8 - El Sello

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Seiya no pudo pedir más de este día hermoso. Con los cielos despejados, decidieron ir a la playa, ya que no estaba lejos del coliseo. Típicamente a esta hora no había nadie, así que Seiya decidió quedarse ahí hasta noche. Era una costumbre que pronto se hizo rutina; ir al mar con sus amigos, y quedarse ahí solo, contemplando las olas oscuras entre la noche.

Los demás no decían nada, y aceptaron este lado tranquilo del castaño, ya que a veces era raro verlo en un estádo tan relajado. No querían interrumpir estos momentos, así que ellos usualmente se retiraban a la mansión Kido, dónde lo esperarían pacientemente. Mentiran al decir que no se preocupaban a ciertos tiempos, si el castaño se queda hasta muy noche, pero confiaban en su habilidad de cuidarse por si mismo.

Son caballeros, y nunca podrán huir del peligro.

En fin, está noche no fue diferente. Al llegar el atardecer, Seiya se sentó en su lugar usual entre la arena, y disfruto de la brisa ligera de esta noche. Viendo el horizonte brindar colores hermosos, le hacia sonreir un poco. A veces, tenía oportunidad de contar las estrellas que despertaban en el cielo nocturno, y ue luego dejarán un pequeño resplandor en las olas tranquilas del mar.

Los demás ya se habían ido, así que por ahora, podía respirar. De ninguna manera se sentía mal junto a los demás chicos...es solo que-...

...no quería que lo vieran derramar estas... lágrimas.

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Aun podía recordar la primera vez que el señor Kido trajo a todos de la mansión, incluyendo a su, "nieta", a esta playa. Nunca podría describir como se sintió ver este fenómeno tan hermoso de la naturaleza. En su pequeña mente de niño, pensó que tal vez había llegado al paraíso.

Lo único extraño, fue la sensación triste que le interrumpo ese momento.

Podía sentir, como si algo en su corazón, se partiera en dos, y juro poder escuchar llantos silenciosos. Sosteniendo el pendiente cerca de su pecho, respiro, y dejo caer cada lágrima. Con su mente despejada, Seiya se sentó en la arena cálida. Pensando, analizando, lo que estaba sintiendo su pequeño corazón.

Ese fue el primer día, que su cosmos emergió.

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Podía sentir nuevamente esa sensación. Tristesa, se mezclaba con rabia, y confusión. Con cada día que pasaba, se preguntaba el porque se sentía así, y más que nada, ¿Porque aquí? ¿Por qué cada vez que viene a esta playa, ve hacia el horizonte, y siente que hay algo ahí, que lo está esperando?

Llamando, suplicando, por el.

Sosteniendo fuertemente su pendiente, Seiya cerro sus ojos, y trato de limpiar las lágrimas frescas de sus mejillas. Por dios, parecía el peor de los cobardes, llorando por ningúna, ...y tal vez, cada razón. Solo podía pensar en como sería su vida, si no estuviera en esta posición, de ser caballero. Quisiera imaginarse en un lugar lejano de aquí, rodeado por una familia que nunca tendrá, con aquella sensación de libertad.

Esa libertad, tendría un precio que el no podría pagar.

Ni siquiera, con su propia vida.

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Horas pasaron, y Seiya reusab irse de aquí. De seguro ya a preocupado a los demás, pero hoy...solo quisiera olvidarse de todos.

El Hijo de Poseídon: La Perla Pérdida // Saint SeiyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora