Capítulo 6

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Sergio estaba obsesionado.

Se había obligado a mantenerse alejado de Max por una noche. Quería darle al chico algo de tiempo para pensar, tiempo para procesar todo lo que había descubierto. El tiempo suficiente para procesarlo a él, verdaderamente. Era una tortura, pero sabía que era lo correcto para Max.

El demonio de Sergio se había enfurecido por la distancia, insistiendo en que estuvieran cerca de su compañero. Una probada de Max, y su obsesión solo había crecido.

Se habían comprometido en acechar al chico.

Había vigilado la casa de Max la noche anterior y había visto a otra enfermera del hospital llegar con lo que parecían bolsas de comida chatarra. Una mujer, afortunadamente, Sergio no estaba seguro de que su demonio se hubiera quedado al margen mientras otro hombre se quedaba a solas con su compañero. Especialmente considerando que la otra enfermera no se había ido hasta la mañana siguiente.

Pero le había recordado al demonio, y a sí mismo, que era bueno que Max tuviera amigos y apoyo. No iban a ser de esos brutos celosos a los que les molestaba que su compañero tuviera lazos estrechos más allá de ellos mismos.

Y Max era su compañero.

Ahora estaba seguro de ello, luego de lo acontecido la mañana anterior. Después de tocar al chico, escuchar sus gemidos, saborear su liberación, Sergio nunca había experimentado algo así en sus dos siglos de vida. Su pene se endureció al recordar la mirada en el rostro de Max en el momento en que se corrió con sus mejillas sonrojadas de placer.

Y también estaba el momento justo antes de que Max se volviera a dormir, cuando vio al demonio en los ojos de Sergio y no solo lo toleró, sino que lo tocó. Lo saludó con ojos cálidos y saciados y una dulce sonrisa.

En ese momento, Sergio había sentido algo en su liberación demoníaca, una tensión que había estado presente desde el momento en que se había convertido y que de repente desapareció.

Había estado planeando mostrarse de nuevo esta noche (parecía ser que su límite estaba en una sola noche lejos de é). Pero luego se sorprendió al ver a Max salir de la casa, luciendo más que delicioso en unos jeans negros ajustados y una sudadera con capucha azul bebé debajo de un abrigo largo y oscuro. Sergio había tenido la tentación de interceptarlo en la entrada, empujarlo contra la pared y aprovecharse malvadamente de él.

Pero, probablemente eso no entraba dentro de la idea de "darle espacio", por lo que, en cambio, había seguido discretamente a Max mientras se dirigía a un bar en la ciudad. Sergio no había pensado que su compañero fuera del tipo que salía mucho, tenía esa mirada de agotamiento en sí mismo que provenía del exceso de trabajo, no de las fiestas excesivas, pero, de nuevo, en realidad no sabía muchas cosas acerca del chico sobre el que él y su demonio estaban tan obsesionados.

Ese pensamiento erizó los vellos de su demonio inmediatamente. Sabemos lo suficiente. Sabemos que es dulce, suave, nuestro, nuestro, nuestro.

Sacudió a su demonio. Sí, lo entiendo, estás enganchado. Ahora silencio.

El demonio se quejó un poco más de él, pero finalmente retrocedió. Parecía confiar ahora en que Sergio no iba a salir corriendo y dejar atrás a Max. Confiaba en que él estaba tan adicto al chico como su mismo demonio.

Sergio se impacientó acechando en el estacionamiento del bar. ¿Qué estaba haciendo? No por primera vez, se reprendió a sí mismo por no haberle dado a Max su número de teléfono. Un paso tan simple y obvio, el cual había olvidado. Pero la cuestión era que, en realidad, nunca, en todas sus décadas, había tratado de salir con alguien, de quedarse con alguien. Nunca había necesitado dejar su información de contacto con un amante, porque nunca había tenido la intención de regresar con uno.

El Compañero del VampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora