casa de los Kwon. Para lograr mantenerse y pagar la deuda de Soohyuk, tendría que hacer algo más que barrer la habitación y cocinar. Ni siquiera eso era suficiente para mantenerse ocupado. 

Dawson era como un carnaval gigante, y Jimin sabía que una gran cantidad de oro en polvo iba de mano en mano, en esa ciudad, más que todo el dinero que había visto en su vida. Una gran cantidad de personas se estaban haciendo ricas sólo por atender a los mineros y a los Reyes del Klondike. Namjoon, de hecho, se ganaba la vida de esa manera. Tenía que haber alguna manera de que el doncel pudiera hacer eso, también. Tener dinero en efectivo le daría independencia y seguridad, y la capacidad de salvaguardar el futuro de Soobin. Nada parecía más importante para él — ni ropa bonita, ni un marido, ni siquiera ser querido por alguien. 

Su deseo creciente de mejorar su suerte se vio reforzado una mañana temprano poco después del incidente de la mecedora, cuando él y Namjoon estaban de pie al lado de las escaleras. Jimin había puesto una tina y una tabla para lavar, y Namjoon le había bajado algo de ropa. 

De entre la multitud de la calle, un pequeño y bien vestido doncel, con un rostro inexpresivo, les saludó. — Kim Namjoon, ¡No te he visto en las últimas semanas! 

Jimin reconoció a Jung Hoseok, uno de los  donceles empresarios más exitosos, que habían venido a Yukon. Era muy respetado y admirado por su conocimiento de los negocios; Jimin deseaba poseer una cuarta parte de su astucia. 

— Estoy aquí en la tienda todos los días, Hoseok. Me mantengo muy ocupado, —respondió Namjoon, riéndose entre dientes. 

Todo acerca de ese doncel, incluso su porte, parecía enérgico, pensó Jimin. 

— Lo entiendo. Hay demasiadas oportunidades en esta ciudad para descuidarse y dejar escapar algo importante. Deberías haber aprovechado el arrendamiento del que te hablé. Conseguí un terreno de 500 metros cuadrados, e hice más de mil dólares diarios durante el tiempo que trabajé la tierra. 

Kim Jimin- MiniMoni Donde viven las historias. Descúbrelo ahora