Ha pasado casi una semana desde aquella fatídica noche en la discoteca, y aún sigo atormentada por los recuerdos de mis errores. Cada día ha sido una lucha constante contra el remordimiento y la culpa que me consumen desde dentro, como un fuego que amenaza con devorar todo a su paso. Estos 5 días han consumido mi ser por completo.
Durante estos días, he intentado mantenerme ocupada, sumergiéndome en el trabajo y las actividades cotidianas para distraer mi mente de los pensamientos oscuros que amenazan con dominarme, como si fuera una sumisa. Sin embargo, cada vez que cierro los ojos, las imágenes de aquella noche vuelven a mí como un torrente imparable, recordándome una y otra vez mis errores y la decepción que causé a quienes más me importan, quienes me han ayudado en estos dos últimos años, Caín, Lorenzo, Lily...
Mis padres han notado mi cambio de ánimo, mi retraimiento y mi preocupación constante. Han intentado hablar conmigo, ofreciéndome su apoyo y consuelo en estos momentos difíciles. Pero no puedo encontrar las palabras para expresarles lo que siento, la culpa que me corroe por dentro y la sensación de haber defraudado a todos a mi alrededor.
La tormenta emocional contra la que estoy combatiendo, me ha permitido llegar a una conclusión dolorosa pero necesaria: debo enfrentar las consecuencias de mis acciones y aprender de mis errores. No puedo cambiar lo que sucedió aquella noche, pero puedo tomar medidas para asegurarme de que no vuelva a ocurrir.
He decidido alejarme de las fiestas y las tentaciones que me llevaron por el mal camino, enfocarme en reconstruir mi... bueno recuperar al menos su confianza. Sé que el camino no será fácil, que habrá obstáculos y desafíos en el camino. Pero estoy decidida a hacer todo lo posible para enmendar mis errores y convertirme en la persona que sé que puedo ser.
Así que aquí estoy, lista para enfrentar lo que sea que el futuro me depare, con la determinación de aprender de mis errores y seguir adelante. Porque aunque el camino hacia la redención pueda ser largo y difícil, estoy dispuesta a recorrerlo con valentía y determinación, sabiendo que cada paso me acerca un poco más a la paz interior y la felicidad verdadera.
Hoy es viernes y he decidido salir a la calle en busca de un poco de aire fresco y claridad mental. He estado paseando sola por las avenidas y tras un rato me ha entrado el antojo de merendar. He decidido ir a la cafetería a la que solíamos ir, Caín y yo. Al llegar todo está como siempre, la terraza está llena de gente y dentro también está muy lleno, pero algo destaca entre la multitud, está Lorenzo. Al verlo mi corazón da un vuelco, recordando los momentos compartidos junto a su hermano y la amistad que alguna vez nos unió.
Mientras observo a Lorenzo desde la entrada de la cafetería, mi mente se debate entre dos opciones. Por un lado, siento el impulso de acercarme y hablar con él, de enfrentar la situación y tratar de aclarar las cosas. Pero por otro lado, la idea de pasar desapercibida y evitar un posible enfrentamiento también me resulta tentadora. ¿Debería arriesgarme a abrir las heridas o simplemente seguir adelante como si nada hubiera pasado? La indecisión me consume, dejándome paralizada vagando entre el limbo de acercarme o no.
Tras unos segundos de indecisión decido acercarme. Al llegar frente a él, siento un nudo en la garganta, está tomando algo con su novia. En medio de la situación sé que debo enfrentar la situación, aunque me costase.
—Hola, Lorenzo —digo con voz temblorosa, tratando de ocultar la ansiedad que me invade.
Lorenzo levanta la vista al escuchar su nombre, sorprendido por la inesperada visita.
—Hola, Kyra —responde con un tono neutral y distante.
—¿Cómo estás? —pregunto, tratando de romper el hielo. —¿Cómo está Caín? ¿Sabes algo de él?
Lorenzo frunce el ceño ante la mención a su hermano, su expresión se endurece.
—¿Acaso te importa? —pregunta con frialdad.
Bajo la mirada, sintiendo el peso de la culpa aplastandome de nuevo.
—Lo siento, no quería... —comienzo a disculparme, pero Lorenzo me interrumpe.
—No importa —dice con resignación. —De todos modos, no sé mucho de él. Está... ocupado —añade en voz baja.
El silencio incómodo se instala entre nosotros, llenando el espacio con la tensión no dicha. Por dentro lucho por encontrar las palabras adecuadas, queriendo disculparme y explicarle a Lorenzo lo arrepentida que estoy por mis acciones.
Finalmente, Lorenzo rompe el silencio.
—Pasado mañana me voy una semana —comenta él, mirándome con seriedad. —Voy a visitarlo en Canadá. A animarlo un poco —añade, mientras sus ojos revelan preocupación por él.
Asiento, sintiendo un nudo en la garganta al darme cuenta de lo lejos que ha llegado la situación.
—Espero que puedas... hablar con él —digo con sinceridad, deseando que Lorenzo pueda ayudar a reparar el daño que yo misma he causado.
Después de aquel tenso intercambio con Lorenzo, me doy cuenta de que no hay mucho más que decir. Me despido de él y me dirijo a la barra para pedir. Pido un café y una pasta, apenas toco la comida, y salgo de la cafetería con la sensación de haber dejado algo inconcluso atrás.
Por la noche, en la tranquilidad de mi habitación, me sumerjo en un diálogo interno que se convierte en un monólogo cargado de dudas y reflexiones. Repaso una y otra vez las palabras de Lorenzo, sintiendo el peso de la distancia entre Caín y yo. La idea de que Lorenzo vaya a Canadá para estar con su hermano me hace pensar en lo mucho que me gustaría estar allí también, disculpándome como debo con Caín.
Abro mi ordenador y busco vuelos a Canadá para el domingo. Solo hay un vuelo disponible y solo queda un asiento libre. Sin preguntar a nadie, sin pensar en las consecuencias, tomo una decisión impulsiva y compro el vuelo. Un vuelo hacia lo desconocido, hacia un encuentro que podría... en realidad no sé como será, aunque en lo más hondo de mi corazón sé que será como llegar a un pueblo devastado por la guerra, seco, árido y desconfiante.
Con el billete en mi bandeja de entrada, siento junto a todos esos sentimientos, un abismo de nerviosismo. ¿Qué me deparará este viaje? Solo el tiempo lo dirá.
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Éramos Erasmus Erramos
RomanceEl éxtasis de la distancia nos llena de corrientes, creando torrentes de vacío, alejándonos cada día más, el uno del otro. - ¿Inevitable? ¡Quizás! Lo indudable es el error que cometí, cometiste, cometimos. Buscando resguardo donde no lo había. Desam...