Capítulo 22: ¿Qué está pasando?

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El sonido de la puerta al abrirse me saca brevemente de mis pensamientos. Alex entra en la habitación con un aire alegre riendo por algo que le ha sucedido durante el camino de regreso a casa. Pero yo estoy demasiado inmerso en mi propia tormenta interna para prestarle mucha atención.

Sus palabras sobre salir esta noche apenas llegan a mi conciencia al principio, solo cuando menciona mi nombre directamente, logro enfocar mi atención en él. Levanto la mirada y lo miro fijamente, como si estuviera buscando respuestas en sus ojos.

Sin decir una palabra, me levanto de la silla y salgo de la casa en un acto impulsivo, dejando mi teléfono encendido sobre la mesa. La puerta se cierra tras de mí con un golpe sordo, dejando atrás a Alex, que me observa con desconcierto.

Caminando por las calles oscuras dejo que mis pensamientos tumultuosos me guíen hacia algún tipo de comprensión o de lugar donde encontrar resguardo. Por desgracia sigo sin saber realmente a dónde me llevan.

Después de caminar sin rumbo fijo durante un tiempo que parecía eterno, me encuentro finalmente perdido en medio de la gran ciudad. El frío de la noche penetra mis huesos, haciendo que me sienta más desamparado que nunca. No tengo ni idea de qué hacer o a dónde ir.

Es entonces cuando mis ojos se posan en un cartel iluminado que cobra vida en la oscuridad de la noche: Calle del Pecado. Y justo debajo, el número 2034 destaca en un brillo rojizo neon, similar a los carteles del Barrio Rojo en Amsterdam. Reconozco el lugar al instante, es una calle que he transitado en ocasiones anteriores, aunque nunca en circunstancias como estas.

Con el frío cada vez más gélido y con la luz cada vez menos presente, decido dirigirme hacia la casa de Sia. En medio de este mar de desesperación y confusión quizás ella pueda ayudarme a encontrar algo de claridad, o al menos brindarme un refugio temporal en esta noche tan agitada.

Con paso firme me dirijo hacia el número 69, con la esperanza de encontrar un poco de consuelo y comprensión con ella.

Después de unos largos 30 minutos de caminata, finalmente llego al portal de Sia. La noche está avanzada y todo parece estar cerrado a estas horas. Una sensación de duda y ansiedad comienza a apoderarse de mí. ¿Estará en casa? ¿Será demasiado tarde para visitarla? ¿Debería simplemente dar media vuelta y regresar a mi propio refugio?

Mientras espero frente al portal, todas estas preguntas revolotean en mi mente. Antes de que pueda tomar una decisión decido picar al timbre marcado con el número 2-2. El sonido del timbre retumba en la paz de la noche rompiendo su estabilidad y en mi mente comienzan a surgir nuevas dudas.

¿Quizás no estará en casa? ¿Tal vez ya esté durmiendo? Me pregunto en un susurro leve mientras un individuo al otro lado de la acera me observa. La incertidumbre me consume mientras espero una respuesta desde el interfono.

Finalmente, una voz responde desde el otro lado del intercomunicador.

—¿Sí? ¿Quién es? —pregunta.

—Soy Caín —respondo, intentando mantener la calma a pesar de la ansiedad que me embarga. —¿Puedo pasar?

Después de un breve momento de silencio la puerta se abre. Inhalo profundamente y entro en el portal, para empezar a subir las escaleras hacia su apartamento. Al llegar frente a la puerta entreabierta, me detengo un instante al sentir un nudo en la garganta.

Con paso vacilante, entro en el amplio salón que se extiende frente a mí y entonces, la veo. Sia está sentada en el sofá, sumida en sus propios pensamientos. Sin decir una palabra, me acerco sigilosamente por detrás y la abrazo, buscando consuelo en el calor de su presencia.

Al notar mi abrazo, la mujer del sofá se sobresalta, apartándose rápidamente. Confundido, la miro mientras ella me observa con una mezcla de sorpresa y desconcierto. En ese momento, una voz conocida desde el piso superior rompe el silencio.

—Ahora bajo —dice la voz.

Entonces levanto la mirada hacia el piso superior, visible desde el salón, y veo a una mujer asomarse. Es Sia, pero al mismo tiempo Sia está también en el comedor junto a mi. Mientras intento entender qué está pasando la mujer del piso superior, intenta aclarar la confusión.

—¡Caín, yo soy Sia! Ella es mi hermana gemela, Alessia. Veo que ya la has conocido —dice, tratando de disipar mi perplejidad.

Entonces dejo de mirar hacia el balcón y centro mi atención en la mujer que está junto a mi, Alessia. Entre el mar de dudas con el que venía y la situación en la que me encuentro mi mente solo tiene la capacidad para ver de que son idénticas, lo que me deja sin palabras.

—Sia. ¿Este es el chico que conociste por un grupo y con el que te llevas tan bien? —comenta Alessia rompiendo el silencio de la habitación.

—Sí Alessia, es él. Él es Caín —confirma Sia desde el piso superior.

Tras ello un silencio algo incómodo se hace en la sala.

—Sia, sabes el chico del que te mencioné que hablábamos de vez en cuando por internet, pues creo que es él — comenta Alessia. —Estoy casi segura de que es él —añade mientras me repasa de arriba abajo.

Las hermanas se miran perplejas por la situación, mientras yo sigo intentando procesar lo ocurrido. En mi cabeza estoy analizando todo lo sucedido. «He abrazado a Sia pensando que era ella, pero en realidad no lo era ella, porque era Alessia, que es la mujer con la que ha estado hablando por internet pero nunca había conocido en persona. Y ahora descubro que Alessia, la chica de internet, y Sia, mi mejor amiga aquí en Canadá, son hermanas gemelas.».

La sorpresa me deja atónito.

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